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La muerte de "Charlot"

Un ciudadano del mundo

La muerte del «más grande cómico de todos los tiempos», con palabras de su compatriota, el actor británico Lawrence Olivier, ha conmovido las Navidades de nuestro mundo Charlot, a quien André Malraux definía como «el mito en estado puro», murió dulcemente mientras dormía en su villa de Vevey (Suiza) la pasada noche de Navidad. Los ángeles estarán de fiesta una temporada, riéndose con su nuevo y entrañable compañero.Charlot cómico, Charlot actor, Charlot niño, Charlot hombre. Hombre de nuestro siglo, que excepto en sus últimos años supo ver muy claramente el devenir histórico del mundo y el lugar que ocupaba.

Su infancia fue «tan sórdida, como la de los personajes de las obras de Dickens». Su padre, alcohólico. Su madre, con la vida familiar y profesional truncada, sola, enferma y loca. Charlie y su hermanastro Sidney no tenían zapatos y su madre se los prestaba por turno para que pudieran ir a una sopa popular en una parroquia vecina. Eso era todo lo que comían. Cuando su madre fue internada en un manicomio su situación se agravó. Los niños pasaban días sin comer, dormían en la calle y fueron detenidos por vagabundos e internados en un hospicio... De esta situación trágica de su infancia, nacería más tarde el gran Charlot, protagonizando la figura legendaria del, personaje pobre y miserable luchando contra la miseria humana, contra las imposiciones egoístas de una sociedad que margina a los débiles y oprime a los indefensos.

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De Chaplin a "Charlot"

Como consecuencia de esta etapa de miseria y necesidad Chaplin fue siempre un hombre consciente y preocupado por el valor del dinero y no se dejó engañar demasiadas veces. Este recelo y preocupación por las cosas materiales se vio acentuado por los intentos de extorsión que sus primeras mujeres intentaron al divorciarse y el pleito con el Gobierno de Estados Unidos de MacCarthy, que lo acusaban de impago de impuestos; no tuvo nunca inconveniente en ser un buen hombre de negocios, a la par que un artista.

De sus cuatro matrimonios, todos ellos con lindas jovencitas, puede decirse que fueron todos fracasos, excepto el último que le trajo esa felicidad envidiable de la que disfrutó en sus últimos veinticinco años. De su primer matrimonio Chaplin decía que «fue un error desde el principio» y se confesaba «enamoradizo» y «débil» ante los encantos de las mujeres.

Durante su primera etapa en Estados Unidos leyó mucho y eso fue lo que le dio una amplia cultura de autodidacta, que le hacía tener opiniones meditadas y certeras, acerca de los problemas de nuestro mundo.

De sus experiencias, de su talento de expresión de actor y de este bagaje cultural saldría su personaje: Charlot, un romántico vagabundo, rechazado por la sociedad egoísta y competitiva, cómico y patético a la vez, vestido eternamente con su chaqueta corta y apretada, viejos e informes pantalones, zapatos deshechos, sombrero hongo, y en la mano, un flexible bastón de bambú. La interpretación de este personaje constituye la más completa gama de valores humanos que un actor es capaz de representar.

Según Jerry Lewis, Chaplin «siempre había estado treinta años por delante de los demás», y se sintió atraído por las ideas socialistas, por lo que éstas tenían de hermandad entre los hombres, sin militar en ningún partido. Pensando siempre en los pobres, de los que conocía sus problemas, defendió las líneas generales de la revolución soviética y la alianza y el apoyo a la URSS durante la invasión hitleriana. A Hitler no podía perdonarle entre otras cosas «el que le hubiera copiado el bigote» y fue mordaz con el personaje de El gran dictador, película no estrenada en España hasta 1976, 36 años después de su realización.

En el apogeo de su fama, poderoso y millonario, siempre ayudó a los necesitados y fue amigo de casi todos los estadistas del mundo, de Chue-en-Lai a Churchill, pasando por Gandhi y Nehru. Amigo también de Picasso, Einstein, Bernard Shaw y de todos los artistas de cine y teatro del mundo. Esperaba pasar por la vida «sin aburrir nunca a nadie» y haciendo todo el bien que fuera posible.

«No soy ruso, soy ciudadano del mundo», declaró al justificar el por qué había aceptado el Premio Stalin de la Paz. «Creo en la libertad, esa es mi filosofía. No soy un revolucionario, soy un pacifista y mi arma es la risa.» Hablando sobre su vida decía haber nacido «para entretener a la gente de cualquier manera».

Ultimo romántico de nuestros tiempos grises, Charlie Chaplin ha demostrado en todas sus películas que el hombre es lo primero, antes que las instituciones y los principios, y que tiene fuerza suficiente para sobrevivir en un mundo materializado, competitivo, industrializado y egoísta. «Los hombres - ha dicho- no nos amamos bastante.»

Sobre la actualidad de sus obras, que han hecho reír a generaciones enteras, todo lo que se escriba es poco. Muchas de sus películas siguen prohibidas en las tierras de los grandes dictadores, que se ven en sus parodias fielmente representados. Películas que son farsa y a la vez testimonio de una época y de un hombre que resumía la esencia de su obra, diciendo que si observamos la realidad «no constituye ningún misterio hacer reír al público». «Es una coincidencia que Hitler use un bigote como el mío. De todas maneras, yo lo usé primero.»

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