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Reportaje:

Un homenaje popular a Picasso en Málaga

Es frecuente destacar el calor polémico que se ha suscitado, y sigue suscitándose, en torno a la figura de Picasso, a propósito de su incidencia humana, de su actitud política, al conjuro mismo de su nombre, sin advertir de paso la vigencia efectiva de las nuevas categorías formales y vitales que él propuso de cara al porvenir, convertido hoy en presente, y también la positiva respuesta que su escueta memoria suele recabar de la propia memoria colectiva. Y si ello es cierto, en un sentido muy general, no había de dejar de serlo en el particular homenaje que en Málaga, su ciudad natal, se ha venido celebrando, con la inevitable polémica, a lo largo de la última semana, para. concluir, el pasado domingo, en calor y olor de multitud.Ha traído, ciertamente, polémica la semana malagueña, y la ha traído por fortuna, o cual corresponde a la memoria de quien vivió, pintó, escandalizó, esculpió, ejemplificó, destruyó, inventó, construyó... y falleció en perpetuo debate público, entre admiraciones y anatemas. De estos últimos se ha llevado la palma la propia patria del pintor, a lo largo de cuarenta años, y parece ser que ciertos sectores de la opinión insisten en que el saldo nos siga siendo favorable. Entre una de cal y otra de arena, ciertos sectores de la prensa malagueña han coadyuvado, sin conseguirlo, a que el homenaje se asemejara lo más posible a la ceremonia de la confusión.

Ha habido, en efecto, un propósito de airear las posibles deficiencias o lagunas del homenaje. ¿Cuáles? Valgan los datos fríos por todo testimonio. ¿Es acaso desfavorable una estadística que de dieciocho actos programados atestigua que se han llevado a cabo dieciséis? Se han destacado, intencionadamente, las actividades y espectáculos (el gran recital de baile y cante flamenco, y los dos de música popular) en que el pago de entrada no parecía del todo asequibles al gran público, y se han omitido descaradamente aquellos otros (las representaciones teatrales, sobre todo) en que los precios resultaban más que populares, y cuantos se ofrecían, que eran los más, de forma absolutamente gratuita: proyecciones cinematográficas, grupos de marionetas, exposiciones, conferencias, coloquios... y, a la cabeza de todos, el gran acto poético que, el pasado domingo congregó a unas 5.000 personas en las instalaciones del polideportivo malagueño.

Una pura casualidad

Otro síntoma de la imparcialidad que la prensa local ha mantenido en torno al homenaje creo que queda bien reflejado en el apartado, o sección fija de cartas al director. Ya es casualidad que sólo vieran la luz las que ponían de manifiesto el lado negativo, y ni una sola de las que pudieron llegar en favor de lo hecho y bien hecho. Tal vez no las hubo, o, tal vez, ninguna de las 5.000 personas que se sumaron, a rebosar, en el acto final del homenaje tuvo tiempo o ganas de hacer pública una adhesión que su propia presencia física dejaba suficientemente certificada. Dejémoslo, pues, en pura y simple casualidad, no sin antes advertir que de las tres exposiciones (de pintores malagueños, de artistas de toda España y de carteles conmemorativos) que a lo largo de la semana se han inaugurado no ha aparecido en la prensa de la ciudad la menor recesión crítica, salvo la gracia de quien escribió que en las dos soberbias obras presentadas por Tápies y Miró lo único destacable era la firma.

Tampoco la Universidad ha dado la menor señal de adhesión o simpatía, de no haber sido en la cesión del salón de actos para las conferencias de los profesores Bonet Correa y Cirici Pellicer y la de quien esto escribe. Cabe suponer que el carácter no académico de los actos conmemorativos haya provocado el total desentendimiento de los que velan por los ineluctables designios del alma mater. Es, por contra, de justicia significar que lo que ellos no quisieron hacer lo hicieron los bedeles, quienes, hallándose en huelga reivindicativa de sus justas aspiraciones laborales, no dudaron en romperla a la hora de colaborar en todo lo concerniente al homenaje.

La participación del Ateneo

La contrafaz del académico desdén universitario búsquese en la activa participación del Ateneo malagueño. Su acrisolada independencia e inquebrantable actitud liberal, a lo largo de estos últimos cuarenta años (en que lo uno y lo otro entrañaban grave compromiso), han venido a constituir un punto de apoyo fundamental para que el homenaje llegara, como ha llegado, a buen puerto. Por iniciativa suya tomó cuerpo en su día la idea del monumento a Picasso (que, pese a ser propiedad municipal, quedó inaugurado, el pasado domingo, al margen de toda representación oficial o simple protocolo), y por acuerdo unánime de los asociados, su presidente y secretario asumieron análogas funciones en el comité ejecutivo de la comisión organizadora de¡ homenaje.

Satisfecha, y no poco, puede sentirse ésta de una complejísima gestión que, contra viento y marea (dimes y diretes, deserciones e invectivas), se ha visto felizmente consumada, y en su práctica totalidad. Se quiso desde el principio, y por principio, que el homenaje. fuera independiente, y así, en efecto, lo ha sido, por encima de partidismos, insinuaciones y provocaciones de uno u otro signo, y al margen de toda injerencia oficial. Se decidió que había de tener un alcance estatal (basado en la colaboración de distintas comisiones participativas a nivel de Estado español), y las previsiones han quedado holgada y venturosamente excedidas, si se toman en cuenta las incontables adhesiones procedentes del extranjero, entre ellas la del director general de la UNESCO.

Se pretendió, por último, que la conmemoración fuera eminentemente popular, y eminentemente popular ha resultado, por más que los impenitentes pescadores de aguas revueltas (dudosos representantes del movimiento ciudadano, falsos comisionados de asociaciones vecinales, supuestos líderes de partidos extra parlamentarios o ultra-lo-que sea...) se empeñaran en aguar la fiesta. Ahí queda el testimonio de esos miles de personas que en el acto final del homenaje honraban con su aplauso unánime la voz y el verso de quienes (Alberti, Aleixandre, Jorge Guillén, Celaya, Blas de Otero, José Luis Cano ... ) dedicaban sus mejores honras al inmortal malagueño, y en su propia ciudad natal. Un homenaje sin polémica no puede ser (al menos en España y por ahora) un auténtico homenaje picassiano. Muy gracioso, en fin, ese periodista de Málaga que, apenas iniciado el primer acto conmemorativo, vino a sugerir que Picasso, desde la tumba, haría un corte de mangas a los organizadores. ¿Por qué a los organizadores y no a él y a quienes, como él, ven en el símbolo picassiano la frustración de un pasado que ellos desearían para sí y para el orbe, imperecedero, la no retroacción hacia un ayer que ellos quisieran imponer, a manera de dique, en el curso fluyente de la historia?

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