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Tribuna:LOS PLACERES DE LA NOCHE / 3
Tribuna
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El "music hall"

Cuando el cabaret se convierte en music-hall la sala se remoza, el precio sube por encima de las quinientas pesetas y los medios audiovisuales hacen su aparición más o menos sorprendente. El music-hall suele utilizar el play-back y jugar con la luminotecnia. Las leyes del music-hall incluyen como todos igatorias referencias a mitos, símbolos y ambientes obligatorios, desde el «cabaret francés» de principio de siglo hasta Broadway, pasando por los musicales hollywoodenses y los mitos de Marlene o Marilyn.Top-less es quizá el music-hall madrileño que más empeño ha puesto en la reconstrucción ambiental, en el uso adecuado y brillante de la luz, el vestuario y la coreografía, una coreografía que mezcla lo «francés» y lo «yanqui» en una equilibrada simbiosis entre el ritmo y el glamour. Números dramáticos, como una excelente imitación, que no parodia, de la Piaf o el del viejo travesti ante el tocador se equilibran con ambientaciones clásicas, El angel azul, o Pigalle, desnudos plásticos y números bufos. El apoteosis final incluye una reconstrucción brillante de un clásico carnaval de Río, huyendo del tópico de rigor de forma brillante. La excesiva presencia del locutor en off, traduciendo, a veces, los textos de las canciones o haciendo alusiones a la actualidad política distancian excesivamente algunos buenos momentos.

De todas formas Top-less marea el punto álgido del «espectáculo» de la noche madrileña compartiendo su primacía en el género, con el Crazy, instalado en el decadente y sofisticado local de Pasapoga.

Siguiendo la tónica del Crazy Horse, de Monsieur Bernardin, el crazy madrileño hace del desnudo femenino la base del show jugando con la luz y con la creación de nuevos marcos para la vieja historia de siempre. Un partido de rubgy, o la evocación sadomasoquista de Histoire d'O se entrelazan con clásicos y, a veces, tópicos números individuales llevados, a cabo, por un equipo de brillantes danzarinas de las más variadas nacionalidades, acompañadas en los intervalos por un excelente ilusionista que riza el rizo del más difícil todavía.

Entre los music-halls de lujo figura, también, Video-Set, cuyo espectáculo actual, pese al gracejo y la profesionalidad de Elena Sendón, falla con sus números cómico-políticos y sus fáciles referencias a la actualidad nacional plagadas de tópicos.

En general, y salvo algunas excepciones citadas o sin citar, el paso del cabaret tradicional a este music-hall de importación ha traído, aparte de algunos inventos tecnológicos, una pérdida de esa espontaneidad tan característica del cabaret español, que en los años del franquismo realizó auténticos alardes de imaginación para bordear el filo de la censura, a base de creatividad, y desparpajo personal. La referencia al Molino de Barcelona sigue siendo imprescindible. La escuela del Molino está en baja, pero en cabarets clásicos siguen funcionando cómicos y supervedettes formados en la tradición del gran Johnson. Figuras de la talla de Gardenia Pulido, Olga Vidalia, Mary Mistral o la veterana Ivette Renée, eran o siguen siendo garantía de una forma de hacer, en la que la aparición del desnudo y la liberalización del lenguaje no han aportado excesivos cambios.

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