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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fracasados en Hollywood

Lleno de un ímpetu anticonformista que le hace abandonar su trabajo en la sección de publicidad de uno de los grandes estudios porque bajo la presión del cónsul alemán han accedido a cambiar el final de una película donde un grupo de jóvenes alemanes se adiestraba para la guerra, o porque una amiga suya ha visto cómo injustamente le rescindian su contrato de doble por tomar parte demasiado activa en una huelga de extras, Johnny Hill, uno de los personajes de Luces de Hollywood, acaba convirtiéndose en el amante de una vieja ninfómana multimillonaria, mientras repetidamente habla de escribir una novela sobre la verdad de Hollywood, sobre «toda la tragedia y el dolor de esta maldita y asquerosa ciudad, toda la crueldad y el vicio ... »Johnny Hill seguramente nunca llegó a escribir esta novela, entre otras razones porque no se creía dotado para ello y porque nunca lo intentó, y con sus palabras tan sólo trataba de dar salida a las experiencias que habla acumulado, de romper la falsa idea del mítico Hollywood de los años dorados, de la industria cinematográfica norteamericana, los primeros del cine sonoro, los anteriores a la segunda guerra mundial, pero Horace McCoy (1897-1955), que tenía una experiencia similar a su personaje por haber estado luchando en la misma época para conseguir establecerse como guionista profesional, sí escribió esa novela. Se trata de I shouId have stayed home, cuya primera edición apareció en 1938, y que con el título Luces de Hollywood acaba de reeditarse en castellano.

Luces de Hollywood

Horace McCoy. Editorial Bruguera. Barcelona, 1977.

Mínima anécdota

Una mínima anécdota une a Mona Matthews, que a sus veintiséis años ha abandonado Oklahoma, con Ralph Carston, que a los veintitrés ha dejado su casa en Georgia, atraídos por el falso brillo del mundo del cine, pensando que en Hollywood se convertirán en una de esas grandes estrellas a las que tanto admiran. Pero Mona, tras largos meses de lucha, sólo consigue un oscuro puesto de doble, y Ralph, a pesar de haber logrado que le hagan una prueba, ve cerrarse las puertas ante sus ojos por culpa de su fuerte acento sureño. Detrás de su historia personal, como si manejase los invisibles hilos que la mueven, late un sórdido mundo en el que se entremezclan la fuerza de una poderosísima industria que nunca dejará que su peculiar concepción de la vida se vea influenciada por ninguna ideología izquierdista, con los lejanos ecos de los preparativos de una guerra mundial desarrollada en territorio europeo.De los escritores norteamericanos más conocidos que durante la época dorada de Hollywood se vieron obligados a escribir para el cine por razones económicas, ni Raymond Chandler, ni William Faulkner, ni Dashiell Hammett aprovecharon esta experiencia para posteriormente escribir alguna novela que se desarrollase en aquel ambiente; únicamente, Scott Fitzgerald, con su obra inacabada El último magnate, y Nathanael West, con La plaga de la langosta, escribieron novelas donde dibujaban con sombrías tonalidades la otra cara de la moneda, la sordidez que encierra la brillante industria cinematográfica.

Novelas policiacas

Aunque menos famoso que los anteriores, Horace McCoy pertenece a la misma generación, ha vivido unas experiencias similares y su obra muestra una serie de similitudes con la de los autores citados. Especialmente conocido por sus narraciones policiacas -entre las que destaca Di adios al mañana, recientemente publicada en castellano por Editorial Bruguera-, McCoy destaca por novelas como ésta y ¿Acaso no matan a los caballos?, que al describir el sórdido ambiente de un marathon de baile, durante los años treinta, tiene múltiples puntos comunes con la presente.Por la fuerza de su historia, la sencillez de su estilo y la riqueza de su diálogo -que se pierden parcialmente en una traducción no muy afortunada- Luces de Hollywood es un perfecto retrato del mundo del cine y una obra de similar importancia a las que le dedicaron Scoit Fitzgerald y West. Muestra especiales similitudes con La plaga de la langosto, porque al contar ésta los amores entre una extra y un pintor que trabaja en los decorados de las películas, se está refiriendo a unos mismos personajes y a un mismo mundo. Publicada un año después que la de McCoy, ambas se pueden considerar como las visiones más ácidas que los escritores norteamericanos han dado sobre un mundo que siempre les ha maltratado, que les ha sido hostil y al que sólo han recurrido por razones meramente económicas.

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