Amantes pudibundos
Cuando en un filme o en una obra teatral aparece lo que se llama un escritor de éxito, hay que echarse a temblar; cuando son dos los escritores, tal prevención suele quedar pronto justificada. Tal es el caso de esta película, cuya protagonista reparte su amor entre uno célebre, al que admira por sus obras, y otro menos célebre al que admira por su cuerpo.Este breve preámbulo nos lleva al fallo principal del filme: la poca consistencia de los personajes y el escaso interés de cuanto en ella sucede, que viene a ser lo que ellos mismos cuentan.
La narrativa de Bioy Casares, escritor argentino, afín y colaborador de Borges y como él también admirador de las literaturas europeas, se caracteriza por una técnica rigurosa, lógica elaborada a partir de premisas fantásticas o absurdas que suelen llevar a veces a inesperados desenlaces. No es preciso subrayar la importancia de dicha fantasía a la hora de adaptar sus libros para el espectador, mucho más teniendo en cuenta que un filme no es un libro, que el tiempo en la pantalla escapa, es más caro desde el punto de vista narrativo y nunca vuelve atrás como los capítulos o las páginas.
In Memoriam
Según un relato de Bioy Casares. Guión, Juan Tebar, José María Carreñoy Enrique Brasó. Dirección, Enrique Brasó. Fotografía, Teo Escamilla. Música. Aute. Intérpretes: Geraldine Chaplin, José Luis Gómez, Eusebio Poncela. Dramático. España. 1976. Local de estreno: El Españoleto.
Es preciso estar demasiado alerta en éste para conseguir localizar, siquiera sea furtivamente, algo de esa peculiar invención, que el autor en sus obras nos revela. Todo ha quedado reducido a una historia de amor, a un tríángulo desvaído, a una pasión en la que debemos creer como artículo de fe, pues ni se nos cuenta ni se nos explica. Es curioso que este cine español donde tantas escenas de amor vienen traídas a destiempo y fuera de lugar, las evite pudorosamente a la hora de contar los encuentros entre amantes.
En este juego de falso conocimiento de la vida podría incluirse la historia completa tal como ha sido realizada y más que escrita, estirada hasta la saciedad entre silencios y palabras. Un Eusebio Poncela acartonado, sin expresión, se deja admirar por la protagonista. Nunca llega a importarnos el por qué de su amor, su ida a Inglaterra o su vuelta. En cuanto a su rival celoso ni siquiera es egoísta. Lo único que quiere es estrenar y acostarse con la extraña admiradora de autores consagrados o no, y la única que en el amor lo pone todo: dinero, entusiasmo y tiempo. Su personaje es quizá el más sugerente de los tres, pero sus repetidas apariciones, sus llegadas insólitas y huidas imprevistas suenan más a narración, a mecánica de guión preconcebida.
Así el relato viene a quedar convertido en una historia de amor real en la que se ha respetado algún que otro elemento fantástico, amor un tanto adolescente, arropado por una buena fotografía y maltratado por una música insoportable.
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