El imposible socialismo
Gran parte del futuro electorado es atraído por formaciones que llamaría socialistas o socialdemócratas -sin posibilidad de matizar exhaustivamente sus diferencias- al estilo de las existentes en gran parte de Europa y, sobre todo, en sus países nórdicos. Tal imagen -por Ias razones que sea: quizá más eficacia publicitaria- la presentan los partidos PSOE, PSP, etcétera; sin embargo, esa fracción del electorado se encuentra ante el hecho desolador de qu e son precisamente estos partidos los más desunidos ante los próximos comicios o, para decirlo con más exactitud, los perfectamente desunidos. La paradoja es evidente: grupos sin doctrina no tienen la menor dificultad en aglomerarse, aunque en un análisis superficial resulte extraña la existencia y persistencia de tales amalgamas; por el contrario, en la medida en que las organizaciones auténticamente democráticas cuentan con unas más profundas y amplias fortalezas doctrinales y tradiciones históricas más abundantes resultan las diíerencias. En estas circunstancias hay que prever el triste resultado de la división de votos socialistas, una parte al grupo posiblemente más numeroso a la derecha de la facción socialista: Centro Democrático, con indeseables incrustaciones franquistas y afines (Monreales Luques, etcétera), y -es claro que con el único propósito de neutralizar a la derecha franquista- otra al seguramente legalizado Partido Comunis a español. Y no es que estos últimos votos estén mal dirigidos: es necio ignorar los propósitos democráticos de este colectivo; el problema radica en que le llegarán no todos los votos socialistas, cosa que debería ocurrir por elemental estrategia electoral, sino sólo una parte de, los mismos, con lo cual el ganador de la división socialista será ¡cómo no!, el aglomerado postfranquista. Curiosa coincidencia de iniciales, ¿verdad?.
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