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La lejana paz de Oriente próximo

La razón y la locura, inevitables constantes del comportamiento humano, emergen con nitidez en el torbellino político y diplomático del Oriente Próximo. Hafez el Assad, presidente de Siria, y Anuar el Sadat, presidente de Egipto, son los primeros protagonistas de un momento político que se presenta como definitivo para la posible decantación de la crisis o para su eventual aplazamiento sine die, según triunfen o fracasen las teatrales iniciativas de paz de los dos últimos meses.

El presidente sirio. El Assad, tiene la razón cuando afirma que «las iniciativas de Sadat constituyen un nuevo obstáculo para la paz global en el Oriente Próximo» La paz global, he aquí la clave de la crisis y el único elemento capaz de robarle, para siempre, el detonador de la guérra árabe-israelí de los últimos treinta años y hoy solamente aletargada por la débil hilera fronteriza de los cascos azules de la ONU, a todo lo largo de las líneas de combate.Las palabras de El Assad no están faltas de argumentos: ahí están las colinas del Golán pobladas de las más sofisticadas maquinarias de guerra y detección militar, vigilando las prósperas tierras ocupadas, que contrastan, en orden y verdor, con la ciudad-cementerio de Kuneitra, al borde de la nueva frontera siria: permanecen, por otra parte, en el Líbano destruido, los campamentos palestinos de barro y tela, auténticos enjambres de hombres y mujeres a la búsqueda de una patria y enseñados «desde cachorros» al manejo de las armas.

Palestina y las tierras ocupadas, estos son los grandes argumentos de Assad y de la razón, sin los cuales no puede construirse una paz duradera en la zona, como lo declaran de manera general las propias resoluciones de las Naciones Unidas, redactadas para una Conferencia de Paz, en Ginebra, que nunca existió. Sin Estado palestino y sin retirada total de los territorios ocupados no habrá paz duradera.

Sadat acabó con todos los esquemas. El pacto negociador ruso-americano para llevar a Ginebra a sus respectivos aliados rodó hecho pedazos. Los más íntimos colaboradores del rais, fueron presa del estupor, y pretigiosos generales, que en 1973 rompieron la línea Bar Leev, al norte del canal de Suez, se movilizaron atentos a las consecuencias de la peregrinación de Sadat a Jerusalén.

El último faraón, amén de causar el desconcierto en Washington, Moscú y en todo el mundo árabe (entre sus aliados de combate y entrejas naciones mecenas de su causa), creó, de facto, una nueva realidad política en el área que ha de existir mientras él permanezca en el poder. Una nueva dinámica a la que se agarra con pasión Menahem Begin, el duro y religioso primer ministro de Israel, y a la que se apuntan con urgencia Estados Unidos, aunque sólo sea para no perder tan poderoso aliado en el conflicto, la iniciativa política (que desde luego no recuperó Carter con su modesta gira política por el Oriente Próximo). y la posibilidad de encontrar nuevos caminos para la paz. aunque sea parcial, bilateral e interina, como se desprende de los pobres resultados de la Conferencia de El Cairo y de la cumbre de Ismailía.

Estas son las dos posiciones o alternativas claves a toda solución del conflicto. Dos posiciones nacidas de la razón y de la imaginación, que rompen en dos el mundo árabe, que ponen en la indecisión a Jordania, que ensalzan y eliminan, respectivamente a la Organización para la Liberación de Palestina como representante única de los palestinos apátridas y que, a corto plazo, apuntan: una, a la radicalización del Frente de Resistencia que capitanea Damasco; y otra hacia la firma de un tratado bilateral (si el Gobierno de Amman acepta para Cisjordania y Gaza la mini-patria administrativa) como lo quiere Begin y los acepta Sadat, a título de «primer paso» para una supuesta paz global que hoy aparece más lejana en el horizonte.

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El compromiso entre una y otra postura árabe, hoy enfrentadas entre sí, se hace imposible a corto plazo porque a las diferencias políticas y personales se les suma también el enfrentamiento ideológico. El clásico combate Este-Oeste e.n todos los conflictos.

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