_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La cuestión canaria / 1

«Fuera godos». Es la pintada más extendida en estos momentos en las tapias y muros de las ciudades y pueblos canarios. «Godo» es la denominación despectiva y peyorativa con que el insular designa al peninsular. Entendámonos, «godo» no es sinónimo de peninsular; «godo» es la designación irritada y xenófoba hacia el peninsular cuando se le ve desde una perspectiva negativa y descalificante. Es una precisión que conviene hacer y tener muy en cuenta si se quiere entender de veras lo que está aconteciendo en el otrora denominado archipiélago afortunado. En este sentido aclaratorio hay que interpretar las recientes declaraciones a la prensa nacional del sicólogo tinerfeño José María Martínez Casto: «Ser godo -afirma- no es tanto una definición de origen racial como una definición de carácter. Ese peninsular hablador, presuntuoso, con aires de superioridad y comportamiento agresivo será siempre un godo por muchos años que lleve residiendo en las islas. Yo, más que de godos y de canarios, hablaría de carácter godo y de carácter canario. Ahí es donde está la diferencia, y eso es lo que configura el sentimiento de canariedad».Un observador superficial de la realidad canaria interpretaría el grito «fuera-godos» como manifestación de un sentimiento separatista en las islas. Es lo que se piensa en la Península y se publica con frecuencia en la prensa nacional. Es incluso lo que quieren hacerse creer un número creciente de canarios, contagiados por los que trazan irresponsablemente las pintadas de este tenor xenófobo. Pero esto es quedarse en la superficie de las cosas, Vayamos al centro de la cuestión. Para ello abrámonos espontáneamente a lo que se advierte nada más llegar a las islas Canarias. Nada más llegar allí se advierte una sensación de profunda desesperanza y creciente irritación. Sobrados motivos hay para ello, ciertamente.

Sombrío panorama

Uno de cada diez canarios no tiene trabajo. Uno de cada cinco no cuenta con vivienda ni con asistencia sanitaria adecuadas. Una de cada dos empresas canarias está actualmente en crisis. Los salarios han sido prácticamente congelados, en su mayoría, en niveles muy bajos, mientras que los precios suben un 30% anual. Las islas Canarias padecen el mayor índice de analfabetismo de España. La presión demográfica es casi insoportable, con índices de crecimiento «tercermundistas». La vida social y cultural canaria sufre una degradación progresiva. Y, para colmo de males, la desgraciada forma en que Madrid descolonizó el Sahara ha dejado a Canarias sola ante el peligro. Los canarios tienen clara conciencia de que su circunstancia geohistórica ha sido modificada de raíz y para siempre. Canarias ha pasado de la condición de tierra interior española a la de frontera. Hasta ahora la historia del archipiélago había discurrido sin sobresaltos exteriores, si se descuentan los episódicos ataques de los corsarios británicos y holandeses. La tierra más cercana -y bien cercana que está- es el Sahara, y este territorio ha estado durante estos siglos en manos de los españoles. Precisamente ésta fue la justificación histórica de la presencia de España en la «orilla de enfrente de Canarias». Las islas, pues, ya no tienen las espaldas cubiertas. Hasta ahora el archipiélago ha vivido fuera del protagonismo conflictivo internacional. Para desgracia. de los canarios esto se ha acabado ya.

Desmoralizacióny crisis

La conjunción de la crisis social y económica del archipiélago y la descolonización mal hecha del Sabara conturba enormemente la vida social canaria hasta grados extremos. La sociedad canaria está gravemente desmoralizada. Los supuestos sobre los que ha funcionado pasablemente hasta ahora han saltado hechos añicos. Los roles sociales que mal que, bien venían presidiendo la vida canaria se han quedado vacíos Y sin función. El hombre canario no sabe qué hacer, ni siquiera a qué atenerse en la presente y difícil circunstancia histórica.

«La historia de Canarias es pródiga en crisis económicas y políticas graves, pero ninguna como la actual presenta caracteres tan dramáticos y pesimistas.» En estos términos se expresa el. director del vespertino tinerfeño La Tarde, Alfonso García-Ramos, al comienzo de un lúcido serial en tres partes, aparecidos este verano en su periódico y que conmovió la opinión pública de Tenerife. García-Ramos es, en estos momentos, una de las pocas cabezas claras en el confuso panorama canario. Es miembro del Partido Socialista Obrero Español y pertenece a una familia desde siempre vinculada a las islas, desde la conquista misma. En este serial a que hago referencia el director de La Tarde tinerfeña denuncia la deficiente respuesta -«miedo, ambigüedad, indiferencia»- de la sociedad canaria a los graves retos de la hora presente. La valiente denuncia de García-Ramos provocó las iras del movimiento independentista MPAIAC de Cubillo, que ordenó un atentado contra su periódico, afortunadamente no consumado. En definitiva, la voz de alarma de García-Ramos va contra la «epifanía de la mediocridad fracasada» que está invadiendo las islas (aunque, desde luego, es una lacra que se extiende a nivel nacional). Y así escribe certeramente García-Ramos: «Aquí todo fracasado profesional se nos convierte en independentista, porque aquí todo el negado para hacerse con la cultura que se le ofrece en las aulas o en su forma.ción autodidacta acaba parando en africanista, porque aquí toda frustración personal, merecida o inmerecida, deviene en saña antígoda».

En mi opinión, la deficiente respuesta de la sociedad canaria a sus problemas se manifiesta en dos ámbitos distintos. En la burguesía, desesperanza, ambigüedad y cobardía. Resentimiento, exasperación y xenofobia, en el creciente proletariado en paro.

Burguesía culpable

La burguesía canaria ha sido la gran culpable de la crisis actual, en la medida de su connivencia durante cuarenta años con el aparato centralista del fascismo español. Claro que sus culpas se remontan a tiempos anteriores al franquismo. Una constante del proceder de la burguesía insular ha sido la de utilizar su poder económico en su beneficio exclusivo al servicio de los grandes capitales exteriores. En el archipiélago hubo siempre una especie de pacto tácito mutuamente beneficioso entre las clases dominantes y la pequeña y mediana burguesía agrícola y comercial. De esta manera las clases dominantes podían contar con la imprescindible base política para actuar como articulación local del mecanismo de dependencia. Es una historia que cuenta muy bien el periodista grancanario en su reciente libro «Canarias hoy (Apunte a un procego histórico); A la pequeña burguesía se le contentaba con los puertos francos, que permitían un nivel de consumo barato. Al fondo, las clases populares no contaron nunca-para nada: sólo para emigrar cuando las cosas se ponían difíciles en el archipiélago. Las masas populares han estado desde siempre en Canarias marginadas del piotagonismo social y político en proporciones sólo comparables a lo acontecido en las regiones más atrasadas de España: Galícia, Andalucía y Extremadura. Este maridaje espúreo entre las capas sociales dominantes del archipiélago funcionó mientras el gran capital exterior -peninsular y extranjero- no tenía otro interés que controlar los escalo es exteriores -transporte, merczos extranjeros, etcétera- y dejaba de buen grado el espacio insular a los nativos. Esto se acabó en la década de los sesenta, en que se produjo el «boorn» turístico y la consiguiente especulación inmobiliaria. Los «tycoons» internacionales se abalanzaron sobre el espacio insular hasta entonces reservado a las clases dominantes canarias. Lo trágico del asunto es que nuestras clases dominantes se prestaron al juego, que suponía para ellas un auténtico «harakiri». Sin, demagogia alguna puede decirse que la historia de la burguesía canaria es el triste relato de la dejación de sus propios y legítimos derechos y protagonismos a cambio de fáciles y poco duraderas ventajas coyunturales. La burguesía canaria ha vendido siempre su progenitura por un plato de lentejas.

Clases populares perjudicadas

Como siempre, las clases populares canarias han pagado la factura. Lo inédito de la situación es que la factura, es insoportable y los trabajadores ya no quieren seguir siendo los que se hagan cargo de los platos rotos por otros. La emigración, la habitual válvula de escape de los problemas canarios, ya no sirve por mil razones de todo tipo. Por primera vez en la Historia, el hombre canario quiere realizarse en su terruño, no quiere marcharse fuera para que, a la larga, su puesto al sol en la vida insular termine ocupándolo un forastero. Yo pienso que la actual renuncia del canario a emigrar por las buenas, como ha ocurrido hasta ahora cuando se producía una crisis económica, constituye un factor positivo, porque forzará a los canariog a encontrar soluciones eficaces y duraderas que pongan término a las crisis cíclicas que han azotado al archipiélago desde los tiempos de la conquista hasta hoy mismo. Es quizá lo único positivo de la grave situación actual. Casi todo lo demás es negativo, porque mi impresión es que estas clases populares han sido lanzadas a la exasperación, la xenofobia y el resentiminto, a que antes hacía referencia. Y así no se resuelven los problemas, sino agravarlos y llevarlos a unas coordenadas en que las soluciones se alejan cada vez más y más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_