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El proyecto noucentiste y su paisaje

Es el entorno mismo en que tuvimos la imagen primera de su escultura, el que nos acerca a lo que de noucentiste tiene Manolo. El gótico civil del Palacio de los Reyes de Mallorca, en Perpignan; las plazuelas soleadas de Céret, en las estribaciones del Pirineo; Totote y Rosa oficiando en el mas lleno de recuerdos, en Caldas de Montbui. Más cerca todo ello del ideario estético de Xenius, del proyecto noucentiste y su paisaje, que de la vanguardia a la que Manolo estaba vinculado por tantas amistades.Los estudios literarios de Albert Manent, Guillermo Díaz-Plaja o Joan Fuster, las biografías de Rafael Beriet (Sunyer, Nogués) o de Jardí (D'Ors, Torres García), los estudios sobre arquitectos, como Massó, Jujol, Ráfols, no son más que aproximaciones al tema.

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Entrañable Manolo

Un arte eminentemente destinado a la urbe, un arte de seny y orden pensado como elemento para la convivencia (no en vano se reclaman los precedentes de la Atenas clásica o de la Florencia de los Médici), encontramos su ideario más conciso en el retrato literario que Xenius hace de La Bien Plantada. Dejando a un lado el hecho de que Teresa encontrará años más tarde su contrapunto en la locura de Lidia de Cadaqués, nos llama la atención lo heterogéneo del proyecto en sí. En las páginas del libro se nos habla de muchas cosas: la sardana, el Derecho, el Llibre del Consolat de Mar, Ampurias, los pintores y escultores del momento, las instituciones culturales nacientes, los clásicos traducidos, las masías, el mar, el culto a los santos, Maragall, la lengua -y sus, nuevas reglas, la Lonja, el Liceo, la Generalitat. Realmente, más que de proyecto cultural puede hablarse de verdadero proyecto político, y así lo veía el joven J. V. Foix de 1912, cuando -nos lo cuenta en Catalans de 1918- se exalta pensando en los buenos regents que tiene Catalunya en Prat de la Riba, Carner, Pompeu Fabra, Xenius y Torres García. Probablemente, a muchos lectores catalanes les resulte obvia la concordancia de estos nombres. No así les ocurrirá, sin embargo, a los que no hayan tenido ocasión de sentir la complejidad y la contradicción latentes en los nombres: la política nacionalista de una determinada burguesía, la fluencia de los clásicos vertida al catalán, susfruits saborosos, las normas filológicas recuperadas en la lengua, la normativa estética, la pintura destinada a los edificios públicos. No es extraño que muchos fueran deslumbrados.

Las contradicciones, el carácter a la vez avanzado y tradicional del movimiento, habría que tener más espacio para analizarlos. La construcción de un nuevo marco, político y cultural, chocaba no solamente con los intereses centralistas, sino también con el catalanismo más decimonónico y atrasado. En cuanto al proletariado industrial, si la Semana Trágica había sido un primer aviso, las huelgas generales, ya a finales de los años diez, dejarán bien clara la capacidad organizativa de una clase que experimenta incluso tentativas consejistas. La fuerza integradora del proyecto de Xenius, su capacidad de convocatoria, quedarán seriamente mermadas a medida que se irán haciendo más claras las distintas componentes del proyecto político.

En los años diez, del noucentisme muchos habrán saltado ya a la vanguardia. No. piensan ya en el orden clásico, en la gesta expansionista del Mediterráneo. Se dejan seducir por la modernidad más cosmopolita. Ya en 1912, Dalmau expone a los cubistas. En aquella muestra figuraba nada menos que Duchamp conel Desnudo bajando la escalera. En poesía, los Folguera, Foix, Salvat-Papasseit, Pérez Jorba, Junoy, marcan el inicio de una nueva etapa. Coexisten con los noucentistes, heredan su gusto por la medida. Algunos incluso retornarán a la tradición. Pero son conscientes de que, si Carner o Riba representan un momento fuerte, hay que superar su descendencia, el lado «pairal, mairal i mediterrani, mes pobret que alegret» que ya ironizaba Foix en su texto mencionado de 1912. Del mismo modo, en pintura coexistirán los artistas más avanzados del noucentisme con otros que les superan, y que encuentran en el cubismo la nueva norma. La evolución de Torres García, que deja de lado su estilo casi simbolista de motivos griegos, para adentrarse en la temática del puerto y de la ciudad, es significativa. Más aún la de Miró, entonces recién adherido a la vanguardia. Los mismos cauces, comunes con los noucentistes (La Revista, de López-Picó, las Galerías Dalmau), indican que se opera un verdadero deslizamiento más que una ruptura. La poesía de Salvat-Papasseit o Gertrudis de J. V. Foix son corno símbolos del momento.

En los años veinte, el corte se hará más profundo. D'Ors abandona no solamente el terreno de combate, sino incluso la ciudad que él había soñado otra. Nuevos nombres aparecen, empuñando nuevamente la bandera del novecientos. Escribe Josep Aragay El Nacionalismo de l'Art, y diseña su famosa fuente, ejemplo de la integración de las artes a la vida de la urbe tal corno la entendía la tendencia. La nueva generación noucentiste, rica de la experiencia vanguardista y agrupada en salones que la institucionalizán, conectará con el relour á l'ordre.

No podíamos dejar este rápido recorrido sin mencionar el destino de la tendencia. El ideal clásico acaba sirviendo para el decorado de la dictadura: la exposición del 29. Para ella realizan cartelés Nogués y Gali. La arquitectura de los principales palacios es obra de arquitectos noucentistes. Buen ejemplo de que ya es tarde, de que la modernidad ya no es esa -si es que en algún momento lo podía haber sido- es que el pabellón más avanzado de la exposición fue el alemán, obra de Mies Van der Rohe. Del mismo modo, en la misma Catálunya, grupos corno L'Amic de les Arts, ADLAN o el GATCPAC encontrarán una audiencia avanza da para el surrealismo o la arquitectura racionalista. Al noucentisme sólo le quedará, aparte de su presencia en algunas realizaciones de la Generalitat, el triste privilegio de tras la guerra civil, pasar a en grosar las filas del arte del estraperlo, representando su franja menos retrógrada.

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