Las revistas "Carmen" y"Lola", redivivas
Pisándole los talones a las revistas ultraístas -Grecia, Ultra, Cervantes, Tableros, Reflector, Horizonte, que se publican entre los años 1918 y 1922- van surgiendo, en la década de los años veinte, las revistas de los poetas del 27: en 1926 aparecen la malagueña Litoral y la sevillana Mediodía; en 1927 la onubense Papel de aleluyas, la murciana Verso y prosa y la santanderina Carmen con su traviesa amiga Lola-, y en 1928 la granadina Gallo, dirigida por Federico García Lorca y su hermano Paco, y de la que sólo se publicaron dos números. No son éstas las únicas revistas de la famosa generación, pero sí las más importantes y las, más buscadas por los bibliófilos y los eruditos. Ya decía hace muchos años Guillermo de Torre que la historia de la literatura no se puede hacer sin conocer las revistas literarias de la época que se trate de estudiar. Para el estudio del desarrollo de nuestra poesía en los años veinte, las revistas que acabo de citar son un instrumento indispensable. Ello explica el interés de algunos editores por hacer reediciones facsimilares de esas revistas, en sus colecciones completas, poniendo así a disposición del lector de hoy un material literario que raramente se encuentra en nuestras bibliotecas y hemeriotecas. De las revistas citadas contamos ya con reediciones de Litoral,Verso y prosa y Gallo. Y ahora le ha tocado el turno a Carmen y a su inseparable amiga Lola, que es el contrapunto hum lorístico a la seriedad y exigencia de Carmen. Gracias a Ediciones Turner, que ha reeditado ambas revistas en un precioso volumen, ofreciéndonos en impecable facsímil todos los números de las mismas, podemos hoy gozar de una joya bibliográfica que es al mismo tiempo un texto poético de alta calidad y un material muy útil para el especialista en la poesía de la época. Como es sabido, Carmen fue fundada por Gerardo Diego en diciembre de 1927, casi coincidiendo con el famoso viaje de los poetas de la generación -o del grupo, como prefiere llamarlos Gerardo- a Sevilla, generosamente invitados por Ignacio Sánchez Mejías, amigo de todos ellos, para que leyeran sus poemas en el Ateneo sevillano. La revista se imprimía en Saritander, pero la dirigía Gerardo- desde Gijón, donde a la sazón se hallaba como profesor del Real Instituto de Jovellanos. Llevó. desde el primer número, el subtítulo de Revista chica de poesía española, y la suscripción a seis números costaba la modestísima suma, que hoy nos parece increíble, de nueve pesetas. No faltó casi nadie del grupo a la cita poética, que convocó el director de la nueva revista: Guillén y Salinas, Lorca y Alberti, Aleixandre y Cernuda, Prados y Altolaguirre, y, naturalmente, el mismo Gerardo. Pero a ellos se unieron el gran Juan Larrea, Fernando Villalón, Quiróga Pla, Adriano del Valle y Joaquín Romero Murube. Y como prosistas de la generación, dos muy unidos a ella: José María de Cossío y José Bergamín. Sorprende la ausencia de Dámaso Alonso, aunque no falta en Lola.Refugio de la poesía
En el prólogo que ha escrito Gerardo Diego, al cumplirse el cincuentenario de la revista, para esta edición facsimilar de Turner, nos cuenta con detalle el autor de Angeles de Compostela cómo fue el nacimiento y la aventura de Carmen, siempre cubriendo con su seriedad a la juguetona y deslenguada Lola. A lo que aspiraba Carmen, nos dice Gerardo en esas páginas prologales, es, sencillamente, a «ser un puro refugio de la poesía española, la sola revista a ella consagrada por entero... Será una antología representativa de nuestra poesía militante». Ya en el primer número de la revista habla escrito Gerardo que «a nuestra Carmen no le apasiona más que la poesía ... » y que «no entiende nada, no quiere entender nada de literatura». Para los poetas de¡ 27, en efecto, la literatura era oficio menor, que la poesía, sumo arte, desdeñaba. En lo cual no hacían más que seguir a Juan Ramón y también a Rubén Darío, quien en el poema que abre sus Cantos de vida y esperanza había ya expresado su «horror de la literatura». Más tarde, este horror fue remitiendo, y en los años treinta, un grupo de jóvenes escritores -Ricardo Gullón, Ildefonso Manuel Gil, al frente- reivindicaron la palabra y fundaron una revista a la que dieron como título, precisamente, Literatura.
No deja de sorprender que el primer número de Carmen -diciembre de 1927- se abra con un poema de Luis Cernuda -Egloga-, ocupando el puesto de honor por delante de Guillén, Alberti y Larrea, que colaboraron también en ese número inicial. En su excelente prólogo lo explica Gerardo, recordando que de todos los poemas que había recibido para la revista, era Egloga el que le pareció más importante. Gerardo recibió Egloga a comienzos de octubre de 1927, y acusó recibo a su autor con estas líneas, fechadas en Gijón el 13 de ese mes: «Querido Luis Cernuda: Muchas gracias. Sinceramente me gusta su Egloga. En todo mome-nto está tersa y sostenida, y tiene detalles muy bellos.» Cernuda volvió a colaborar en el espléndido número homenaje -que fue doble- a Fray Luis de León. Casi toda la generación se dio cita en ese número, en el que sorprende el «asombroso» -como le llama Gerardo en su prólogo- soneto de Aleixandre a Fray Luis.
Tradición y vanguardia
No dejó Gerardo de invitar a los grandes poetas mayores de entonces para que colaboraran en Carmen. Juan Ramón se negó en rendondo -y Lola se vengaría, con gracia, de ese desprecio-; Antonio Machado prometió enviar algo, pero no cumplió su promesa. Unamuno fue el único que envió una colaboración: la Carta a Bergamín que aparece en el número cinco -abril de 1928-, firmada en Hendaya por «Un poeta enigmático y solo», ya que, don Miguel no quería entonces aparecer colaborando con su nombre en la España del dictador Primo de Rivera, por quien sentía, como es sabido, un odio visceral.
Gerardo Diego fue fiel en su Carmen a lo que ha sido el signo de toda su aventura poética: sumar la- tradición y la vanguardia: junto a los clásicos mejores -Fray Luis, Argensola, Bocángel, Jáuregui, Somoza los vanguardistas tentados por el creacionismo y el surrealismo -admirables poemas de Larrea, de Alberti, de Gerardo mismo-.Un romance gitano de Federico puede ir acompañando a un poema surrealista de Larrea, unas seguidillas de Alberti a un estremecido poema de Prados. Pero si la poesía reina en los siete números de Carmen, no estuvo ausente de ella la, prosa, y hay que destacar los dos interesantes textos críticos de Gerardo Diego: «La vuelta a la estrofa» y «Defensa de la poesía», unas sutiles páginas de José María de Cossío sobre Fray Luis y Francisco de Rioja, y unos enigmáticos y transparentes aforismos y sentencias de José Bergamin.
Y junto a Carmen, su inseparable Lola, su amiga y complementaria. Pero de ella ya apenas me queda espacio para hacer el elogio debido y piropearla como se merece. Baste decir qud, más pequeña y modesta de formato y de papel fue también jacarandosa y burladora, lenguaraz y descarada, llegando hasta provocar las iras de Juan Ramón Jiménez y de otros poetas tan susceptibles como él. En Lola podrá encontrar el lector la divertida historia de los homenajes del 27 a Góngora, las cartas de los ofendidos, la crónica de la coronación de Dámaso Alonso en la sevillanísima Venta de Antequera y las estupendas finojepas, en la línea más lúdica y jovial de algunos poetas de la generación: Federico, Alberti, el propio Gerardo. Los cincuenta años transcurridos no han logrado marchitar la fres ea y viva poesía,de Carmen, las burlas y parodias de Lola. Ambas inseparables amigas han resistido muy bien la prueba del tiempo, y su lectura encanta aún al lector de hoy que sea sensible a la belleza y al ingenio.
Babelia
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