Un problema con miga
El pan, señores, sigue siendo un artículo «sentimental». Aunque parece que cada vez se consume menos, cualquier variación en el peso o la calidad del pan repercute, quizá por atavismo, en el fondo de nuestros sentimientos más hogareños; por eso no es extraño que la situación actual haya originado tanto revuelo. Por eso y por que el asunto tiene «miga». (...)¿Por qué se ha llegado a esta situación? Partamos de la base de que en todo conflicto hay, que escuchar a ambas partes, que en este caso son los industriales panaderos y el público. A los industriales panaderos se les hace pagar más cara la harina (lo que, según estimaciones oficiales podría repercutir en unas dos pesetas por kilo de pan), la electricidad, el transporte de las materias primas y la mano de obra, cuyos salarios han aumentado aproximadamente en un 28
Lógicamente se da un principio de razón cuando dicen: «Tenemos que aumentar los precios.» Y lógicamente también, las autoridades tienen que plantearse el problema, tienen que estudiarlo y buscar una solución mediante el diálogo, como hacen cuando se trata de otros productos básicos. Cosa que nos parece que en esta ocasión no se ha hecho, y de aquí el caos actual. Por tanto, parece de una elemental razón que se celebren inmediatamente reuniones al nivel que sea preciso, buscando una solución justa que, desde luego, tiene que existir.
Porque la otra parte afectada, el público, es la eterna castigada, la que está pagando hoy unos panes más devaluados que la peseta, unos panes de segunda división.
16 agosto
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