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La sátira sangrienta de Ramón J. Sender

Cuando, en 1930, Ramón J. Sender publica Imán, su primera novela, es anarquista. Desengañado por la desorganización de los anarquistas, y a raíz de un viaje a la Unión Soviética, a finales de 1933, se siente atraído por la ideología marxista, aunque nunca, llega a pertenecer al Partido Comunista.. Poco tiempo después comienza a alejarse de estas doctrinas hasta llegar a ser un decidido antiestalinista al comienzo de la guerra civil.La guerra le sorprende en San Rafael, pueblecito de la sierra de Guadarrama, con su mujer y dos hijos de corta edad. Desde un primer momento esta zona cae en poder de los insurrectos y queda muy cerca del frente. La familia decide separarse. La mujer y los niños se van a Zamora, con los padres de ella, y él consigue incorporarse a una columna republicana. Debido a las ideas republicanas de su familia, en octubre los insurrectos fusilan a su mujer en Zamora.

Los cinco libros de Ariadna

Ramón J. Sender. Ediciones Destino. Barcelona, 1977.

Estos incidentes, relatados con exactitud y realismo en Contraataque, publicada originalmente en 1938 y hoy inencontrable, son el punto de partida de Los cinco libros de Ariadna. Esta novela, que seguramente es la más extraña de su autor, es una sátira sangrienta, llena de odio y sarcasmo contra estalinistas y fascistas, que se desarrolla dentro de un clima de pesadilla. Escrita en Estados Unidos y publicada inicialmente en Nueva York, en 1957, sólo muy recientemente ha podido editarse entre nosotros.

En un extraño lugar, en el paraninfo del abadiado del Campo de Marte, se desarrolla una asamblea de un organismo, internacional cuyas siglas son OMECC, presidida por el sillón vacío de la Infanta Palmatoria. Durante dos días, regulada por un presidente y ante los Varones Decimales, algunos de los protagonistas de la historia, como el Lucero del Alba y el Obispo de Mondoñedo, y observadores extranjeros, tiene lugar una especie de proceso en el que Javier Baena y su mujer, Ariadna, cuentan sus prolijas aventuras en Pinarel durante el comienzo de la guerra.

Hay una primera parte, que seguramente es la mejor de la obra, en que Ariadna narra su vida en Pinarel, los primeros días de la guerra, y un largo viaje de ida y vuelta por España en un tren de prisioneros. Y una segunda parte en que Javier Baena cuenta sus experiencias como jefe del Estado Mayor de una división en el frente de Guadarrama. Si en la primera hay una sátira contra los fascistas, a los que denomina moruecos, en razón de la cantidad de moros que había en sus líneas, utilizando siempre motes como Braguetón, para referirse al general Mola, o Adalid, para referirse al general Franco; en la segunda, la sátira se polariza en los estalinistas, a los que siempre llama moscularis, por estar al servicio de Moscú, y en ella pone al descubierto las intriga de Stalin. a través de sus agentes de la NKVD, para aprovecharse de a guerra en su propio provecho.

En las narraciones del matrimonio se incluyen historias, excesiva mente prolijas, que exponen la terrible situación que atraviesa el pueblo ruso, dominado por un terrible y omnipotente ser, a quien siempre nombran por los apodos Vodz o Uro, que no es otro que Stalin: tanto por parte de un norteamericano, Michael, que vivió durante una temporada en Moscú, como por parte de una rusa, Sonia, que ha venido a luchar en España.

De cuando en cuando la narración se detiene para describir el decorado, un tanto de ciencia-ficción, el paraninfo en que se desarrolla la asamblea, recorrido por el vuelo de un torpe búho, y al extraño ser que destaca entre los curiosos personajes que pueblan la acción. Enterrado en vida, con una mosca como única compañera, bajo su propio monumento, que él mismo mandó erigir. No hace más que rezar y contemplar su propia imagen en una combinación de espejos desde que le fue negada la comunicación con el exterior, en 1959, años después de haber sido condenado a reclusión perpetua porque no existía la pena de muerte. Una instalación de proyectores electrónicos permite verlo desde el paraninfo. Es alimentado por unos gases nutritivos que produce especialmente para él el Instituto de Bioquímica de Montpellier. No habla, sólo dice monosílabos, como ¡caray!, y, de cuando en cuando, se cuenta los huesos de los dedos durante horas: falange, falangina y falangeta, Este monstruo no es otro que el general Franco.

Tras esta fantástica sátira es fácil ver la realidad. Detrás de Javier Baena está el propio Sender, detrás de Ariadna está su mujer, y el pueblecito de Pinarel no es otro que San Rafael. Si la trama no fuera tan prolija y llena de ramificaciones de menor interés, esta historia de las maniobras de las fuerzas estalinistas durante la guerra civil española sería una de las grandes novelas de su autor; pero tan sólo es una obra irregular donde junto a momentos en que brilla la fuerza de su conciso y peculiar estilo, hay otros que no se comprende muy bien por qué no fueron reducidos o eliminados por el autor en una revisión final.

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