Barcelona: fin del año artístico
Aunque los pronósticos artísticos que se lanzaron sobre 1977 no fueron ni mucho menos optimistas, la vida galerística -con sus más y con sus menos- ha seguido ofreciendo algunos atractivos de cierta notoriedad, e incluso novedad. No son estos los años del imaginado «boom» del período 1968-1974 cuando una inflación superficial trató de aparentar un irreal mercado y una más fantástica dinámica creativa en el mundo de las artes plásticas. Si algo tienen de bueno las épocas de austeridad es que las vacas flacas muestran sus huesos y no pueden engañamos con una carnadura artificialmente engrosada.Lo poco que hemos tenido de interesante en Barcelona a lo largo de esta temporada puede resumirse, muy a grandes rasgos, en la siguiente relación de actividades: el centenario de la Escuela de Arquitectura, las campañas en favor de la reinstauración de los monumentos al doctor Robert y a Rafael de Casanova, el Premio Internacional de Dibujo Joan Miro, el centenario de Sala Parés (la galería decana del Estado), la Pintura Japonesa Nanga la exposición Goya y la actual de Picasso, el Festival Internacional de Video, y, a nivel de individualidades, las muestras de Ernst y Calder, la de dibujos de Picasso, la conjunta de Hamilton y Roth y las de Bechtold, Marcel Martí, Arranz-Bravo y Bartolozzi (escultores), Pablo Palazuelo también escultor, Manuel Capdevila, y esa clausura espiendorosa del Congrés de la Cultura Catalana en la Fundación Joan Miró, que lleva el título: Qué es y qué ha sido la cultura catalana, y a la que próximamente dedicaremos un comentario monográfico.
Entre los tímidos signos de renovación que la nueva hora política nos viene ofreciendo, vale la pena consignar el gesto magnánimo del ministro de Cultura al nombrar a Joan Miró como presidente del Patronato del Museo Español de Arte Contemporáneo y dar la vicepresidencia a Antoni Tàpies junto a Chillida y Palazuelo. Aunque no acertamos a ver el alcance operativo que de inmediato pueden tener estas medidas, sí que a nivel periférico se aprecia la nueva sensibilidad ideológico-artística de quienes en su voluntad quieren acabar con incomprensibles, atávicas y seculares discriminaciones, que han postergado en los programas de cultura a aquellos que no han sido fieles o adictos.
Llorens Artigas, ceramista
Pero el fin de año artístico nos ha brindado cuatro exposiciones a las que vale la pena dedicar unas líneas de comentario como despedida de una anualidad que se prometía muy triste y ha sido bastante dinámica, social y culturealmente. Casi, casi nos permitiríamos augurar un 1978 semejante, o, cuando menos, no inferior en actividad cuantitativa y cualitativa.
El gran «Papitu», el amigo y compañero de fatigas de Joan Miró y colaborador suyo en los grandes murales cerámicos, ha sido homenajeado por la Galería Maeght este fin de año. Una buena colección de sus nobles vasijas ha sido presentada con carácter de antología y nos ha permitido tomar contacto con una obra elaborada con paciencia, amor a la profesión y gran dedicación. Llorens Artigas, discípulo de la vanguardista escuela de Galí, de la que salieron todos los pioneros del arte catalán de nuestro siglo, ha sido un auténtico investigador. Detrás de su aspecto socarrón y pintoresco hay un hombre de gran talla, que desde los días de su juventud se ha interesado por los secretos materiales, formales y cromáticos de su práctica artística. Ya en 1922 publicó como tesis de graduación en la «Escola Superior de Bells Oficis» su obra Les pastes cerámiques i els esmalts blaus de l'antic Egipte. Desde entonces ha proseguido su rastreo de las formas y maneras del arte cerámico desde los alfares de la Península hasta los hornos del Japón, lo que le ha permitido lograr unas cocciones, unos esmaltes y unos coloridos que hasta la fecha, y en Occidente, muy pocos habían alcanzado.
Este poeta de la forma que estiliza los jarrones y sus sinuosas curvosidades nos ha descubierto también sus libretas secretas, sus dietarios y sus cuadernos de fórmulas. Ahora sólo nos falta conocer sus memorias, aún inéditas, para saber de la aventura humana de este insólito artista que ha vivido a fondo, y de cerca, el arte de nuestro siglo.
Tàpies y Alberti al alimón
El pintor y el poeta, o el poeta y el pintor, han presentado en la galería Ignacio de Lassaletta el viejo libro albertiano Retornos de lo vivo lejano, acompañados por unas litografías de Tàpies. Uno de los más hermosos poemas del escritor andaluz -hoy diputado- ha sido recuperado gracias a esta magnífica edición de bibliófilo. Ambos han conseguido realizar uno de sus más anhelados proyectos: trabajar conjuntamente. Probablemente éste sea el retorno definitivo de un gaditano que a lo largo de su nostálgico exilio siempre soñó en el regreso a su tierra.
Los signos, los frotamientos, las rasgaduras, los collages, las gamas terrosas, los cartones, las cuerdas, todo el vocabulario tapiano está ahí para acompañar el potencial poético, majestuoso, eufónico, del poeta. La presentación del libro nos ha permitido conocer las guachas y litografías originales realizadas por el pintor para la edición de este libro, del que se ha hecho un tiraje de 121 ejemplares de bibliófilo, distribuidos en diferentes variantes.
El ya veterano Hans Heinrich Ernst Hartung (Leipzig, 1904) empieza a reconciliarse con España o, mejor dicho, el Estado español empieza a reconciliarse con él. Su aventura existencial, auténticamente aciaga, tiene capítulos enteros relacionados con nuestra guerra civil, con una de sus esposas, con sus estancias como refugiado, etcétera. Pero artísticamente hablando, esta temporada Barcelona y Madrid lo recibirán a lo grande. La galería Joan Prats nos muestra en esta despedida del año 44 obras que agrupan óleos y pintura sobre cartón que nos ponen en contacto con el postrer Hartung -que no póstumo- y sus trabajos de 1973 a 1977. El gran riesgo que pesa sobre aquellos abstractos caligráficos y gestualistas que aún hoy siguen amparándose en módulos ya muy elaborados, es el de caer en el epigonismo -incluso propio- o en la gratuidad. Rehuyendo esos peligros, Hartung sabe responder con autenticidad a la evolución del tiempo. Su tachismo se hace más poético, más lírico, más refinado -acaso decorativo-, por ello mismo está mucho más cerca de la axiomática definición que le hiciera Michel Ragon, quien le llamó conciliador del lirismo alemán con la claridad francesa.
El humor blanco de Saul Steinberg
Por fin, y aunque de forma muy sucinta, tenemos oportunidad de tomar contacto directo con uno de los más grandes dibujantes del arte contemporáneo. Casi la misma exposición que estuvo en Madrid, en octubre, es la que la galería Trece nos muestra ahora. El arquitecto italo-americano nacido en Rumania definió a lo largo de los años cuarenta y cincuenta un tipo de caricatura intelectual, moralista y bierípensante, no lejana de la obra dibujada de un Saul Bass o un Ben Shan. Pese a sus connotaciones «USA», al desfase humor-tiempo, y a las referencias educativas, técnicamente Steinberg, en sus dibujos, en sus collages y en sus equívocas definiciones del objeto, sigue teniendo una notable actualidad entre quienes creen aún en el dibujo como escritura legible y como medio de creación. Un arte que puede recibir el apelativo de caricaturesco, chistoso o humorístico, pero que en el fondo es la imagen bonachona y dulcemente crítica de una sociedad determinada en un país concreto: los EEUU del new deal.
Cuatro exposiciones de interés que cierran el primer trimestre de esta temporada, que seguirá -seguir ya es una esperanza- a lo largo del primer semestre del flamante 1978.
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