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Gran Bretaña relanza sus relaciones con la URSS

Juan Cruz

La visita que acaba de hacer a la Unión Soviética el ministro británico de Asuntos Exteriores, David Owen, ha sido considerada en el Reino Unido como un éxito diplomático que acerca a los dos países en asuntos que son fundamentales para Londres.El éxito de la visita del ministro británico proviene, especialmente, de la actitud que Londres toma con respecto a una de las bases de la distensión Este-Oeste: el tema de los derechos humanos. En lugar de buscar una confrontación con los países del Este, el Gobierno laborista pregona la necesidad de mantener reuniones periódicas y amistosas que ayuden a fortalecer el concepto del respeto a los derechos del hombre en uno y otro bloque.

David Owen no habló en Moscú sólo con su colega Gromiko, al que ha invitado a Londres y con quien firmó un tratado que compromete a los dos países a evitar una guerra nuclear accidental.

Luna de miel

La «luna de miel» diplomática que se ha establecido ahora entre Londres y Moscú contrasta con el enfrentamiento que hubo hace cinco años, cuando el Gobierno conservador de entonces expulsó de Gran Bretaña a cinco diplomáticos soviéticos acusados de llevar a cabo actividades contrarias al objetivo de su misión.Las buenas relaciones que se han puesto en evidencia durante esta visita del doctor Owen no se corresponden tampoco con la actitud de la prensa y del público británico, que en 1975 y 1976 recibieron airadamente a sendos representantes de la Administración soviética. El tratamiento que merecieron en Londres Shelepin y Ponomarev desaconsejó una visita que Brejnev tenía previsto hacer a Londres desde 1975, cuando le invitó oficialmente Harold Wilson.

En sus conversaciones de Moscú, el doctor Owen no estaba interesado sólo en lograr de sus colegas soviéticos una respuesta amistosa a su presencia y un apoyo cauteloso a la política británica en el sur de Africa. Aparte de conseguir ambos propósitos y de afirmar los objetivos comuries en favor de la distensión, al ministro del Reino Unido le preocupaba este viaje, ya que quería hacer de él el punto de partida para unas relaciones económicas que hagan posible que este país enjugue el déficit de su balanza comercial con la URSS.

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