Adolfo Celdrán o el silencio recuperado
Protagonista de la canción popular en los últimos diez años del franquismo, sufridor, desde sus inicios como cantor del pueblo, de la atrabiliarla y asfixiante lobreguez de innumerables vetos, censuras, controles, multas y suspensiones. Superviviente milagroso y necesariamente pluriempleado de la canción, Adolfo Celdrán rememora en Denegado la historia de una generación de cantantes que no obtuvieron el éxito popular, que no saltaron a la cabeza de las listas d e éxitos, sino que fueron marginados, silenciados e ignorados por un show-bussiness que, ahora, llegados los años de la democracia, pugna por recuperar una imagen antes ignorada y reprimida.Adolfo Celdrán ya sabe de la hipocresía del tinglado. Desde su primer LP titulado Silencio, hasta su reciente Denegado, Adolfo ha seguido una línea marcada por la voz de poetas como León Felipe, Hernández, Brecht, Nicolás Guillén; en sus textos propios ha cultivado con sobriedad la sátira y la denuncia y ha ido pergeñando, paso a paso, rigurosamente, una forma de hacer con impronta personal, lejos de modas, sin concesiones ni a la facilidad comercial ni al desaforado panfleto.
En Denegado Adolfo Celdrán recupera simbólicamente los años de silencio, recopilando canciones que, en su día, fueron tabú de censores y generadores de multas. Desde el glorioso No nos moverán, de la Universidad de los sesenta, hasta la canción del Esposo soldado, de Hernández, Celdrán pasa revista a sus canciones malditas. Con unos arreglos sencillos y espontáneos y unos solidarios coros en los que están presentes los nombres de antiguos companeros de canto, Adolfo Celdrán, entre la nostalgia y la reivindicación, deja el testimonio de los tiempos sombríos, unos tiempos sombríos en los que Bertolt Brecht, uno de los autores favoritos de Celdrán, aseguraba que también había que cantar.
En el interior de la portada figura como colofón, otrora siniestro, una antología de prohibiciones redactadas en el más puro estilo del Celeste imperio en el que el Sol se puso.
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