Fuerza y emoción de las novilladas
La emoción está en las novilladas, precisamente porque es en las novilladas donde está saliendo el toro. Parece un contrasentido, es cierto, pero se trata de una realidad. Los novilleros que se enfrentaron al ganado de Frías y de Marín Marcos los dos últimos domingos, en Madrid, fueron por unas horas, auténticos matadores de toros.Las credenciales escritas, los guarismos del brazuelo, las fechas concretas de nacimiento, dirían otra cosa, pero de las doce reses que los aficionados pudimos ver esos días en el ruedo de las Ventas, a las tres cuartas partes las tuvimos por toros de una vez.
De donde se deduce que todos los procedimientos administrativos que se arbitren serán buenos para una hipotética defensa con tra el fraude, pero de ningún mo do pueden servir de marchamo para que, por sí solos, resulté decretada la validez del toro.
Del toro, el trapío. Si luego tiene meses arriba o abajo de lo que marca el reglamento, no importará desconocerlo. El cuarto y el quinto novillos del festejo del domingo último, que hubo de lidiar Sánchez Puerto, y la mayoría de los del domingo anterior, poseían la fachada (incluso el comportamiento, si hacemos abstracción de sus fuerzas) que es exigible en corrida de toros.
Deducimos de aquí, una vez más, la necesidad de que en el reglamento taurino nuevo, cuyo proyecto estudia estos días una comisión, no se suprima del articulo 74 lo que hace referencia a «lo que el tipo zootécnico del toro de lidia requiere», como proponía la Junta Nacional Taurina.
Las novilladas de las Ventas -decíamos-, han constituido espectáculos de gran emoción y el mérito de los toreros que participaron en ellas ha sido grande; más aún, porque, a pesar del peligro y los problemas, continuos y acusados que ofrecían las reses, ninguno se descompuso, ninguno se vio aperreado.
Si salvamos la plenitud que alcanza la fiesta cuando en ella intervienen maestros consumados (¿los hay en estos tiempos?), en la lidia de corridas con cuajo y casta acreditada, el espectáculo taurino rara vez supera el dinamismo y la fuerza que alcanza en las novilladas donde las reses son serias y hay en los toreros afán de superación, verdadera ansia por alcanzar los puestos de privilegio que ostentan las figuras.
Sólo hace falta que el público se entere, que no desprecie estos festejos y que cuando acuda a presenciarlos lo haga con inquietud de aficionado, bien despierta la atención para apreciar los numerosos momentos de auténtico ,interés que se suceden en la arena.
En las novilladas está el futuro de la fiesta, se repite la frase de latiguillo, ya es un tópico, y aunque cierta, no debe excluir la otra verdad de que constituyen en sí mismas un espectáculo de primera magnitud.
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