La restauración destructiva del Jardín Botánico
Jardinera-proyectistaEn los primeros días de febrero, leímos en EL PAIS un artículo de Francisco Bellot sobre el Jardín Botánico de Madrid.
El señor Bellot ponía, por fin, luz sobre algunos hechos que han envuelto, con desconcertante y penoso misterio, la «vida y muerte» de este importante jardín madrileño, pero, tal vez por un exceso de humildad, no profundizaba en la auténtica destrucción fisica del jardín que es precisamente a lo que quiero referirme en este artículo.
Después de largos años de olvido y de abandono, el Jardín Botánico de Madrid se convierte, de pronto, en tema polémico de actualidad. El Rey, entonces Príncipe, firma el 9 de agosto de 1974 el decreto sobre restauración de este jardín, en el que se dispone también la «restauración y adecuación del Pabellón de Villanueva para constituirse en el Museo Nacional Francisco de Goya». Se crea, a partir de este momento, la responsabilidad conjunta de la Dirección General de Bellas Artes y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas para la «preservación conveniente de las bellezas del jardín y cumplimiento de sus fines científicos y artísticos». Por entonces se produce -ya para empezar- una impresionante poda. Empieza a hablarse en la prensa sobre el futuro de este jardín; un concejal declara que el pueblo de Madrid necesita de este parque y que, desde luego, él está dispuesto a rescatar para el barrio «espacios verdes». (Vamos a pasar por alto el hecho de que el jardín de Mutis y de Villanueva se le llame «espacio verde» ... ) Mientras tanto, el Jardín Botánico empieza a recibir el dinero de su venta.
El resultado de tanta buena intención es sólo uno: estejardín de doscientos años de vida, que aunque viejo y maltratado seguía viviendo hasta hace tres años, ha sido totalmente destruido en su esencia.
Historia
Todo el mundo conoce la importancia científica de este Botánico, así como de su biblioteca, láminas y herbarios. Al mismo tiempo hay que resaltar que este jardín tiene, tenía, un gran valor histórico dentro del Arte de los Jardines. En él quedaban testimonios de la claridad de su trazado dieciochesco, de la moda francesa en la jardinería de principios del XIX; se podían sentir los nuevos «aires» paisajísticos de final del mismo XIX, y por fin, aires madrileños de principios de este siglo.
Sin embargo, por encima de lo científico e incluso de lo histórico -y tratándose del Arte de los Jardines, más aún- está siempre lo estético, lo espiritual. El Jardín Botánico, por encima de cualquier otro valor, era un jardín bello. En él estaba la esencia del ser o no ser de un jardín: el encanto, el misterio.
Esos caminos terrosos donde las hojas de los castaños de India caían «poniendo muy bien la mano al caer»..., como decía Ramón Gómez de la Serna; esos setos de separación contundente entre lo civilizado y el bosque, que se han transformado en base de diseño y estilo en los jardines madrileños; esas hileras cansadas de acacias, olmos y plátanos; ese carácter tan madrileño de finura de luz y elegancia natural, todo ello mezclado con cierto exotismo venido de «las américas»; esa melancolía en fin de jardín que fue un día esplendoroso y que ha perdido su arrogancia, aunque no su altivez, para quedarse con lo único que importa, la esencia.
El tiempo, gran creador
En suma, el Jardín Botánico era un jardín de verdad, un jardín donde la estructura, fuerte y acertada, había sido «estropeada», sobrepasada por el tiempo. El tiempo era el dueño de este jardín, su gran creador.
¿Y qué es lo primero que han hecho los «conservadores» o restauradores de esta joya que sólo necesitaba retoques? Han cometido justamente el único pecado que no se puede cometer en la restauración de un jardín histórico: el pecado mortal de matar al tiempo, con ligereza y pretensión, con ignorancia y audacia.
Unos días antes de la publicación del clarificador artículo del señor Bellot, se publicaban en el Ya una entrevista al actual llamado « conservador» del Jardín Botánico, señor Antonio Regueiro.
¿Cómo puede usted, señor Regueiro, pregonar como lo más importante de este jardín «su función divulgadora», entusiasmarse con «una zona didáctica infantil con dos foros para la enseñanza", vibrar con «la zona de rocalla de granito para plantas de montaña»? Tenía usted para enseñafle a los niños materia viva, palpitante y vieja de dos siglos, y ahora quiere usted fabricarle una triste materia artificial... Afirma usted que quiere volver al trazado primitivo de 1781. Antes que nada le diré que la primera regla, profesional de un restaurador es, justamente, la de respetar las aportaciones de todas las generaciones que han influido en la obra. Decía Winthuysen que «un jardín es una página poética, no de lo que fue, sino de cómo ha llegado a nosotros el pasado, por obra de la naturaleza» y añade que «este resultado estético es privativo de jardín, que hay que conservarlo como oro en paño, que hay que respetarlo sin querer competir con él vanamente».
El querer volver al trazado primitivo es un puritanismo historicista que cuenta con la destrucción del jardín. Ahora, esta afirmación tardía nos huele mucho a justificación de causas perdidas, de errores irreparables. Pero además, ¿cómo puede usted señor Regueiro afirmar que para volver al trazado primitivo «se han quitado los setos que no existían en un principio? En la leyenda del plano original de 1781, se puede leer «treinta cuadros con platavandas, de espliego, árboles y rosales».
Anacronismo
Dejamos atrás esa entrevista del Ya porque sigue habiendo interrogantes más importantes que están sin respuesta.
El Botánico se declaró «Jardín artístico» en el año 1942, está sometido, por lo tanto, a la legislación que rige todo monumento histórico-artístico, de la cual transcribimos el artículo 21: « Los monumentos históricos-artisticos no podrán ser destruidos o desmontados total o parcialmente, ni se podrá realizar en ellos obra alguna, reparación, reforma o modificación, sin previa autorización de la Dirección General de Bellas Artes, asesorada por la Junta Superior del Tesoro Artístico. Cuando un monumento o parte de él haya sido desmontado o derribado clandestinamente, el comprador y vendedor quedan obligados a volver a montarlo.»
Entonces, ¿dónde está la autorización para hacer reformas en este recinto histórico-artístico? ¿Dónde está el informe fitosanitario quejustifique la monstruosa poda llevada a cabo? ¿Por qué se han arrancado los setos que constituían un elemento arquitectónico definitivo en la estructura de este jardín? ¿También es taban enfermos? ¿Por qué se ha hecho un acondicionamiento de los caminos utilizando un pavimento de tennis-quick, verdadera agresión antiestética, levantando además su nivel de varios centímetros? ¿Con qué ratón se han corrido las escaleras que unen el plano bajo al plano me dio, desplazándolas del eje, y consecuente perspectiva, de los caminos? ¿Cómo se ha podido proyectar una pérgola de vigas de acero y paredes de metacrilato para cobijo de nenúfares? Y mu chos otros porques sobre este jardín tan cautelosamente «guar dado» en su destrucción.
¿Un museo?
Para completar estas observaciones sobre los errores y tremendas incomprensiones demostradas hacia este bello jardín, no podemos dejar de hablar del primer gran error, el originario: la idea tan disparatada como triunfalista de construir un Museo Goya dentro de este recinto científico.
El decreto anteriormente cita,do, en su artículo quinto, dispone la constitución de una Junta Rectora «para asegurar el eficaz desarrollo de los cometidos científicos del jardín y la conveniente conservación de sus valores históricos y artísticos». Para conocimiento del público recordaremos que en esta Junta Rectora figuran entre otras personas: el ministro de Educación y Ciencia, el director general de Bellas Artes, el secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el director del Museo del Prado, el presidente del Patronato «Alonso de Herrera», el director científico del Jardín Botánico, el conservador encargado del Pabellón de Villanueva, el subdirector general del Museo del Prado, etcétera...
Y entonces, preguntarnos a esta ilustre Junta Rectora: ¿correspóriden los trabajos realizados hasta el momento, al importante legado que les fue encomendado? ¿Cómo se ha llega do a la decisión de instalar el Museo Goya en un edificio de nueva construcción y no, como estaba dispuesto, en el Pabellón de Villanueva? ¿Dónde está la autorizaciún de Bellas Artes para construir este edificio moderno, y de gran mole, dentro de un recinto declarado histórico-artístico? ¿A quién además se le ha podido ocurrir -ignorante presunción- utilizar el edificio de Villanueva como vestíbulo para las taquillas del nuevo museo? ¿Se ha pensado que la afluencia masiva de la gente que visitará el museo, colegios y comitivas, es inconipatible con la labor de un jardín científico, con la fragilidad de un jardín histórico, con el recogimiento de un jardín hermoso?
Irremediable
Sí, que se construya el Gran Museo Nacional Francisco de Goya, que el Museo flote sobre grandes superficies encespedadas, que los niños puedan pasar de la familia de Carlos IV a la familia de las Cariofiláceas típica, de la cordillera carpetobetónica, que se llene este "espacio verde» de mucho acero, metacrilato y tennis-quick, pero que este viejo jardín no se llame, ya nunca más, Real Jardín Botánico de Madrid
Y entonces, ¿-por qué haber hablado del Botánico cuando su destrucción es irremediable? Hace tres años intentamos hacer oír nuestra voz. Todo fue imposible Se nos escatimaren todos los medios con auténtico terror al compromiso.
Sin embargo, aún mantenernos la esperanza de poder contribuir, aunque en mínima parte, en la defensa de otros jardines históricos, la esperanza, por ejemplo, de que el Jardín de la Isla de Aranjuez, la Alameda de Osuna, la Quinta del duque del Arco, el jardín del palacete de Boadilla del Monte, para riombrar los más cercanos, reciban otro tratamiento: que su restauración se lleve a cabo por paisajistas profesionales, que se actúe en todo momento con rigor, con sensibilidad y, sobre todo, sin misterios.
(1) Nos gustaría saber porqué se le da esta prioridad dentro de la pintura española a Goya, y no, por ejemplo, a Velázquez; también nos gustaría saber por qué no se le hace sitio a Goya dentro del Museo del Prado, eliminando todos los pintores de segunda y tercera fila, como el Divino Morales, Juan de Juanes, Jusepe Leonardo, Maino, Pereda, etcétera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.