La izquierda y la derecha se definen ante el pacto económico
El acuerdo económico de la Moncloa entró ayer por la vía parlamentaria, a través de la resolución aprobada por el Congreso, con el único voto en contra de Francisco Letamendía, diputado de Euskadiko Esquerra. El pacto, presentado técnicamente a la Cámara por su principal artífice, Enrique Fuentes Quintana, fue solemnemente asumido por todas las fuerzas del Congreso como solución democrática para sacar al país de la crisis.
Al margen de ese fruto, la sesión plenaria del Congreso de Diputados ofreció la utilidad de centrar las posiciones de los distintos grupos parlamentarios no sólo sobre el pacto, sino sobre el momento político que ahora se inicia. La piedra de toque, los problemas económicos, son suficientemente concretos y tangibles para que los partidos no pudieran andarse con ambigüedades ni juegos malabares. Los grupos más pequeños, empinándose políticamente, hablaron de sus aportaciones a la parte positiva del pacto y repudiaron las para ellos negativas. En cambio, ni Enrique Fuentes, ni Carrillo, ni Felipe González, ni el propio Suárez -verdaderos protagonistas- se atribuyeron los derechos de autor.Ante unas soluciones económicas, la ubicación izquierdista o derechista de las fuerzas políticas les dictaba su posición. Alianza Popular y la minoría catalana, encantadas con la aceptación del marco de la economía de mercado. Los socialistas y comunistas, lamentándose ante las ventajas para el capitalismo y prometiendo soluciones socializadoras para el futuro posible.
Cada cual hablaba para su propia clientela. Los ataques dirigidos por la izquierda hacia la raíz política de la situación económica actual. -la época franquista- los desvió López Rodó resucitando unos elogios del profesor Fuentes Quintana a la etapa desarrollista de los años sesenta. Pero la obsesión aliancista por la autoridad dentro y fuera de la empresa, el orden público, la seguridad, volvía a denunciar a AP como una fuerza coherentemente derechista.
Sólo la posición de Unión de Centro Democrático (UCD) resultaba incómoda ante el pacto económico. Un partido como UCD que es uno y trino al mismo tiempo, que se asienta sobre un electorado de derechas y que cuenta con diputados mitad franquistas mitad repescados de la Oposición, podía difícilmente asumir una actitud coherente ante un acuerdo que se escora ligeramenle hacia la izquierda, al menos visto desde la derecha. Acaso por eso, José Pedro Pérez Llorca, uno de los cerebros de UCD, vinculó el resultado de la Moncloa a los presupuestos electorales de la Unión del Centro. El propio Suárez se esforzó en recordar unas palabras suyas a través de RTVE, el 13 de junio, para tranquilizar a unos y a otro: todo estaba previsto, se está realizando el programa original, vino a decir. Las primeras elecciones a las que UCD se presente nos mostrarán la realidad.
La gran lucha política, con todo, sé planteó ayer entre las dos grandes fuerzas políticas de la izquierda -socialistas y comunistas- cuyos líderes respectivos ofrecieron los discursos más brillantes y enjundiosos políticamente, uno y otro aplaudidos.
Felipe González afirmó que la llamada de la Moncloa se produjo porque había una carga que compartir, no porque hubiera nada que repartir. En nombre del PSOE asumió la responsabilidad, pero quiso espantar definitivamente las amenazas utilitarias que esgrime la derecha de que puede venir un Pinochet, porque no creía en ellas.
Después de terminado el Pleno, Suárez felicitó tan efusivamente a Felipe González, que no tuvimos más remedio que preguntar al presidente si nos encontrábamos ya ante el Gobierno de coalición. Más que sus palabras -«¿Pero qué dice?»- respondió la expresión de asombro de Adolfo Suárez.
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