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Violencia inusitada en Bilbao

Una ola de violencia, desconocida probablemente desde la guerra civil, sacudió el domingo las calles de Bilbao, convertidas en improvisado campo de batalla durante toda la jornada. Los controles de carretera y la ocupación de la capital por parte de las brigadas antidisturbios -hasta cuarenta vehículos se contabilizaron a mediodía en la zona del Arenal- impidieron la marcha pro amnistía organizada desde toda la provincia, pero no lograron evitar que millares de manifestantes se repartiesen por Bilbao, dejando tras de sí decenas de barricadas, muchas de ellas incendiadas, que hicieron imposible el tráfico viario.

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Después de los acontecimientos vividos por el País Vasco a lo largo de toda la semana, la noticia de una nueva muerte, registrada el sábado en Ortuella, sentó como un mazazo que enardeció aún más los ánimos. A última hora del domingo, el Gobierno Civil de Vizcaya hacía pública una nota en la que manifestaba «su firme propósito de contribuir decididamente a esclarecer las causas y circunstancias que concurrieron en el fallecimiento de Manuel Fuentes Mesa».La noticia oficial declaraba, sin embargo, que no había podido esclarecer de manera fidedigna ni las causas ni las circunstancias en que se produjo el fallecimiento, lo que de alguna manera revela una peligrosa desconexión entre la primera autoridad provincial y las fuerzas del orden. Este hecho resulta evidente si se tiene en cuenta, además, que el gobernador civil no tuvo noticia de la muerte producida en Ortuella hasta las ocho de la mañana del domingo.

Si hasta ahora no hay una versión oficial de lo ocurrido, varios testigos presenciales sí han relatado los hechos con toda suerte de detalles. Un equipo de abogados prepara un informe para presentar querella criminal por lo sucedido.

Según el relato de estos testigos, Manuel Fuentes había estado cenando en el bar Hermi, en una zona de Ortuella conocida como La Chava. Era una despedida de soltero en la que estaban presentes quince compañeros de la empresa Muvisa. A eso de las once y media de la noche salieron a la calle sin haber tomado más que una copa. Debido a los incidentes registrados a lo largo de toda la jornada, se fueron rápidamente hacia sus casas. Dos de ellos vivían un poco más abajo, en dirección hacia Urioste, y se dirigieron directamente a sus domicilios. Los demás marcharon carretera arriba, unos porque vivían en esa zona y otros a recoger los coches aparcados en las inmediaciones.

Ordenes tajantes

«Cuando nos encontrábamos a unos cien metros del bar -relata uno de los testigos- llegaron cinco jeeps de la Guardia Civil. Aparcaron a ambos lados de la carretera y salieron directamente a por nosotros. Tres nos quedamos quietos, mientras los demás salían corriendo. Después de gritar alto oí que alguien daba órdenes tajantes. A los tres que nos quedamos quietos nos golpearon fuertemente. Los otros saltaron un seto que tiene más o menos la altura de un hombre. Manuel Fuentes y mi hermano siguieron corriendo hasta el final del seto y se metieron por una campa para poder alcanzar la carretera general. Vi que tres guardias civiles, uno de ellos con la rodilla en tierra, disparaban hacia la campa en la dirección en la que habían huido los dos. »«Poco después subieron a los jeeps y se marcharon en dirección a la carretera general. De las casas cercanas había salido gente gritando que un hombre estaba tumbado en la campa. Cuando íbamos a por él, volvieron a pasar los jeeps en dirección a Portugalete, y nuevamente tuvimos que escondernos. Yo estaba detrás de una fragua antigua y pude ver a un hombre tumbado en la campa. Tenía la cabeza blanca, como si estuviera calvo, y creí que no era de los nuestros. Cuando me acerqué comprobé que era Manuel. Tenía el cuero cabelludo levantado y sangraba por la cara. Se movía aún, pero estaba prácticamente muerto. Le hablé. No me oía. Una señora había avisado a una ambulancia, que se lo llevó a Cruces. »

Pasadas las doce de la noche, Manuel Fuentes Mesa ingresaba cadáver en la residencia sanitaria de la Seguridad Social de Cruces-Baracaldo. Una bala le había entrado por la sien derecha. Tenía 31 años, estaba casado y su mujer espera un hijo. Enlace sindical de Muvisa, era representante de empresa en la coordinadora de fábricas y había participado en el congreso de Comisiones Obreras, donde formaba parte de la corriente unitaria.

Al margen de este grave suceso, en la madrugada del domingo ingresaba también en Cruces Víctor Fernández González, de 34

años, casado, con fractura de cráneo y contusión en un ojo. En el

sanatorio de Cruces nos comunicaron que probablemente que

daría ciego.

Incontrolado

Empezaba así un domingo extremadamente violento en Bilbao. La mecha saltaba nuevamente en el barrio de Deusto hacia las once y media de la mañana. Una barricada con autobuses cortaba el tráfico en la avenida del Ejército, y en el puente sobre la ría. Pelotas y bombas de humo se cruzaban con piedras arrojadas por los manifestantes a ambos lados de la barricada. Zabálburu registraba también encuentros de gran violencia, con una barricada interrumpiendo el tráfico en el puente de Cantalojas. Los dos bandos empleaban las armas ya descritas en la zona de Deusto. En esta ocasión, un incontrolado sembró el pánico con disparos de pistola. Ha sido descrito como un hombre de unos cuarenta años, corpulento, y cara congestionada.- Mientras los manifestantes. cerraban materialmente el acceso a la zona de Licenciado Pozas y Doctor Areilza, la Policía Armada ocupaba con gran despliegue de fuerzas la zona de La Casilla, donde fueron hostigados repetidamente por los habitantes de Recaldeberri. Las fuerzas del orden estaban prácticamente aisladas mediante barricadas. Una de éstas, con troncos y neumáticos, ardía en pompa impidiendo el paso de la fuerza pública hacia la avenida de José Antonio. En esta zona la Guardia Civil hizo ademán de disparar desde dos jeeps.

En el transcurso de los enfrentamientos ocurridos en Bilbao, se ha detectado la presencia de varios de los denominados comandos incontrolados. Uno de éstos actuó con absoluta impunidad, sobre las tres de la madrugada del domingo, en el Restop de la autopista, a la altura de Amorebieta. Unos diezjóvenes, que acababan de celebrar una cena de empresa, fueron amenazados por seis personas, tres de las cuales mostraron que llevaban pistolas.

Después de pegarles patadas y golpearles con las culatas, les ordenaron tumbarse en el suelo y, mientras, disparaban a ras de la barra., A dos que se escondieron en los ascos les amenazaron con matarles si no salían. Al encargado del bar le dispararon, asimismo, por encima de la cabeza, incrustándose la bala en la pared. Tras insultarles repetidamente y darles patadas contra el suelos, los jóvenes, aterrorizados, pudieron escapar hacia sus coches.

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