'Don Carlo' y "Los maestros cantores en la Opera Alemana

En realidad, la Deustche Oper aportó a los festivales berlineses, aparte los espectáculos de ballet, la premiere de Cardillac en su nuevo montaje de Hans Neugebauer y la reposición de Los maestros cantores, con Fischer-Dieskau en Hans Schas. Pero lo cierto es que todo cuanto cada dia se representa en el escenario de la Bismarckstrasse, incluido en el conjunto de las Festivochen, supone contribución del máximo interés.

Pudimos asistir, una vez más, al Don Carlos verdiano, según el montaje de Gustav Rudolf Sellner, con escenarios y trajes de Wilhelm Reinking y dirección musical de Hector Urbon. Nuevo triunfo de nuestra compatriota Pilar Lorengar -un ídolo para los berlineses en el papel de Isabel de Valois, que canta y hace con tanta maestría como elegancia. Con ella reclamó el primer plano de atención el bajo finlandés Martí Talvela, un Felipe II estupendamente caracterizado y cantado con lírica gravedad, dentro de la expresión sobria que el personaje y su imagen reclaman. Soberbia respuesta le dio, como Gran Inquisidor, Bengt Rundgren, en tanto Patricia Johnson puso sus medios vocales y su inteligencia al servicio de una Eboli de gran calidad. Voz fresca ímpetu, acentos de exaltado lirismo, los del tenor Vasile Moldoveanu, aun cuando no apagase en nuestra memoria el príncipe don Carlos que, alguna vez, escucháramos a José Carreras. Desde que Sawallich dirigiera esta versión en la Opera Alemana, el 22 de diciembre de 1964, Don Carlos ha vuelto ar mismo escenario 71 veces. Lo que no sucede con Los maestros cantores en la producción de Peter Beauvis, con escenarios de Schlubach y vestuario de Bilabel. Dada en primera el 12 de marzo de 1976, hemos presenciado ahora la novena repetición, bajo la dirección musical de Eugen Jochum.Como el conjunto de la ópera berlinesa, en todos sus aspectos, alcanza siempre categoría de excelencia, hay que detenerse, de modo especial en el Hans Sachs de Fischer-Dieskau. El personaje wagneriano y su musicalización son de harta complejidad, pues se fundamentan en estructuras que van de lo popular (según el enten dimiento wagneriano del término) a una lírica que , si no temiera ser mal entendido, calificaría de intelectualizada. Por otra p arte, ya es sabido que junto a la significación estricta del argumento" Wagner induce en Los maestros, de manera sutil, la polémica entre el arte convencional y el del porvenir, lo que otorga a la obra mayor carga de complejidad: si se piensa, además, cuanto tiene de explotación y síntesis de un tema tradicional de la literatura alemana. No es el Wagner de Los maestras el misnio de Tristán, por supuesto, pero se me antoja exageración contraponerlos totalmente. Toda. la problemática de Los maestros tiene un centro: Hans Sachs. De ahí la dificultad interpretativa que el cantante berlinés Fischer Dieskau dominó de manera literalmente asombrosa. Los mil matices de intención, los continuos contrastes desde la ingenuidad artesanál hasta el saber en viaje de retorno de todas, las experiencias-, el gesto, la presencia, todo, en fin es vivido por Fischer-Dieskau con tal maestría, tan vital repertorio de actitudes y expresiones teatrales y musicales, que la ópera se hace por una vez verdad . Los escenarios parecen pensados para la versión de Fischer: realismo poético, corporeidad sin excesivo detallismo, reducción de los colores a una gama determinada dentro de cuya unidad caben todas las diferenciaciones