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Un tribunal alemán prohíbe la construcción de una central nuclear

La central nuclear de Wyhl, en el estado federal de Baden, no podrá construirse, según determinación de un tribunal de Friburgo. Por tercera vez, la administración de justicia de la RFA sentencia en contra de una factoría atómica en poco más de un mes. Por su parte, el Gobierno democristiano de esta región se propone recurrir.

Dos días después de una nueva manifestación ciudadana contra la proliferación de centrales nucleares en Alemania, esta vez en Gorleben (Baja Sajonia) y con un total de 15.000 «antiatómicos», los tribunales imponen un nuevo veto que afectará decisivamente al programa energético del Gobierno y causan así un grave revés a las grandes compañías del sector, partidarlas del recurso masivo a la energía nuclear. Como en los dos casos anteriores también ahora la central habría de situarse en un «land» democristiano, partido este que apoya decididamente a las empresas energéticas contra los intereses ciudadanos.El tribunal de Friburgo ha determinado anular el permiso de construcción extendido por el Gobierno de la región y obligar al Gobierno mismo a satisfacer las costas del juicio. El motivo citado por el juez para justificar esta prohibición es la falta de seguridad para los habitantes de la zona. Según el informe técnico, examinado en la vista de la causa, atún admitiendo la improbabilidad de un grave fallo en el reactor de Wyhl, cabe suponer que el grado de seguridad de este tipo de instalaciones es aún reducido y que, en consecuencia, si se produjese este fallo esto significaría «una catástrofe nacional». En base a esto, las centrales nucleares no pueden equipararse a las convencionales a efectos de concesión de licencias de construcción.

Mientras, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Genscher (liberal), ha regresado de un viaje relámpago a Estados Unidos y ha declarado que este viaje habría tenido lugar incluso sin el «negocio atómico con Brasil». La adhesión de la RFA al criterio norteamericano, contrario a la multiplicación del número de «países atómicos», parece dar a entender que Bonn acepta retrasar la aplicación del acuerdo de venta a Brasil de centrales atómicas, más una de uranio enriquecido en la que Brasilia podría fabricar una bomba atómica.

En el mismo sentido cabe interpretar el desmentido de Genscher sobre reales o, según él, supuestas tensiones entre Ñorteamérica y Alemania Federal.

Con todo, la opinión alemana tiene la impresión de que ha habido confrontación entre alemanes y norteamericanos, y cesión por parte de aquéllos. En el segundo encuentro entre Cyrus Vance y Genscher, dedicado expresamente a hablar de las ventas nucleares alemanas a Brasil, se ha planteado sin más la aceptación por Genscher de la posición americana, según los observadores norteamericanos.

Es la misma impresión reflejada en la reunión de expertos de los dos países reunidos en Princenton Aunque en esta «cumbre» no estuviese presente ningún representante destacado del Gobierno Carter, alguno de los técnicos, como el que fuera consejero del presidente Kennedy, McGeorge Bundy, estima que Washington y Bonn aceptarán de común acuerdo un compás de espera en la venta de instalaciones nucleares a Brasil.

La opinión pública alemana sospecha cada vez más que la defensa norteamericana de los derechos humanos, conculcados por la dictadura brasileña, no debe desviar la vista de otra realidad: los pingües beneficios de Washington con la venta de instalaciones atómicas. Solamente en 1974, la misma Norteamérica que ahora se manifiesta contra la ampliación del «club atómico» obtuvo unos beneficios de 1.500 millones de dólares por este concepto. Para 1985, en Washington se cuenta con unas ganancias de hasta 4.000 millones, y en el año 2000, de 120.000 millones de dólares.

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