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Reportaje:Políticas energéticas frente a la crisis / y 7. Estados Unidos

Diversificar las fuentes de suministro, poniendo coto al despilfarro y reconvertir industrias

Tres meses después de que el presidente Carter anunciara su ambicioso plan energético, más de la mitad de los norteamericanos piensan que no existe un peligro real de crisis energética en el próximo futuro, según reveló un sondeo del instituto Gallup. Y mientras el Congreso está a punto de dar su aprobación definitiva al programa presidencial, con ligeras modificaciones, la Administración se encuentra con que el principal problema que debe afrontar son los hábitos del ciudadano medio estadounidense, que es el mayor consumidor de energía del mundo.

La semana pasada, cuando una ola de calor azotaba a la mayor parte del país y los acondicionadores de aire funcionaban a tope, Norteamérica volvió a batir su propio récord en el consumo de electricidad en un solo día. Olvidado el embargo petrolífero de 1973, los estadounidenses compran de nuevo automóviles de gran cilindrada y nada hace pensar que vaya a disminuir el gasto de gasolina. Un antiguo director de la Administración Federal de Energía declaraba ayer que esta falta de conciencia ciudadana hacia el problema energético hace muy difícil la estructuración de una política eficaz. El congresista demócrata Thomas Asliley manifestaba que si el reciente apagón de Nueva York hubiera afectado a todo el país podría haber ayudado mucho a los encargados de llevar a cabo el plan energético.Durante los últimos veinte años la demanda energética total creció en Estados Unidos a una media del 3,6% anual,y sólo en 1975 se consumieron en el país 73 cuatrillones de unidades. En el mismo período, el incremento en el consumo de electricidad fue el doble aproximadamente que el aumento de la demanda energética total, es decir, un 7% más cada año.

Grandes reservas de carbón

Aunque Norteamérica posee enormes reservas de carbón, que se calcula podrían proporcionar tres veces más energía que todas las reservas de petróleo del Oriente Próximo, su empleo para cubrir las necesidades internas es mínimo, y el carbón supone sólo el. 20% del origen de la energía global. La producción de carbón en cifras absolutas es prácticamente igual a la que se obtenía en los años veinte, mientras que las importaciones de petróleo han ido aumentando y llegaron a ser de siete millones de barriles diarios en 1976. La cuenta del petróleo supuso en dicho año 34.000 millones de dólares y el combustible importado proporcionó el 40% del total de la energía consumida en el país.

Para disminuir esta factura y reducir tanto la dependencia del exterior como la vulnerabilidad ante un nuevo embargo petrolífero, la Administración Carter elaboró su plan energético nacional, cuyos tres objetivos son:

1. A corto plazo, reducir la dependencia del petróleo extranjero y evitar las alteraciones en el suministro.

2. A medio plazo, superar el eventual declive en la dísponibilidad del petróleo mundial.

3. A largo término, desarrollar nuevas fuentes de energía.

Para lograr estos objetivos, el plan energético norteamericano se plantea tres campos de actuación:

1. Un programa efectivo de conservación de energía para reducir el incremento de la demanda a menos del 2% anual.

2. La reconversión d -e buena parte de la industria que emplea ahora petróleo y gas natural hacia el carbón u otros combustibles abundantes en el interior que reduzcan las importaciones.

3. Un vigoroso programa de investigación de nuevos e inagotables recursos que puedan proporcionar a Estados Unidos la energía que necesite en el próximo siglo.

Medidas de ahorro

A diferencia de otros planes anteriores, el presentado porCarter al Congreso insiste en la reducción de la demanda energética mediante el ahorro y concretamente afirma que «la conservación es la más barata, más rápida y más práctica fuente de energía». De llevarse a efecto según está programado, el plan se traducirá en el ahorro de 4,6 millones de barriles diarios para 1985, o, lo que es lo mismo, supondrá un descenso del 40% en las importaciones de petróleo.

En el campo del transporte, el capítulo de conservación energética prevé la gravación fiscal de los automóviles de gran cilindrada, a la vez que la disminución de la carga impositiva a los vehículos de escaso consumo, el mantenimiento de la actual limitación de velocidad en todo el país a un máximo de 55 millas (88 kilómetros) por hora, el incremento de cinco centavos (unas cuatro pesetas) por galón (3,8 li,tros) en el precio de la gasolina y sucesivos aumentos en caso de que el consumo nacional exceda los límites previstos, hasta llegar a un máximo de medio dólar por galón.

En el terreno del consumo doméstico, la mayor innovación del plan de ahorro energético consiste en la concesión de exenciones fiscales a los propietarios de edificios que instalen sistemas de aislamiento térmico u otros que supongan reducción en el consumo. Respecto a las futuras construcciones, se creará la legislación oportuna para que desde 1980 los nuevos edificios tengan instalados estos sistemas. Además, el plan prevé un programa de aplicación de la energía solar para la calefacción de edificios del Gobierno federal, como estímulo a la iniciativa privada.

Reconversión de la industria

La segunda gran medida estratégica del plan energético estadounidense consiste en la reconversión de la industria hacia el carbón en detrimento del petróleo. Para ello se utilizarán también los sistemas de desgravación fiscal y sobrecargas impositivas, según la adaptación al programa de los empresarios, y las industrias podrán beneficiarse de otra exención de impuestos

cuando realicen inversione ' s para

hacer posible la reconversión de

su fuente de energía.

El incremento en el consumo del carbón debe ir unido, señala el plan, a serios estudios sobre la contaminaQión ambiental y al desarrollo de sistemas perfeccionados de combustión, que eviten la polución atmosférica y aumenten el aprovechamiento del calor generado. Simultáneamente se disponen mejoras en la explotación de los yacimientos de carbón y se crean una serie de trabas legales a las nuevas industrias que prefieran el petróleo o el gas natural en vez del carbón.

Por supuesto que el desarrollo de la energía nuclear figura también en el programa de la Administración Carter como un medio de reducir las importaciones de crudos petrolíferos. En la actualidad, un 8,6% de I -a electricidad que se consume en Norteamérica procede de plantas nucleares, mientras que para 1985 se espera que los reactores atómicos generen un 26%.

El plan energético'impone, sin embargo, una suspensión indefinida en la utilización de la tecnología del plutonio, a la vez que hace una llamada a otros Gobiernos para que abandonen este tipo de reactores como medio para detener la proliferación del armamento atómico. Carter suspendió el programa de construcción de uno de estos reactores reproductores en Clinch River, Tennessee, lo que provocó una fuerte oposición en el Senado. A cambio de abandonar la utilización del plutonio -que puede ser aplicado directamente a la construcción de armas atómicas- el plan anuncia un incremento en la producción de uranio enriquecido y garantiza el suministro del mismo a los países extranjeros que, como España, dependen de la tecnología nuclear norteamericana.

Por último, el programa energético contiene normas para desarrollar la investigación de nuevas fuentes de energía. Hay un plan de apoyo federal y de beneficios fiscales para los proyectos de utilización de energía solar y otro similar, aunque más limitado, para la energía geotérmica.

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