El poder y la gloria
A no sé cuantos días de las elecciones, está claro que los grupos políticos no luchan por la democracia, por la libertad, por el personal ni siquiera por la reforma. Luchan por el poder, lo cual no es malo, en principio, Lo malo es que se les nota.En pleno esplendor del franquismo, estaban Sánchez-Mazas y Eugenio Montes examinando el trono, en el Palacio de Oriente. El trono tiene el asiento bastante restaurado y deteriorado, lo cual quizá le resta valor para un anticuario, pero le añade nobleza y solera para cualquier historiador. En esto que entra Franco y se lo explican.
-Decíamos, excelencia, que no valía la pena haber hecho dos guerras civiles por sentarse en ese trono.
Y les dice Franco:
-Ni siquiera una.
La ironía celta del general era una cosa inconmensurable, que supo darle réplica incluso a aquellos dos ingenios de la corte de los milagros franquista. Pero nuestros actuales líderes de la pelea de gallos preelectoral consideran que sí vale la pena la guerra civil dialéctica, por sentarse, no ya en el trono. sino en el sillón de skai de un director general.
Viene Forges y me dice:
-Mira qué pintada ácrata he encontrado ayer en una tapia: «Treinta y cinco millones de moscas no pueden equivocarse: coma caca.»
Es lo que algunos partidos quieren que comamos ideológicamente. Yo, por mi parte, he encontrado una sola pintada inteligente. Parece que la hubiera hecho Tierno Galván de su puño y kánfor: La libertad es liberal.
En esto que me regalan una caja de cerillas con una estampación que dice: «Homenaje al señor Miartínez Esteruelas.» La clase política ya no sólo se pelea por el fuego sagrado del Poder, sino incluso por el fuego de una cerilla.
O Alianza Popular quiere incendiar el Estado con las cerillas de Martínez Esteruelas o Martínez Esteruelas quiere para él el monopolio de la Tabacalera, para cuando ganen las elecciones.
Me escribe Pitita desde Londres con la escritura del revés, como hacían las damas románticas, de modo que tengo que leer la carta en un espejo: Me parece que he elegido un buen momento para dejar España, dice. Pues sí, Pitita, porque no sabes cómo está España de moscas, de cerillas, de caca y de cosas. Luego me informan, por otro lado, de que nuestra querida Pitita ha comprado un palacio del viejo Madrid, para salvarlo. Me parece un gesto propio de ella, pero muy pronto Madrid será una gran horterada de rascacielos caraqueños con el palacio de Pitita en medio.
Iba yo a comprar el pan y me encontré a Scott, con su tigre al hombro. Mi buen amigo Scott, norteamericano, domestica cachorros de tigre y de león, por encargo del zoo, para la educación de los niños, que no todo va a ser Rodríguez de la Fuente. Pienso que todo político español se pasea hoy, como Scott, con un tigre al hombro. Sólo que el tigre de Scott es niño, pacífico, domesticado; y el tigre de los políticos es dialéctico, carnicero y, a veces, neofranquista. En seguida quiere saltar a los ojos del adversario para devorarle el ranking ese de popularidad. El poder, como los tigres, depende de quién lo pasee. Aprendan nuestros políticos de mi amigo Scott. Aprendan a pasear franciscanamente el tigre.
-Con tantos tigres, y moscas, y bichos, más que una crónica le ha salido a usted una fábula de Sarnaniego- dice el parado.
-Tenga usted en cuenta que la alegoría está prohibida -le digo- Ahora tenemos que probar con la fábula para decir las cosas.
Porque otra cosa no será, pero, eso sí, a mí recursos no me faltan, ni géneros literarios, para irles diciendo a ustedes que nuestra España preelectoral es la casa de la Bernarda, el santo de la Isidra y el mayor espectáculo del mundo. Seis mil políticos, casi todos mediocres, luchando desvergonzadamente por el poder y la gloria. Incluso Franco les hubiera dicho que el poder no vale una guerra civil.
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