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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El castellano

Estos días se habla mucho del castellano en castellano. Hemos vivido unas fechas patrióticas y periódicas en las que todo el mundo nos ha recordado que somos doscientos y pico millones de personal largando en la misma lengua. Me escribe Amparo Novella, adolescente catalana, y me pregunta qué se puede hacer para escribir. La ninfa quiere ser escritora. ¿En catalán, en castellano?Mira, Amparo, amor, en principio yo no soy «distinguido señor», como me saludas en tu carta, ni siquiera señor, y mucho menos distinguido. El castellano de Amparo no es bueno. -¿Le voy a decir que lo mejore? No. Seguramente escribe mejor en catalán. Yo qué sé. A las muchas dubitaciones del sexo y de la edad, debe añadir la del bilingüismo. Tendrás que elegir por ti misma, niña Amparo, que no seré yo quien elija por ti. El tópico franquista de la lengua del Imperio nos lo han metido tan adentro que ya casi le da a uno corte hablar del castellano o en castellano. Es la herencia de Franco.

A mí me parece que aunque Franco, que por cierto era gallego, se sirviera del idioma para uniformar,-que no unificar- a los hombres y las tierras de España, aquí en Castilla, cuando menos, debiéramos seguir hablando castellano, porque si no, es que a lo mejor no vamos a entendernos. De todos modos, como tengo mala conciencia con esto de la lengua imperial, he probado a bajar y pedirle al periódico en francés al quiosquero.-Bonjour, mon ami. Le journal? Merci.

-Pero qué le pasa, don Francisco. ¿Se ha vuelto usted del ramalazo?

El quiosquero, el hombre, cree que los del ramalazo hablan francés en plan gay. Lo ha dicho don Cavero, ministro de la cosa:

-El francés ya no es competitivo.

O sea que sigo mi ruta mañanera y saludo al parado en su esquina, que está temiendo que el pacto de la Moncloa le transforme en currante:

-Good morning, tío.

-¿Cuál es hoy su rollo, jefe? ¿Por qué no habla en católico como dori Cristino Martos?

Con el abrecoches he probado el catalán, el gallego, el abertzale y otras lenguas vernáculas. Aunque el abrecoches tiene tres carreras, como ya he contado aquí, y lee de corrido el Financial Times que le bajan envolviendo una sopa vieja, se ha negado a hablar conmigo nada que no sea cristiano:

-Pero don Francisco, si usted va para académico, que se comenta mucho lo suyo, y hasta ha salido por la teleansón hablando en, castellano del castellano, ¿cómo quiere usted que nos entendamos en vernáculo?

El pueblo de Madrid, el buen pueblo de Castilla, parece dispuesto, pues, a seguir hablando en castellano. Son unos reaccionarios. Salud, la niña de las cocacolas, también me coquetea en plan Berceo, y mi única liberación dialéctica la obtengo con la dueña de la tienda, que es francesa y ha encontrado un idioma intermedio entre el francés y el español para hablar con la clientela.

A mí me parece gloriosa esta refloración de las lenguas de la Península, todas antiguas y ricas, pero entre la glorificación televisivo-imperial del castellano y el mudo reproche de los vernáculos, tengo un trauma cada día al escribir estos dos folios en el dialecto de Valladolid. Sé que estoy atentando contra algo, no sé muy bien contra qué, y me queda mala conciencia y he probado a traducir la columna, una vez escrita, al arameo, al ladino y al murciano, pero no queda lo mismo. Sobre todo porque no sé arameo, ladino ni mucho menos murciano. Un trauma, ya digo.

Si los ministros, los estilistas y los telegénicos siguen exaltando a Nebrija por la tele, Nebrija va a resultar el que le escribía los discursos a Franco o el que se los escribe a Suárez. Una especie de Fernando Onega del imperio. Pero las pro gres catalanas, que eran las que más me iban, últimamente me rechazan por utilizar esta lengua militar y frailera. ¿En qué escribo yo a partir de mañana? Mira, niña Amparo, amor "tú suéltate en catalán o, en castellano, en lo que te salga, que el caso es soltarse, y no hagas caso de la tele ni de los fanáticos de ningún diccionario. O rompes a hablar ahora o te quedarás muda para siempre: o sea, cuarenta años.

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