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Tribuna
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La economía cosa de todos

El Gobierno ha elaborado un plan de urgencia de medidas económicas que, de cara a los trabajadores, se apoya fundamentalmente en el control del crecimiento de los salarios y en la reforma fiscal.Si algo claro hay en relación con estos dos temas es que los trabajadores españoles no creen en la reforma fiscal. De ello tienen buena conciencia Fuentes Quintana y Fernández Ordófiez, hasta el punto de haber anunciado que lo de la reforma fiscal ahora va en serio. Por el contrario, en lo que sí creen los trabajadores es en las congelaciones y en los controles salariales. Los han padecido muchos años, tantos como para saber que, en este país, el modelo de distribución de las cargas para superar las crisis económicas ha sido un modelo siempre desequilibrado en perjuicio de quienes intentan vivir de su trabajo.

Por si todavía hay por esos mundos algún escéptico que no esté de acuerdo con estas afirmaciones, quede aquí el inequívoco recordatono de que, desde que en diciembre de 1973 se aprobara la vigente ley de Convenios Colectivos, en este país no ha habido ni un solo día de libertad de negociación colectiva. Ni uno solo, insisto.

Es esta una razón más que suficiente para que, de entrada. a los trabajadores españoles no les haya hecho la más mínima gracia el anuncio gubernamental de que se va a moderar el ritmo de crecimiento de los salarios. Son demasiados años oyendo hablar de una reforma fiscal que nunca llegó, y muchos años, también, padeciendo limitaciones salariales, como para que no aflorefi ahora losjustificados resabios generados durante esos años.

Pero, además de lo hasta ahora dicho, hay un segundo elemento determinante de la actual desconfianza de los trabajadores. Me reFiero al método seguido por el Gobierno Suárez para anunciar públicamente el control de los salarios. El Gobierno Suárez, que programáticarríente se autoproclama Gobierno del pacto social, propone ahora a los grupos afectados (léase, sindicatos) sentarse a la mesa para negociar la manera de lograr la reducción del ritmo de crecimiento de los salarios. Obsérvese que el Gobierno habla de negociación después (no antes) de haber anunciado que está dispuesto a controlar el desarrollo de la masa salarial.

Lo anterior significa que la postulada reducción del ritmo de crecimiento de las retribuciones no es, en si mismo, el resultado de una negociación entre el Gobierno y los sindicatos. Por el contrario, el control salarial es el resultado de un acuerdo, unilateral, del Consejo de Ministros. Creo que es necesario remachar esta idea, elemental por otra parte, para que nadie confunda el sentido de las últimas entrevistas de responsables de CCOO, UGT y USO con el ministro de Trabajo, que dicho sea de paso, no es más que un ministro del Gobierno, pero no el Gobierno. Unas de esas entrevistas lo fueron de mera cortesía, en tanto que la reunión conjunta de las tres centrales con el mencionado ministro, celebrada el pasado día veintidós, fue una mera reunión informativa. Confundir estas entrevistas con una negociación sería una ligereza imperdonable.

El control de los salarios es, por tanto, hoy por hoy, el único tema de futura negociación que el Gobierno propone a los sindicatos, negociación que, por el carácter instrumental con que el propio Gobierno la concibe, tiene como principio inspirador el de intentar convertir a los sindicatos en meros administradores de una decisión (el control de los salarios), en cuya elaboración los sindicatos no han participado.

Fácilmente se comprende que a los sindicatos obreros se les limitan los temas negociables a uno solo, los salarios, y, además, se les llama a negociar a toro pasado, esto es, cuando el control salarial ya está decidido. Pero, además, a los sindicatos se les llama para bendecir el ramo, para convalidar democráticamente la decisión gubernamental, matiz que introduce como nuevo matiz de las relaciones Gobierno-Sindicatos, el intento gubernamental de instrumentalizar a las organizaciones obreras.

El Gobierno Suárez ha dejado aflorar sus resabios franquistas, difíciles de evitar cuando se ha vivido cuarenta años bajo una dictadura en la que han sido educados la mayoría de los hombres del Gobierno Suárez.- Consecuentemente con ello el Gobierno ha tirado para adelante, y ha decidido limitar el ritmo de crecimiento de los salarios, aunque haya pretendido compensar semejante decisión, obviamente impopular, con el anuncio de una reforma fiscal y de un paquete de medidas anti-paro.

Dicho de otro modo: el Gobierno Suárez, el solito, ha decidido que lo malo de la congelación salarial se compensa con lo bueno de las otras dos medidas. El Gobierno, digámoslo claro, ha actuado paternalistamente, ha pensado y decidido por todos los españoles, olvidando que quienes no le han votado en las últimas elecciones (los asalariados y los pequeños y modestos empresarios y trabajadores autónomos de la agricultura, la pesca, la industria y los servicios) tienen un concepto de negociación que no coincide con el suyo. Así no hay quein negocie, porque negociar no consiste en corregir un papel que el Gobierno ha escrito, sino escribirlo conjuntamente, previo diálogo y acuerdo.

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