_
_
_
_
Entrevista:

Robert de Niro, de "Novecento" a "New York, New York"

De Niro ha vuelto a París corno triunfador de la vida, añorando quizá aquellos días junto a Marcel Carné, director de una pieza teatral de cuarta categoría como Trois Chambres a Manhatan. De Niro es ya uno de los más afamados y profesionales actores norteamericanos. Sus papeles son preparados bajo unos cánones de perfección que hace que Martin Scorssese, el director-realizador de Malas calles, Taxi-Driver y la última superproducción, de ocho millones, de dólares, New York, New York, le denomine familiarmente «el meticuloso».Robert de Niro. Mire, el trabajo de actor es maravilloso y, desde luego, amo lo que hago. Reconozco perfectamente que estoy en un boyante momento profesional, pero sé también que de nada vale un boom. Sólo el tiempo y la perspectiva me harán ver lo que realmente es mi trabajo. Entretanto debo esforzarme en mis desdoblamientos de personalidad con los personajes que encarno. Por otro lado, no crea que es fácil «cubrir el expediente» con papeles que igualmente pueden cubrir el tipo Pacino, Hoffman, O'Neal o, inclusive, Silvester Stallone. Los críticos y los productores se han inventado todo ese aparato del anti-star y el anti-divo, que no deja de tener la misma carga de comercialidad y consumismo que todo lo anterior.

EL PAIS. Efectivamente, parece que esta etiqueta se explota desde aquel Marthy de Delbert Mann en 1955. Pero para usted que desde los diez años, inscrito en la escuela de arte dramático de Stella Adler, para más tarde acceder al Actor's Studio de Lee Strasberg, se dedica a la interpretación, ¿qué es ser un buen actor?

'El "star-system" murió'

R. N. Cuando uno no se da cuenta del mecanismo de trabajo, del método interpretativo. Siempre hay que hacer lo justo, nunca se debe uno pasar y sobreactuar. Un actor debe conseguir hacernos creer que él es lo que está interpretando. Tampoco creo excesivamente en las modas del show-bussines. El star-system murió cuando sus principales nombres se convirtieron en estrellas errantes. Fue la muerte de un Hollywood que había basado todo su poder en aquel juego de rostros impares. La suerte también es vital. Yo sustituí a Al Pacino en The Gang That Couldn't Shoot Straight por tener éste que ir a El padrino. Semanas más tarde hice un pequeño papel en el filme sobre Vito Corleone y el público se fijó más en mí que en Pacino. Esta es la chispa y la magia del espectáculo.Robert de Niro, a pesar de ser un hombre sencillo, es consciente de su poder. No puede efectuar un solo movimiento sin que sea observado, juzgado y diseccionado. Es modesto. Habla de un pequeño papel y eso le dio en el 74 el Oscar al mejor actor secundario. Con Elia Kazan hizo The Last Tycoon, y dice Kazan que «Brando manifiesta una profunda rebeldía contra el espíritu burgués. James Dean era algo excesivamente colérico y agresivo contra la institución familiar y contra papá y mamá. Brando, alegre y arrogante. Dean, triste, enfermizo e indócil. De Niro es difícil de clasificar. Es un personaje de múltiples facetas, pero siempre con mucha emotividad.»

R. N. Me ha encantado volver a trabajar con Scorssese, en New York, New York, porque ambos procedemos de Little Italy, el famoso barrio neoyorquino junto al Greenvillage, escenario que le sirvió de fondo escenográfico e ideológico para la película Malas calles.

EL PAIS. Lo mismo que a Pacino, cierto público europeo no le perdona su trabajo en Serpico, por las connotaciones que lleva un personaje que es policía y se disfraza de hippie, de misionero, de..., por atrapar más y mejor fumadores de hashis y prostitutas de esquina, a usted, señor De Niro, no se le perdona ese papel reaccionario de taxista moralizador que la emprende a tiros con las prostitutas y los adúlteros. ¿Cómo se defiende a estas anotaciones?

R. N. Desde luego, mis dos anteriores generaciones son de italianos y, con todo, me siento cada vez más distante del pensamiento europeo. No sé cuál es la causa que hace ver fascistas y símbolos decadentes por todos sitios. Estoy asumiendo un personaje a quien no me interesa emular sino introducirme en su pellejo para darle vida. No me diga ahora que por haber hecho al hijo del hacendado Berlinghieri en Novecento, de Bertolucci, se me acuse de ser un gran terrateniente. ¡Ustedes habrán visto qué bien me llevo con mi amigo el bastardo Olmo Daco!, ¿no? Olmo Daco lo hacía Gerard Depardieu y pueden preguntarle lo bien que me llevo con él.

EL PAIS. En New York, New York encarna a un músico (Jimmy Doyle) que toca el saxofón. En el filme parece que usted mismo se da cuenta que el instrumento es una extensión del sentimiento musical del ejecutante de jazz...

R. N. Efectivamente. Georgie Auld fue uno de los más grandes saxofonistas de swing, junto a Benny Goodman, por los cuarenta. El ha sido mi mejor profesor. Hay momentos en los que, junto a Lizza Minelli cantando, parece que lo hago de verdad.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_