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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El año que viene

ESTA BREVE y sumaria relación de lo mucho que se ha conseguido en 1977, de lo que sólo ha sido iniciado durante ese período y de lo que falta aún por conseguir sirve, al tiempo, para indicar las grandes cuestiones que nuestro país ha de afrontar y debe tratar de resolver a lo largo de 1978.Seguramente a mediados de año el pueblo español podrá pronunciarse, en referéndum, sobre la Constitución aprobada por las Cortes. A lo largo del primer semestre se realizarán las elecciones sindicales, que permitirán determinar la implantación de las centrales sindicales y, consecuentemente, dar su destino final al patrimonio sindical, condición básica para construir un eficaz sistema de relaciones industriales.

El tema de las elecciones municipales se ha convertido en un argumento para un relato de Kafka; no se sabe si se van a celebrar o no a corto plazo, ni qué partidos propugnan o se oponen sinceramente a la convocatoria, ni cuáles son las razones de la demora, ni qué constelación de alianzas y pactos subyace a ese misterio. Lo único evidente es que deberían celebrarse antes de abril y que su postergación debilitaría considerablemente la vida democrática.

De la cordura y sentido político del Gobierno cabe esperar que el régimen preautonómico para el País Vasco sea aprobado en los primeros días de 1978. Sería una nueva prueba de ceguera que volviera a repetirse, a propósito de las instituciones de autogobierno, la misma cadena de errores a que dio lugar la persecución de la ikurriña y la negativa a promulgar la aninistía total. ¿Será necesario que vuelva a apoderarse del País Vasco un huracán de locura, de sangre y de violencia para que el Gobierno cumpla sus compromisos con la Asamblea de Parlamentarios vascos? Tal vez esta medida no acabe con el terrorismo criminal de ETA. Pero la política de un Estado no debe planificarse para unos meses sino para años vista. El régimen preautonómico vasco y la legalización de Ia izquierda abertzale que renuncia a la violencia aunque no abandone las consignas indepcindentistas, son los primeros pasos para la negociación de un Estatuto de Autonomía en el que se incluya la delicada cuestión del mantenimiento del orden público en Euskadi.

Queda, finalmente, la instrumentación de los pactos de la Moncloa. De la colaboración del Gobierno, de las centrales patronales y sindicales y de los partidos políticos depende que los acuerdos referentes a la política económica y el pacto social se cumplan. Sólo así podremos combatir la inflación, relanzar la inversión, mejorar nuestra balanza exterior y frenar el desempleo. Pero tan importante como el cumplimiento de la parte económica de los pactos es que el Gobierno y UCD sean fieles a la palabra dada en el resto de los acuerdos. De otra forma tomarían cuerpo los rumores de que las concesiones hechas por el partido del Gobierno en los aspectos políticos, en la reforma de la educación y en el control de la Seguridad Social tuvieron como principal propósito endulzar la amarga medicina que para la izquierda supusieron las medidas económicas con promesas verbales de incierta realización. El incumplimiento gubernamental de las cláusulas no directamente implicadas en la política económica puede convertir los pactos de la Moncloa en un papel mojado también en lo que respecta a las medidas destinadas a salir de la crisis económica.

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