Duras críticas de los editores catalanes al Ministerio de Cultura
Rueda de prensa sobre los últimos secuestros de libros
Representantes de numerosas editoriales catalanas -Ediciones 62, Avance, Grijalbo, Gaya Ciencia, Seix, Tusquets y otras- expresaron ayer conjuntamente su viva preocupación ante algunos secuestros de libros, en los que el elemento iniciador de la acción legal ha sido el Ministerio de Cultura.
Los editores expusieron cuatro casos concretos. El libro de Francisco García-Salve Yo creo en la clase obrera, editado por Sedrnay, en el que el ministerio fiscal intervino a instancias del Ministerio de Cultura y después de que hubiese transcurrido el plazo legal de depósito.Otro caso citado fue Luchas autónomas en la transición democrática, publicado por Ediciones Cero, empresa que tuvo noticias del secuestro a través de una llamada telefónica de EL PAÍS.
El tercer caso afectaba a Tusquets Editores por el libro Memorias de una cantante alemana, de Wilhelmine Schroeder-Devrient, prologado por Guillaume Apollinaire. Este libro, secuestrado por el posible delito de escándalo público, tipificado en el Código Penal común.
El cuarto caso concernía a un libro inespecificado del marqués de Sade, editado por Asesoría Técnica de Ediciones.
Asimismo fueron aludidos otros casos de libros sujetos a medidas de distinto carácter: El beso de la mujer araña (Seix), Las fuerzas armadas y Los objetores de conciencia (ambos de Gaya Ciencia).
Josep María Castellet (Ediciones 62) definió a los afectados como «editores modestos, especialmente perseguidos por el franquismo», y añadió no comprender por qué el Ministerio de Cultura denunciaba ante el juez libros como los citados. Precisó Castellet que «nos encontramos ante el problema de la arbitrariedad. Nos encontramos también con una legislación penal que no es la de una democracia, sino la del fascismo. No vemos motivo que justifique el secuestro»
Alfonso Carlos Comín (Editorial Avancé) manifestó que en el actual Ministerio de Cultura «hay una trastienda» donde continúan personajes del período más negro del fascismo. Después de calificar de arcaica la vigente ley de Prensa, Comín se mostró partidario de una ausencia de normas de control en el terreno de la edición, exceptuadas las propias de una justicia democrática. Comín terminó diciendo: «Si empieza habiendo secuestros de libros, se acaba con secuestros de prensa».
Todos los editores catalanes presentes contrastaron la gran liberalidad de diversos dirigentes del Ministerio de Cultura en sus conversaciones privadas con hecho que, en la práctica, se dieran casos de denuncia y secuestro.
Grijalbo, propietario de la editorial del mismo nombre, afirmó que «es suficiente que se prohiba un solo libro para que todos los editores estemos preocupados». Con ironía afirmó que «se dice que un libro puede crear bajas pasiones, pero las farmacias también tienen productos con este efecto y no por ello se prohiben las farmacias». Añadió que todo secuestro crea una situación de justificado temor en el editor, que coarta su libertad. Como soluciones se apuntaron varias. Por un lado, Rosa Regas (Gaya Ciencia) consideró la posibilidad de que un crecido número de editores se negaran a prestar sus libros a depósito previo.
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