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España y el Plan Marshall

Razones de una negativa

Hay una similitud asombrosa entre el comportamiento que mantuvieron los líderes soviéticos ante las ofertas norteamericanas para que la Unión Soviética participase y se beneficiase del esfuerzo europeo americano de reconstrucción económica, a raíz de la segunda guerra mundial, y el mantenido por el general Franco respecto del mismo tema. Los líderes de ambas naciones rechazaron la participación en tal esfuerzo si ésta debía de producirse en un marco multilateral que pudiese afectar al férreo control que los respectivos dictadores, Stalin y Franco, mantenían en sus países.La respuesta de Franco al planteamiento norteamericano de normalización económica no tuvo nada de elocuente, pues ni siquiera la hubo. Razones parecidas a las de Stalin influyeron en el ánimo de Franco. Las condiciones puestas por el Gobierno de Estados Unidos para la aplicación a España de los beneficios de su ayuda comprendían, en el terreno económico, la simplificación de la legislación sobre importaciones y exportaciones, el establecimiento de un cambio fijo para el dólar, moneda sobre la que se iba a dimensionar la reconstrucción económica europea, y la liberalización en materia de inversiones extranjeras para permitir la afluencia, también en España, de las inversiones norteamericanas, motor de encendido del incremento de producción que hizo posible el desarrollo del comercio trasatlántico. Naturalmente, este cuadro de medidas suponía una alteración, si no un alto, a la política autárquica.

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Franco no aceptó la oferta de ayuda

Como es sabido, la reconstrucción europea tuvo lugar sin España. Nuestro país arrastró el subdesarrollo hasta el final de los años cincuenta, cuando la bancarrota del Estado (reservas monetarias para sólo un mes de importaciones, en 1956) supuso una grave amenaza para la estabilidad de la brecha político-estratégica que los norteamericanos habían logrado tapar con sus acuerdos con Franco de 1953.

De todo esto se puede deducir que Franco negó a España durante diez años los beneficios del desarrollo económico que gozó Europa desde 1947 (en ese año hubo en Europa occidental una entrada neta de capital de 3 1.000 millones de dólares), porque podía perjudicar su control absoluto del Estado y hasta los rasgos totalitarios de su régimen. Y que accedió a abrazar un nuevo sistema económico sólo cuando se sintió políticamente urgido por Estados Unidos, después de que éstos hubieran depuesto, en razón de la guerra fría, las condiciones políticas a su apoyo económico.

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