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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Nuestra izquierda y el Tercer Mundo

Durante muchos años el tercermundismo era un reducto para intelectuales que, en opinión muy extendida, se evadían así de los problemas reales del país. Opinión alimentada por cierta izquierda que había olvidado los rudimentos más elementales del internacionalismo y que ignoraba uno de los problemas más trascendentales de nuestra época: la lucha de liberación de los pueblos sometidos a explotación colonial. En la actualidad el planteamiento ha cambiado: toda la izquierda española afirma su vocación tercermundista, pero, como el pasado está aún muy cercano, en esta misma izquierda todavía está latente el paternalismo que imperó en la izquierda europea en fechas aún recientes.Dicho con otras palabras. Se corre el grave riesgo de convertir la lucha tercermundista en un instrumento de uso interno. Por nuestra parte consideramos que bajo ningún pretexto se puede manipular tema tan importante. El catálogo de posibilidades no tiene cabida en las páginas de un diario. Apuntaremos solamente algunos temas, entre los más conflictivos, y eliminaremos cuestiones como la violación de los derechos humanos en América Latina y la discriminación racial en Africa Austral, que ya no sólo preocupan a las izquierdas, sino que incluso son utilizadas como temas electorales en Estados Unidos.

Tampoco incidirernos en la cuestión del Sahara occidental y en donde nuestra izquierda parece querer resarcirse de su anterior inhibición sobre el tema mediante un apoyo clamoroso al Polisario, aun con el riesgo de representar episodios tan lamentables y grotescos como el de la entrega de los tres pescadores españoles apresados en aguas mauritanas, liberados en Argel y recibidos en Madrid, tras unas peripecias y ansias de protagonismo que hubiesen hecho las delicias de Polichinela.

Pero hay dos tenias particularmente claves en la vocación tercermundista de nuestra izquierda, El primero es el problema palestino, frente al cual, salvo declaraciones del PSP, llama la atención el silencio de la dirección del PCE y la postura, cuando menos ambigua, del PSOE. Al reunirse. en Madrid, el pasado octubre, el buró de la Internacional Socialista, fuentes del PSOE indicaron que en su agenda figuraban «el desarme y la situación en Oriente Medio». Sin embargo, en esta misma reunión participó una delegación del Partido Laborista israelí, en tanto que no se autorizó la intervención de una representación palestina. No dudamos, ni mucho menos, de que la base del PSOE se sienta pro palestina; pero posiblemente la actuación de su dirección suma a esta base en un mar de confusiones; ya que, entre otras cosas, ni tan siquiera hace suya la afirmación del Gobierno de Madrid de no reconocer a Israel mientras el Estado sicinista no proceda a la evacuación de los territorios ocupados durante la guerra de 1967

En segundo lugar, hay un tema que nos atañe mucho más directamente como potencia ocupante: las llamadas «plazas de soberanía» en el norte de Marruecos. Los partidos oficiales de nuestra izquierda guardan silencio ante el tema o, en los casos más extremos, dudan tímidamente de la «españolidad» de los enclaves. Sobre cuestión tan espinosa, dada la mentalidad nacionalista reinante, escribía recientemente Félix Bayón en estas mismas páginas (EL PAIS del 2, 3 y 4 de noviembre de 1977): «El PSOE tiene en Ceuta un papel muy importante. Poco más de novecientos votos le distanciaron de la victoria en las últimas elecciones legíslativas. Es lógico, pues, que la prudencia política les haga ser cautos en estos momentos de elecciones municipales.» Cautela relativa en la medida en que el líder local del PSOE, Fructuoso Miaja, afirmaba al mencionado corresponsal: «Efectivamente, nosotros decimos que esto no es una colonia»; y que, según informa Bayón, recientemente se llegaron a sentarjuntos en torno a la Plataforma Ceuta pro autonomía, «representantes de Fuerza Nueva, Acción por Ceuta (nombre local de Alianza Popular), Unión de Centro Dernocrático, Partido Socialista Obrero Español y Partido Socialista Popular».

Especialmente ilustrativa fue la polémica sobre la inclusión de Ceuta y Melilla en la representación parlamentaria andaluza. UCD reclama la presencia de los parlamentarios de Ceuta y Melilla, mientras los socialistas se negaban. Parecía que se abría un debate con mucho de bizantino: ¿Forman parte realmente Ceuta y Melilla de Andalucía? Según Félix Bayón, la cuestión es mucho más simple: «La cuestión de fondo, dicen hoy los socialistas, residía exclusivamente en que, si acudían los ceutíes y melillenses, los centristas pasarían de ser minoría a sermayoría dentro de la asamblea de parlamentarios andaluces.»

Estas reflexiones nuestras no pretenden que se nos tome por consejeros no solicitados, ni mucho menos como orientadores de conciencias políticas. Es algo mucho más simple, dentro de nuestra irrenunciable condición de intelectuales comprometidos con la causa del Tercer Mundo. Advertir que los principios anticolonialistas no pueden supeditarse a cálculos electorales; aún se está a tiempo de evitar la desastrosa cadena de errores en que, frente a esta cuestión, incurrió la izquierda europea.

Repetimos que la cuestión es muy simple. Frente al planteamiento actual en Oriente Próximo, tras el entendimiento egipcio-israelí a costa del pueblo palestino, urge una clara y tajante posición de nuestra izquierda al lado de quienes luchan contra un Estado colonial impuesto por la fuerza. Con respecto a las llamadas «plazas de soberanía», la izquierda no puede esperar a que el tema le sea planteado. Ya está sobre el tapete. Una óptica descolonizadora supone la calificación de «enclaves» dentro del territorio nacional marroquí y una postura progresiva impone el estudio del futuro de la población española asentada en estos lugares.

Posiblemente las referencias al PSOE en los párrafos anteriores hayan sido demasiado abundantes. Pero es que, hasta la fecha, es el partido de la izquierda que mayor protagonismo tiene en política exterior, que mayor vocación tercermundista afirma cuando menos de palabra, y que, en último o en primer lugar, es el que se autodefine como una alternativa de poder o de Gobierno. Y sería conveniente que, llegado este supuesto, en lo que respecta al anticolonialismo, hubiese una mayor correspondencia entre su base y su dirección.

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