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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La situación en el País Vasco

DE NUEVO decenas de miles de ciudadanos se han manifestado en los pueblos y en las grandes capitales del País Vasco para apoyar las exigencias de la amnistía política total y de la autonomía. Afortunadamente, en esta ocasión los criterios políticos han prevalecido sobre los admínistratívos en las altas esferas del Gobierno, y esas gigantescas movilizaciones de calle se han desarrollado sin que las habituales medidas, mal llamadas de orden público, hayan dado lugar a las violencias y muertes que, sólo hace cuatro meses, ensangrentaron las tierras vascas.Una vez más se demuestra el arraigo popular de esas reivindicaciones.Y, en esa perspectiva, ya va resultando más merecedor del diagnóstico psicopatológico que del análisis político la casi provocadora resistencia del Gobiemo a promulgar la amnistía total y a iniciar, respecto a Euskadi, el camino operativo para el establecimiento de un régimen provisional de autonomía, similar al que se está negociando para Cataluña.

Otra enseñanza que se deriva de estas impresionantes movilizaciones es la habilidad política demostráda por los grupos extraparlamentarios que las organizan, sólo comparable a la inhibición de los partidos que, victoriosos en las elecciones del 15 de junio, se están dejando arrebatar la iniciativa y erosionando sus derechos a dirigir la, política en Euskadi. A nadie debe extrañar esa aparente paradoja de que los partidos derrotados en las, urnas tengan tan eficaz capacidad de convocatoria en la calle. Mientras no se promulgue la amnistía y no se encare seriamente la negociación de la autonomía (lo que ímpliea una reconsideración a fondo de la política de orden público en el País Vasco, incluido el delicado tema de las fuerzas que se encarguen de aplicarlo), la bandera de la amnistía total arrastrará tras de sí, cualesquiera que sean las organizaciones y grupos que la enarbolen, a cientos de miles de vascos. Siguiendo la lógica de las técnicas de agitación que caracterizan a los movimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios (desde la consigna de, tierra,Ypaz en la Rusia de 1917, a las protestas contra la carestía en el Chile de vísperas del golpe de 1973), la izquierda abertzale se está limitando a hacer el mejor use, del regalo que le hace el Gobierno. La amnistía es una consigna ideal para movilizar a las masas tras un objetivo de interés general y de contenido altamente emotivo que conduce luego, peor la propia dinámica de los hechos. hacía metas y reivindicaciones de contenido ya específicamente partidario.

Sería ingenuo criticar a los grupos extra parla m entarios vascos por la utilización que están dando de ese auténtico obsequio que la miopía gubernamental y la torpeza de los pañidos triunfadores el 15 de junio les están sirviendo en bandeja. Si el Gobierno no promulga la amnistía, y si el PNV y el PSOE abandonan el protagonismo a la hora de exigirla, es lógico que los grupos situados en la orla de ETA lancen esa consigna y traten de asociarla para sus propios fines. Esto explica que una gran parte de quienes han participado en las manifestaciones, motivados eixclusivamente por la amnistía y la autonomía, se hayan visto, sin embargo, objetivamente implicados en movilizaciones. que además despliegan pancartas de adhesión a la lucha armada y la independencia.

Evidentemente, la única fórmula para impedir que los grupos extraparlamentarios se conviertan en la vanguardia dirigente del pueblo vasco es eliminar las condiciones políticas que hoy les permiten mezclar, en una sola cesta, reivindicaciones tan distintas como la amnistía y la autonomía, por un lado, y la inverosímil e inadmisible perspectiva de la independencia de Euskadi lograda peor la lucha armada. Si el Gobierno promulgara la amnistía total y si los parlamentarios vascos -del PNV y del PSOE, fundamentalmente- se convirtieran en ínterlocutores reconocidos para negociar en serio el establecimiento de un régimen provisional de autonomía para el País Vasco, entonces la izquierda abertzale no podría sacar a la calle, en indiscriminada mezcolanza, a los partidarios del independentismo y de la lucha armada, por un lado, y a los simples peticionarios de instituciones de autogobierno y de la amnistía total, por otro. Sólo de esta forma el mapa político de Euskadi podría coincidir con el mapa electoral; y quienes obtuvieron tan modestos resultados en las urnas el pasado 15 de junio con una plataforma electoral filoetarra y pro independentista no estarían en condiciones de sacar a la calle más que a quienes les votaron en tales fechas.

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