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Entrevista:

"Aplicar tecnologías sin conocer las consecuencias es la causa de muchos desastres ecológico"

La semana pasada se constituyó en el Senado la Comisión de Medio Ambiente, de cuya mesa fue elegido presidente el senador por designación real José Luis Sampedro, miembro dentro del Senado de la denominada Agrupación Independiente.

José Luis Sampedro, catedrático de Estructura Económica de la Universidad de Madrid, en la que enseñó hasta 1969, fecha en que, a raíz de unas deportaciones de profesores, abandonó la docencia, es autor de obras de economía entre las que cabe destacar Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, y de novelas como Congreso en Estocolmo y El río que nos lleva.

Sampedro es un humanista conocido por sus preocupaciones ante un desarrollo que no respeta la calidad de vida y del medio ambiente. Es posible que ello le llevara a ocupar la presidencia de esta Comisión de Medio Ambiente del Senado, promovida, entre otros, por el portavoz de Agrupación Independiente, Justino Azcárate.

«Me encontré -manifiesta Sampedro- con que los partidos habían convenido una candidatura en la que yo aparecía como presidente de esta comisión. A pesar de mis limitaciones, he aceptado porque considero que trabajar por el medio ambiente es una responsabilidad que no puedo eludir.»

EL PAIS: ¿Cómo ve usted la posibilidad de luchar por una mejora del medio ambiente en una sociedad que antepone el desarrollo económico a otros valores?

J. L. Sampedro: Para mí no hay incompatibilidades entre desarrollo y calidad de vida o medio ambiente. Lo que hay es una incompatibilidad entre este desarrollo, eminentemente tecnificado y consumista, con la conservación de la naturaleza y con la calidad de vida. Hay otros desarrollos concebibles y esto es lo que me parece que está emergiendo en la conciencia mundial. La solución del desarrollo no está en producir más y más, sino que hay que pensar en el tipo de de manda, en el tipo de consumo.

EL PAIS: Uno de los argumentos en la construcción de centrales nucleares es que nuestra sociedad necesita cada vez más energía. ¿Hasta qué punto considera usted cierta esta afirmación?

J. L. S.: Yo recomendaría a los que defienden a ultranza la expansión de la energía nuclear que repasen la historia. Si hoy estamos luchando contra graves casos de contaminación es porque los puramente técnicos y los científicos han estado aplicando técnicas determinadas con una ignorancia escandalosa de las consecuencias que luego tienen esas aplicaciones. En esas circunstancias yo planteo la cuestión de la energía nuclear en base a los siguientes criterios: ¿cuáles son las demandas de energía? Estas no dependen solamente del deseo de producir indefinidamente, sino de que nos fijemos un tipo de vida. La calidad de vida no crece con el aumento de consumo de bienes materiales, el hombre tiene otras dimensiones. En base a esto pienso que las necesidades de energía pueden ser muy inferiores a lo que pensamos.

Por otro lado, es evidente que las centrales nucleares tienen riesgos. Yo no soy antinuclear, pero considero que hay que ser prudentes y esperar a ver qué pasa con las centrales nucleares ya construidas antes de sembrar todo el país de centrales nucleares, simplemente para satisfacer intereses lucrativos de empresas particulares y satisfacer tendencias imperialistas de países que lo que están intentando es controlar los mercados mundiales.

Las curvas de la demanda de energía son exponenciales porque se han querido extrapolar así, y por ello no veo razón para apoyar una proliferación irracional de centrales nucleares.

EL PAIS: Sin embargo, las empresas insisten en que una protección del medio ambiente que limite los márgenes de contaminación y riesgos implica un enorme aumento de los costos sociales y económicos de la producción y un agravamiento de la crisis.

J. L. S.: Cualquier tipo de política que trate de supeditar el interés privado al interés colectivo será atacado desde el sector privado con esos argumentos que usted me plantea. Lo que tiene que hacer el político es ver cuál de esos intereses es más respetable. La solución de algunos problemas no está en degradar el ambiente de 37 millones de personas para salvar una empresa. No es válido que una empresa que se encuentra en malas condiciones amenace con el paro de sus obreros. Por desgracia, dentro de una economía de mercado, los argumentos de lucro de mercado tienen siempre mucha fuerza.

EL PAIS: Ante esta situación, ¿qué planes tiene la Comisión del Medio Ambiente del Senado?, ¿qué cree que puede lograr esta comisión?

J. L. S.: El Senado no puede sustituir la acción ejecutiva del Gobierno. Yo me planteo con frecuencia el problema de este Senado, que es un poco pirandelliano, en. el sentido que son 247 personajes en busca de un autor. El Senado no tiene sentido como reduplicador de la labor del Congreso, su tarea yo la veo más bien con un sentido de prospectiva. Nuestra comisión, en mi opinión, deberá tener capacidad de imaginar, en el sentido científico de la palabra; debe controlar, y, finalmente, contribuir a movilizar.

EL PAIS: En esta línea, ¿piensan ustedes contactar con los diversos grupos ecologistas?

J. L S.: Personalmente estoy dispuesto a contactar con todo el mundo. Tengo mucha más fe en la desconcentración del poder que en el ejercicio paternalista del mismo.

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