La condición femenina del recluso
Ya estamos advertidos. Los hombres somos un aborto ambulante y hay mujeres dispuestas a clavarnos un cuchillo entre las costillas. Pero no moriremos a manos de la típica dama de negro, con la Beretta escondida en un bolso de Hermés (otra pesadilla viril); será una andrajosa basura, genéticamente hembra, con el estómago atiborrado de anfetaminas y un pasado salpicado de humillación, raspados y literatura contemporánea. Valerie Solanas, cuyo admirable manifiesto acaba de publicarse en Cataluña, le pegó dos tiros al relamido Andy Warhol, para predicar con el ejemplo. Las noticias son siempre demasiado abstractas: no sabemos cómo vestía, qué arma empleó, en qué circunstancias... Los sucesivos prólogos del libro (hay tres), en lugar de escenificar el único acto de la organización SCUM (Society for cutting up men) que ha tenido cierta trascendencia, morigera la violencia visceral de Solanas con cultos argumentos. Pero Valerie Solanas no escribió su Manifiesto para que lo leyera gente como yo, sino para que las mujeres como quienes escriben estos prefacios le clavaran una pica de hielo a un hombre bien elegido.Tras la lectura, la reacción vulgar es sentirse amenazado. Uno cree ser hombre porque así lo dice el carnet de identidad. Pero la lectura atenta del Manifiesto tranquiliza: no es hombre todo el que lo supone. Hay pocos hombres identificables aisladamente. Según Solanas, los hombres «detestables y dañinos» (es decir, los de verdad) son exclusivamente «los violadores, los políticos, los cantantes y los músicos malos, los presidentes del directorio, los gana-pan, los agentes inmobiliarios, los propietarios de restaurantes, los grandes artistas, los cobardes, los policías, los magnates ... ». La lista sigue durante treinta líneas más (páginas 81-82), para terminar con algo espeluznante: «Y particularmente los pilotos.» Estos son los objetivos inmediatos del SCUM, los hombres a abatir. Los restantes podemos formar parte del llamado Cuerpo Auxiliar Masculino del SCUM; se trata de todos aquellos «que se emplean metódicamente en su propia eliminación». Los propósitos políticos de Valerie Solanas tuvieron como consecuencia su reclusión en un manicomio tras los disparos sobre Warhol; era el antídoto de Patty Hearst: la política patibularia frente a la política elegante. Seguramente ni uno solo de quienes participaron en su juicio había leído este Manifesto, pues en él se especifica que esa es precisamente la meta buscada: «Las actividades de SCUM serán criminales... para ir a la cárcel, para llamar la atención sobre la injusticia».
Valerie Solanas:
SCUM (Manifiesto de la Organización para el Exterminio del Hombre).Vindicación Feminista. Barcelona, 1977.
Hay en la tradición de la rebeldía ontológica femenina un antecedente prehistórico, el de Lisistrata, pero Solanas va mucho más lejos que Aristófanes: está prevista la posibilidad de una separación real de los sexos («Si todas las mujeres abandonaran a los hombres, se negaran a tener algo que ver con cualquiera de ellos, todos los hombres, el Gobierno y hasta la economía nacional se hundirían sin remedio, página 76), pero es sólo eso, una posibilidad arqueológica. El poder del hombre es demasiado coherente y ante esa separación reaccionaría como acostumbra, forzando la contradicción hasta agotar sus posibilidades; es decir, exterminaría a las mujeres separadas y se construiría autómatas femeninos (quizá ya lo ha hecho). Y como Solanas sabe que la batalla social la tiene perdida, acude inspiradamente, con arrebato romántico, a lo asocial. Se trata, pues, de ir a la cárcel o al manicomio, de ser criminales o locos. La exposición poética del Manifiesto, rechazando el léxico político al uso (estrictamente masculino), es ya indicativo del abandono de la efectividad. Pero elegir como territorio de acción ese ámbito, es elegir una patria dura. Hace unos días se suicidó la prostituta santanderina María Isabel Gutiérrez, porque no pudo soportar la cárcel de mujeres de Basauri. Era muy corpulenta (medía más de metro ochenta) y tenía un carácter alegre y nervioso. Una de sus amigas comentó: «Le gustaba alardear de su fuerza; en una ocasión yo la vi levantar en vilo con una sola mano a uno de los que vienen por aquí.» Levantar con una mano a un cliente vasco no es algo que pueda hacer cualquiera, y sin embargo. María Isabel se envolvió en una manta y se prendió fuego.
¿Cuál puede ser la esperanza de Valerie Solanas? Es de suponer que ella cree que las prisiones varían desde dentro. No es lo mismo una cárcel llena de comunes, que llena de políticos, o de prostitutas, o de SCUM.
Yo no creo, a pesar de que Valeríe Solanas tiene esa capacidad visionaria que sólo tienen poetas como Rimbaud, con quien se emparenta en más de un concepto, que una población reclusa exclusiva mente femenina llegara a conseguir un poder en la sombra, pero sí creo que es posible un acuerdo: considerar como hipótesis de trabajo que toda población reclusa, sea del sexo que sea, es mujer, ya que hasta el momento, la esencia objetiva de la mujer es ser reclusa. Se trataría, pues, de cambiar una reclusión abstracta por otra concreta, en la que lo insoportable de la negación provocara necesariamente su resolución. Se trata de cambiar de sociedad (en lugar de cambiar la sociedad, que es lo típicamente masculino), salir de esta sociedad «hecha por y para las criaturas que, si no son siniestras y deprimentes, son absolutamente aburridas» (página 65) y entrar en otra (el lado femenino de la anterior) en donde los papeles, están aún por repartir y el aburrimiento sólo ataca a quienes sueñan con la libertad, otro cruel invento masculino para someterse entre sí, transformándose en mujeres y hombres. Por otra parte, la tarea de llenar los asilos, los manicomios, las cárceles, los hospitales, de mujeres (en el sentido de «reclusos en general»), puede llegar a ser muy sencillo, basta con excitar sexualmente a los hombres (los no-reclusos), ya que, como Solanas ha sabido ver con extraordinaria perspicacia, «el deleite más importante en la vida del macho -en el caso de que esta criatura tensa y siniestra sea capaz de deleitarse con algo- es denunciar a los demás.»
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