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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La incipiente "opinión pública" en el siglo XIX

La oratoria es el género decimonónico por antonomasia, de tal manera que el estilo oratorio llega a influir en todos los demás géneros y en la lengua cotidiana. El orador alcanza con ello un prestigio -al menos a nivel de superficie socialismo igualado por ningún otro artista de la palabra. El periodismo es otro de los componentes básicos del siglo XIX. Unico medio de la que podríamos llamar «incipiente comunicación de masas», entra en este siglo en su fase histórica, y su influencia social, sobre todo en ciertas clases, va a ser también muy notoria.Oratoria y periodismo han sido elegidos como temas de la investigación paralela de María Cruz Seoane -extenso trabajo documentado, con fragmentos ilustrativos de discursos y una larga relación de periódicos y revistas más significativos del período estudiado-, «porque prensa y oratoria, géneros más representativos del espíritu del siglo, se presentan como vehículos fundamentales para tomar el pulso a un período importante de nuestra historia y catalizadores de la opinión pública y del aparato del poder de un siglo que se debatió entre el oscurantismo y la libertad de expresión».

Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX

María Cruz Seoane. Madrid, Fundación Juan March, Castalia, 1977.

Periodismo y oratoria comparten también el carácter de utilidad. En su naturaleza lo útil predomina sobre lo bello. Así, durante el siglo XIX seguirán una evolución paralela oscilando del silencio al desbordamiento, según el mayor o menor grado de libertad de que se disfrute en cada momento. Por otra parte, periodismo y oratoria son armas de combate. Se dirigen a un público determinado y están ligados como ningún otro género a la actualidad, a la hora presente, de la que reciben el estímulo a la vez que se lo comunican. Ambos sólo pueden mantener una influencia transitoria, pero, al fin y al cabo, una influencia directa.

Aunque no directamente aplicables a nuestros días tal cual se desarrollaban entonces, ambos temas, tan desprestigiados ahora, pueden servir de ejemplo, a la vez que de herramientas de conocimiento histórico, para políticos y profesionales de la información, a fin de que unos y otros acierten a conectar con las auténticas necesidades sociales del momento.

Merece la pena destacar en este trabajo, que abarca desde el proceso revolucionario de 1808 -con una referencia al periodismo ilustrado de finales del siglo XVIII-, hasta la prensa del desastre de 1898, al apunte crítico que en él se hace sobre la aparición de un periodismo moderno al establecerse la libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz. Es entonces cuando la prensa comienza a dirigirse y a apelar a la «opinión pública». Más tarde la prensa -Larra y las dificultades de censura de por medio- se hará de opinión, para terminar el siglo dejando constancia del inicio de un periodismo de tipo informativo.

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