El mundo en que vivimos
La cadena de televisión a que el título de este filme alude no depende de ningún organismo estatal; se, trata de una empresa privada cuyo único fin consiste, como tal, en conseguir la mayor audiencia posible, con vistas a unos máximos beneficios, y, se supone, utilizando para ello cualquier clase de medios.La lucha con las cadenas rivales para conseguir ese margen de público invisible pero influyente, a la vez fiscal y víctima, deformante y deformado por guionistas, ejecutivos y presentadores, es el tenia de este brillante relato escrito y dirigido por dos hombres: Lumet y Chayefsky, viejos asiduos del medio. Volviendo ahora sus armas contra él, han conseguido no sólo su revancha desde y a favor del cine, sino un cáustico alegato contra el más importante medio de comunicación a nivel de masas partiendo de un hecho real ocurrido en Florida hace tres años.
Network
Un mundo implacabe.Dirección, Sidney Lumet. Guión, Paddy Chayefsky. Intérpretes: Faye Dunaway, William Holden, Peter Finch, Robert Duvall. EEUU. Dramático. 1976. Local de estreno: Cid Campeador y California
Probablemente, sólo en Estados Unidos hubiera podido realizarse esta historia, a ratos corrosiva y a ratos poética porque sólo en América el mundo de la televisión, ese nuevo poder al que habitualmente se alude, tras el ya consagrado de la prensa, tiene tal fuerza, tal Influencia sin parangón con los modestos éxitos de nuestras conservadoras televisiones europeas. Y sólo en un ambiente tal podrían darse personajes como el magníficamente interpretado por Faye Dunaway, obsesionado por la noticia y por el éxito, símbolo de una generación para la cual la competencia, el espíritu de lucha, el afán de dominio vienen a llenar el hueco dejado hoy, al párecer, por las viejas reglas morales e incluso de los mitos consagrados por el sexo.
El drama de estas gentes a las que el medio ha hecho así y que a su vez cada día transforman o perpetúan ese mismo medio, se nos cuenta y explica también a lo largo de la historia de amor donde el ayer y el hoy sueñan y chocan con la fría elocuencia de los símbolos.
Este filme, a la vez de denuncia y sugerencia, rico y armónico, nos ofrece, por otra parte, la disyuntiva, no exclusiva de la televisión por cierto, entre medios privados o dirigidos por el Estado Considerar a lo largo del relato, las presiones, humillaciones, maniobras y embustes a que es preciso someter al público a fin de ganar puntos sobre los shows rivales, nos llevaría sin querer a la elección del sistema europeo según el cual, medio tan peligroso y a la vez eficaz sólo debe ser ma nejado por los Gobiernos, elección arriesgada ante la cual cada uno aducirá las razones de cada sociedad, los derechos de cada ciudadano a elegir sus propios medios de expresión y cultura, incluso de mentirse a sí mismo, y el deber de esa misma sociedad de ponerlos a su alcance sin deformarlos ni comprometerlos.
Como en todas las obras importantes, el tema de la televisión aquí va más allá de lo puramente circunstancial, hasta tocar el eterno debate de la sociedad y los derechos del individuo. Democracia, cultura, nivel de formación, política, barbarie y farsa, aparecen aludidas de mano maestra, como excelente testimonio de una sociedad manipulada y obsesionada por el consumo y por el éxito.
Narrada en clave de tragedia, incluye esquemas éticos aplicables a otros muchos países y sociedades alzadas a su imagen y semejanza dispuestos a aceptar unjuego en el que nunca participan verdaderamente. Lo que en nuestras latitudes no pasaría de vulgar sainete, como ya sucedió cierta vez a propósito del mundo de la radio, en esta ocasión nos llega con la dimensión de los temas importantes que suceden en países protagonistas de la historia. La distancia que en la realidad nos separa es la misma en la ficción aquí representada, interpretada de un modo excepcional, por un reparto en el que destacan, aparte de la ya citada Faye Dunaway, nombres como William Holden, en su mejor momento a pesar del paso de los años, Robert Duvall y Peter Finch en su protagonista póstumo, humano y convincente.
Babelia
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