Estreno de "Oroitaldi", de Luis de Pablo

Programa interesante y arriesgado para el director, el último de la Orquesta Sinfónica de RTVE. José María Franco-Gil, maestro invitado, merece de antemano, por su actitud, un aplauso sincero pero no sorpresivo. Su carrera está plagada de capítulos brillantes trazados desde su postura de servicio a la música de su tiempo y de resistencia al repertorio trillado.Con la excepción de Luis de Pablo, todos los autores incluidos en programa eran franceses de distinta significación. Para la interpretación del Poema de Chausson esa bellísima y poco frecuentada página, y para la Introducción y Rondó, de Saint Sáens, vino de París el violinista Serge Blanc, premio Enesco en Bucarest y Heifetz en Estados Unidos. Nos había visitado en otra ocasión para actuar en los Lunes de Radio Nacional. Por tanto, sólo una parte del público realizó el descubrimiento de un músico cabal, con un sonido bellísimo, fraseo y dicción impecables y, sobre ello, una temperatura expresiva que llegó a todos. El triunfo de Blanc ha sido total y merecido como demostraron las insistentes ovaciones del auditorio.

Punto de especial interés lo constituía el estreno de Oroitaldi («En memoria»), de Luis de Pablo, página sinfónica escrita en 1972 para la Orquesta de Montecarlo. Se trata de un homenaje a la memoria de Félix Huarte, el industrial navarro que impulsó tantas actividades de música contemporánea, que dirigió Luis. Tengo para mí que Oroitaldi es una de las obra más de más bella sonoridad del compositor bilbaíno. Siguiendo procedimientos personales que atienden, de un lado, a la consecución de un total sonoro en sus diversas dimensiones tímbricas, estructurales, temporales, espaciales expresivas y de otro a una comunicatividad efusiva que, a lo largo de la obra, no olvida el carácter de evocación al hombre y las cosas perdidas, Luis de Pablo ha conseguido una densidad sonora transparente y caleidoscópica. Yo diría que se consigue aquí -que Luis ha logrado solucionar una rara paradoja: que nos sintamos dentro de la música -o la música muy dentro de nosotros- al tiempo que verificamos un real distanciamiento. Algo así como un impresionismo tocado de pasión o, lo que viene a ser lo mismo, de sustancialidad barroca.

Todo ello pulido, mesurado por vías de un sutilísimo refinamiento. Cada tinte está agudamente cuidado como lo está cada situación del sonido, la gran orquesta sinfónica se convierte así en un mundo multiforme y vivísimo, cuyos extensos límites se advierten desde el comienzo para, más tarde, llenar el campo establecido de incesantes vivencias y acontecimientos sonoros. A fin de mantener el clima -el carácter si se quiere- de Pablo renuncia a los consabidos puntos culminantes, fáciles de conseguir por otra parte. El público acogió la partitura de modo absolutamente positivo y sin la menor disidencia y el compositor saludó repetidas veces, así como el director y la orquesta. Franco-Gil, tan familiarizado con la prosodia -las prosodias- de Luis de Pablo supo ofrecer una versión clara, fiel y poética de la nada fácil obra.

El concierto, iniciado con un Berlioz inhabitual, la obertura de El Rey Lear, terminó con una pujante traducción de Arcana, de Edgard Varese, uno de los más redondos aciertos del músico franco-americano y, también, una de las más evidentes adivinaciones del lenguaje de nuestro tiempo. (Arcana es de 1927. Música violenta, sideral, sacralizada y ritual como La consagración de la primavera, con la que tiene más de un contacto y de la que se separa abismalmente. Jornada dura para la orquesta, que trabajó con flexibilidad y entrega; éxito cualificado por el más difícil camino, de José María Franco-Gil, conductor de cinco obras que la Sinfónica de RTVE tocaba por primera vez.