Los baños de Salamanca
El triunfador de la feria de Salamanca ha sido Julio Robles. Tiene gran importancia lo realizado por este torero en el coso capitalino de su tierra, porque después de años en que ha estado apuntando claras condiciones de torero de excepción, al fin ha cuajado, con calidad y continuidad, actuaciones completas. Y los ha barrido a todos -a los de su escalafón, figuras y no figuras- porque hizo el toreo como ninguno.Pero la feria de Salamanca no ha sido importante sólo por eso, sino también por los baños. Tres tardes estuvimos en la feria y tres baños muy significativos nos fue dado presenciar. El primero, puesto a remojo, el Gitano que traía como arma secreta El Pipo. Salió el Gitano de Portugal (o Parrita Gitano) con novillitos de escándalo. Naturalmente, el escándalo se desató. Luego, a la vista del fracaso, El Pipo nos haría llegar, a través de terceros, que él no había elegido semejante ganado para su torero; que se trataba de una maquinación para hundirle. Quizá... o cosas del Pipo. Pero es el caso que el Salamanca y Luis Reina, sin ruidos, sin televisión, sin montaje publicitario, le pegaron un baño en regia, esa tarde, al Parrita Gitano.
El segundo baño lo pegó Luis Miguel Moro, en la tarde de su alternativa, a Camino y El Viti. Nadie duda que Camino y El Viti son toreros, con grandes virtudes, incontables técnicas, sabiduría y seriedad, y cuanto se ha dicho. Pero en sus años y años de ir imponiendo su comodidad y su película -la que ha prendido en las masas, hasta creérsela- nunca se habían encontrado con la horma de su zapato, como en esa actuación -inspirada de Moro -un modesto-, el cual demostró que con la especie de toro que habitualmente torean Camino y_El Viti se puede ser sabio y serio, y técnico, y artístico, y lo que haga falta, sin otro misterio que echarle vergüenza torera al asunto. Moro parecía la Figura; Camino y El Viti, los aprendices.
El tercer baño se lo pegaron Andrés Vázquez y Julio Robles al fenómeno Manzanares. Manzanares es -o quieren que sea, para hablar con propiedad- la figura de las figuras. No se sabe qué pasa, pero en los sorteos le tocan los toros más cómodos y así fue en la corrida concurso de Salamanca, donde el único astillado (tan astillado que sus dos pitones parecían floreros) fue para él. De la elegansia y el arte se habla cuando mencionan a este torero. Pero sale con el capote, y no es que no acierte a dar ni una sola verónica, o chicuelina, o lo que sea, sino que tampoco puede poner en suerte un toro. Marcha adelante, marcha atrás, telonazo aquí, mantazo allá, un rato lar go emplea, y no consigue poner en suerte al toro, incluso ni moverlo, y cuando cree que ya lo tiene en su sitio, lo deja encara do con el tío de la gaita, rumbo Peñaranda de Bracamonte, y naturalmente, ajeno al caballo. Después, claro, aparecían Andrés y Julio con la de mojar, y a dos manos o a una, con un solo capotazo, bellísimo capotazo además, dejaban al toro clava do en el lugar exacto y en la posición idónea para la vara.
Justifican al alicantino porque dicen que se reserva para la muleta, como si torear fuera comer y el gourmet renunciara a los entremeses, principios, carnes y pescados, para atiborrarse de postre. Y tampoco hay tal cosa, puesto que Manzanares, reservado, fracasó en dos toros, y Vázquez y Robles, sin reservarse, cuajaron faenas de excelente corte; la del último, de radical importancia.
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