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FESTIVAL DE BERLIN

Retirada de los carteles de la película de Patino

Ángel S. Harguindey

Todo parece indicar que el cine español va indisolublemente unido a una serie de anécdotas y circunstancias extracinematográficas y que, por tanto, todavía falta un tiempo para que cuando una película concurra a un festival, o un realizador ruede un filme, se hable exclusivamente de los valores o errores específicamente cinematográficos.

La anécdota del festival ha sido sin duda el lamentable y absurdo asunto de los carteles de Caudillo, un asunto que, como se verá, podía haber sido evitado con la simple aplicación de unos criterios razonables e inteligentes.Ayer, la revista diaria que edita el festival, los diarios locales y la televisión dedicaron parte de sus espacios a seguir las incidencias del affaire español: Un funcionario de Uniespaña -ente sindical que actúa con fondos del Ministerio de Información y Turismo y cuya finalidad teórica es conseguir vender parte de la producción nacional fuera de las fronteras retiró del stand los carteles del filme de Patino. «Yo soy un mandado -alegaba- y sigo órdenes de Madrid.» Horas después, y según anunció a los presentes el mismo funcionario, llegaban a Berlín el director y el subdirector general de Cinematografía. Los periodistas españoles solicitamos una rueda de prensa con el máximo responsable oficial de la cinematografía de nuestro país para que explicara las razones que inducían a retirar los carteles de una película que ya se había proyectado sin que se conmovieran los cimientos de ninguna civilización al uso. Mientras tanto, los directivos del festival y el resto de las delegaciones extranjeras en Berlín ofrecían al realizador español la posibilidad de que exhibiera sus carteles en cualquiera de los stands, salvo el de su país, naturalmente.

La rueda de prensa celebrada el pasado martes supuso la primera confrontación del nuevo director general de Cine con los periodistas acreditados en Berlín. El señor Benítez de Lugo anunció que el asunto del cartel ya estaba arreglado, que se exhibía normalmente en el stand de Uniespaña y que él se había enterado de todo este asunto a su llegada a Berlín -con lo que dejaba relativamente malparado al funcionario que había seguido «órdenes de Madrid». Aprovecho la ocasión para anunciar la desaparición de Uniespaña, «puesto que los sindicatos oficiales que habían venido actuando hasta la fecha han desaparecido el 1 de julio de este año. Supongo que el próximo año se formará otro ente exportador, pero éste surgirá de las conversaciones con los nuevos sindicatos que se están creando o que ya están creados». Mientras tanto, y ya desde Madrid, la Asociación Española de Productores Independientes comenzaba a moverse. Enviaron diversos telegramas al festival de Berlín y al presidente del Gobierno español en los que, protestaban enérgicamente por la actuación del funcionario citado y exigían la retirada de sus credenciales como representante del sector. En definitiva, todo esto -que ha tenido unas repercusiones propagandísticas notables en Berlín- lo motiva el detalle de que, al parecer, la permanencia de dos carteles en un stand supone una ofensa nacional, de donde se deduce una vez más que el sector cinematográfico español, en su vertiente oficial, tiene un excesivo lastre del pasado. En cualquier caso ya está todo arreglado -todo lo referente al cartel- y el festival continúa.

Mirando atrás

Ayer se proyectaron dos películas elaboradas con material de archivo y que como en la de Basilio Martín Patino, pretenden utilizar el celuloide como método de conocimiento de la realidad histórica inmediata: Hitler eine karriere, de los alemanes -federales Joachim C. Fest y Christian Herrendoerfer y Dios, patria y autoridad, del portugués Rui Simoes. La primera de ellas es una larga y pesada película que narra los orígenes y la irresistible ascensión de Adolfo Hitler y en la que el espléndido material existente ha sido utilizado con una falta de imaginación imperdonable. Con frecuencia el espectador español creía contemplar cualquiera de los episodios al uso de las series históricas de nuestra televisión, en el que un locutor en off omnipresente y omnipotente resuelve con facilidad y monotonía la encadenación de anécdotas o hechos. Incluso en televisión es más disculpable, puesto que lo que se pretende es crear una serie didáctica, pero las películas de montaje deben aspirar a algo más creativo. El clima deberá conseguirlo el realizador a base de paciencia y creatividad en lugar de utilizar un texto escrito que resuelva sus problemas. Una película pesada realizada con un estupendo material. El filme portugués tiene otras aspiraciones, aproximándose más a la línea de Caudillo y utilizando para ello un material más rudimentario, propio de cinematografías incipientes.

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