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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fina Miralles y García Sevilla

Victoria Combalia

Dos artistas que generalmente solían clas, ficarse en la generación conceptual catalana acaban de exponer en la Galería G de Barcelona. Con el tiempo, sin embargo, aquella primera etiqueta acaba por parecer desplazada, ya que las propuestas teóricas propias del conceptualismo apenas tuvieron, en ambos, un mínimo de existencia. Lo que ahora presentan entraría mucho más en el terreno de las mitologías individuales, esto es, la plasmación, con medios muy beterogéneos cine, fotografía, collage, escrito), de tinos problemas personales que prelenden comunicarse al espectador.Otra característica similar de estos dos artistas (y de otros de su generación que, entre 1971 y 1974 aproximadamente, participaron en muestras experi mentales, firmaron el manifiesto de Noves tendencies a l'art del FAD y se plantearon, al menos en debates, la cuestión del mercado del arte) es el abandono de cualquier intento por buscar canales alternativos o de inserirse en un contexto más amplio.

Fina Miralles y Fernando García

SevillaGalería G. Barcelona

Aun conscientes de que para los artistas es casi imposible romper, sobre todo individualmente, con el único canal que les permite vivir (la galería), lo cierto es que parece extraño, y cuestiortable, el que no hayan desarroIlado ninguna actividad en centros distintos o con soportes otros que no fueran el cuadro o la superficie bidimensional. En nuestra opinión, un trabajo que tantas veces se basa en la fotografía y el documento hubiera podido, con un poco de esfuerzo, vehicularse a un problema concreto de nuestro momento, precisamente ahora en que las asociaciones de barrio, entidades culturales y partidos tanto necesitan de la imagen.

Para Fina Miralles, el centro de sus preocupaciones se articula en la relación represión-muerte. Represión sexual, en primer lugar, fuertemente ejemplificada (y ésta es una de sus mejores obras), por una mujer desnuda, con los brazos en cruz y sobre un lecho, y las palabras «la creu» (la cruz) encima, así como las palabras de pronanciación casi idéntica «I'amor, la mort» (el amor, la muerte). La metáfora sobre la negación sistemática de toda posibilidad de placer que la educación tradicional inculca al sexo femenino es evidente. Represión política e ideológica, en segundo lugar, que se ejerce desde que nacemos y que está ejemplarizada por la niña entre bayonetas, es decir, entre la figura del Papa y un grupo de la sección femenina con el brazo en alto. Represión física, espacial, ejercida sobre los animales enjaulados y domésticos, que llega hasta la muerte real en los atropellos, caso éste que se relaciona al encierro y ejecución de los condenados a muerte. Los medios empleados son la fotografía, el dibujo y el collage, dispuestos según una composición simétrica y equilibrada. Para hacer más claro el mensaje se ha tomado el signo de la diana y de la mira telescópica -figura fácil, por otro lado- para significar que todos, inexorablemente, estamos siendo apuntados por los mecanismos de la ideología dominante.

El caso de García Sevilla es distinto en lo que respecta al montaje y finalidad de la exposición. Si bien podemos encontrar una coherencia en sus últimos trabajos articulada en la puesta en escena de símbolos represivos (el dictador, la figura del padre), junto a la presentación, con evidente intención provocadora, de un discurso sexual fuertemente personalizado (la palabra «joder» escrita en la pared, por ejemplo), lo cierto es que en esta exposición esta coherencia se ha perdido deliberadamente. Porque se trata, en efecto, de una muestra antológica cuyo objetivo no es tampoco la retrospectiva global y consagrada, sino el de una selección de las obras basándose en el criterio de lo vendible. De ahí que las primitivas fotos se hayan agrandado y presentado sobre tela emulsionada, logrando un efecto más vistoso. Sin embargo, creerque por agrandar o estetizar una foto ésta se hará más vendible es sólo cierto en parte. Los que pueden pagar estas obras aceptan diricilmente lo que no es cómodo de entender (y compran, en cambio, realismo, abstracción y surrealismo) y para los que pueden ihteresarse por este tipo de problemática, el argumento del escándalo está totalmente supetado. Si de verdad lo que le interesa al artista es comunicar una serie de ideas ymostrar un trabajo específico sobre ellas a un público lo más amplio posible, en nada habrá avanzado con ensayos de este estilo.

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