Una lección de historia
El cine político está llegando a Espana en proporciones inusitadas, al menos en el entendimiento comercial de este género, excluido un cine directamente militante, que sólo tiene -hasta el momento existencia clandestina. El género tiene una gran floración en nuestra época, especialmente en su dimensión más, arqueológica, como pura reconstrucción de unos sucesos pasados, a los que se dota de encarnadura en los actores que más se asemejen a los personajes reales, y alguna ayudita en el maquillaje. Más que de intenciones políticas, habría que hablar de «actualidades reconstruidas», en el sentido de facilitar al espectador un asiento privilegiado en medio de unos acontecimientos pretendidamente importantes, ocurridos mucho tiempo atrás.El delito Mateotti se inscribe plenamente en esta clase de obras, pero rebasa sus limitaciones por un propósito crítico amplio que va más allá del interés puramente partidista o periodístico. Florestano,Vancini -del que se recuerda, especialmente, Las estaciones de nuestro amor, una lúcida y desencantada reflexión sobre la erosión del tiempo en el compromiso político de los militantes del Partido Comunista Italiano- ha sabido plantear el tema en sus justos términos, sobrepasando el núcleo histórico argumental (el asesinato del diputado socialista Mateotti, practicado por bandas fascistas, bajo la directa inspiración del Duce) hasta imbricar todas las repercusiones históricas y políticas. Lo que se recrea en imágenes no es sólo un hecho novelado, ni una encuesta policíaca sobre los responsables, sino una amplia meditación sobre el fin de la democracia parlamentaria en Italia, vencida por el golpe de Estado de Benito Mussolini, con la tácita complicidad del rey.
El delito Mateotti (Il delitto Mateotti)
Director: Florestano Vancini. Guión: Lucio Battistrada y F. Vancini.Fotografía: Dario di Palma. Música: Ejisto Macchi. Intérpretes: Mario Adorf, Franco Nero, Ricardo Cucciola, Damiano Damiani, Vittorio di Sica. Estrenada en el cine California.
En este sentido estamos ante un producto ejemplar, de una clarisima intención didáctica y crítica, donde el mensaje político borra' todos los demás elementos y el cine se transforma en un mero vehículo transmisor de ideas y planteamientos ideológicos. Los puristas tendrían mucho que oponer a esta concepción del medio fílmico como soporte de factores ajenos a toda intención artística, pero en una industria como la cinematográfica, con una producción masiva que potencia el entretenimiento alienante y el espectáculo vacío, El delito Mateotti y otras obras análogas cumplen una función cívica que no puede ser desdeñada en nombre de un purismo estético fuera de lugar.
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