También esta semana
El nombre de Antonio López García suscita siempre un enigmático interés. Se habla y se habla del genial pintor manchego y rara es la vez que a alguien le es dado en España contemplar alguna de sus obras. En verdad que el mito (pésele cuanto le pese al artista) ha llegado a exceder la objetividad misma de sus cuadros o la simple ocasión de echárselos uno a la vista. Una exposición de Antonio López García es algo así como un sueño o una esperanza sin plazo. Consciente de ello, la galería Cambio ha tenido a bien congregar una decena de obras suyas y darlas a la luz pública, acompañadas de otras de algunos de sus coetáneos y partícipes de una dedicación pareja (Julio L. Hernández, María Moreno, Carmen Laffon...). Desaprovechar la ocasión rayaría en delito.En la galería Vandrés presenta Orcajo una somera colección de pinturas, dibujos y collages. Somera colección, por cuanto que el artista ha preferido ofrecer al contemplador algunos significativos botones de muestra, en vez de agobiar la sala, como viene siendo errónea costumbre ajena, con todo el material del taller. El pintor centra su actual quehacer en el recorte de unas colosales siluetas de cabezas humanas, en cuyo interior no anida el pensamiento, sino el inhumano engranaje de la gran ciudad. El pensamiento, reflejo del alma, se ve aquí suplido por el monstruo, tecnificado y tecnológico, de nuestro entorno urbano, con todos los programas, códigos y semáforos que regulan la marcha, por las calles, del hombre unidimensional.
Tres pintores salmantinos exponen conjuntamente en la galería Propac, sin que les vincule otra explícita relación que no sea su común origen. Abstraccionistas, dos de ellos, y figurativo el otro, en los tres se patentiza el propósito y la dificultad o la rémora a la hora de conectar, desde un rincón del mundo, con la vanguardia más o menos internacional. En la obra de Carlos Piñel se barrunta un conato de formalizar los despojos del informalismo. Antonio Marcos acierta a convertir en serena abstracción el atractivo de las tierras naturales. J. R. Secal pugna, en fin, por combatir un cierto academicismo que, posiblemente, le venga de su formación anterior o de su actual empleo. La galería Propac anuncia, por otro lado, un ciclo de conferencias en torno a la Pintura española del siglo XIX, dictadas por el profesor Alonso-Misol. La primera tendrá lugar hoy, jueves, a las ocho de la tarde.
En la galería Kreisler Dos acaba de inaugurarse la exposición de Agueda de la Pisa. Se observa en sus actuales pinturas una clara intención, digamos, depuradora en relación con las inmediatamente anteriores: las formalizaciones de antaño, rígidas, excesivamente graves y estructuradas, dan ahora paso a una abierta panorámica en que la gradación del color (nada ajeno a ciertas propuestas post-rothkianas) desempeña el papel de protagonista casi único. Otra pintora, la muy conocida María Antonia Dans, vuelve a traernos los paisajes, personajes y enseres de su inconfundible sensibilidad y de la sensibilidad de su Galicia, «no con la naturalidad de la Naturaleza -comenta Antonio Gala-, sino con la de la pintura». (Galería Biosca.)
El próximo día 20 quedará abierta en las salas de la Fundación Juan March una singular exposición -singular por su temática y por su montaje- titulada Ars Medica. Integrada por los fondos del Museo de Filadelfia (a la que le fueron donados por la Smith Kline and French) va a tener esta muestra un carácter itinerante: tras haber sido presentada en Palma de Mallorca y Zaragoza, viene ahora a Madrid para luego visitar otras ciudades españolas. Consta la exposición de 134 grabados estratégicamente distribuidos a lo largo de 21 paneles y con el objeto pedagógico de mostrar el desarrollo histórico de la concepción y la práctica de la medicina desde la antigüedad clásica hasta nuestros días. Junto a obras anónimas pueden contemplarse grabados alusivos al arte de la medicina, con la firma de Goya, Durero, Rembrandt, Blake, Holbein, Klee, Toulouse-Lautrec...
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