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Entrevista:Clásica

Anton Bruckner, en castellano

Dentro de unos días aparecerá el primer libro escrito en castellano sobre una de las máximas figuras del sinfonismo romántico; Anton Bruckner.

Su autor es el profesor Eduardo Storni, músico argentino de reconocido prestigio. El señor Storni ha sido director de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y profesor del Instituto de Arte del Teatro Colón de la capital argentina. Dada la importancia y el nuevo enfoque de su aportación, hemos considerado oportuno que sea él mismo quien nos hable de ellas.EL PAIS. ¿Cómo surgió el libro sobre Anton Bruckner?

Storni. Surgió desde la iniciación de mi carrera musical, cuando yo tenía quince años. Afortunadamente para mí, fue a mi provincia natal, Júluy (Argentina), un organista que era alumno de Karajan, graduado en la escuela de Aquisgrán como organista. Este hombre, un profundo enamorado y un gran conocedor de la obra de Bruckner, me inició en ese conocimiento. Posteriormente, ya le hablo del año 44 o del año 45, ocurrió que me di cuenta de lo que dice un escritor argentino: De alguien se puede decir que es flaco y de alguien se puede decir que es gordo, pero cuando del mismo se dice que es flaco y gordo a la vez, es que algo raro pasa. Esto fue lo que me puso en la pista del caso Bruckner, -de quien se dice en las tapas de los discos, pues otra cosa no se ha escrito en nuestro idioma, que es un campesino tonto, supersticioso, maniático y a renglón seguido, se dice que es genial, un improvisador organístico comparable a Bach, un creador de sinfonías monumentales, etcétera. Claro, me parecía imposible que un campesino ignorante hiciera sinfonías geniales. De ahí nació mi interés por esta figura y mi libro, después de veinticinco años.

EL PAIS. Bien, ¿cuál es, pues, el misterio Bruckner, a qué se deben estas contradicciones, cuál es en definitiva, la significación real de Bruckner, su verdadera personalidad?

S. Bueno, no es fácil decirlo en pocas palabras, pero intentaré sintetizarlo diciendo que si se encara a Bruckner como un artista que persigue el éxito y la fama, la suma de incongruencias es tal, que su figura se hace absolutamente incomprensible. En cambio, si se encara a Bruckner como un hombre que busca a Dios a través del arte, y que él escribe su música inspirado por una profunda vivencia mística, más que religiosa, mística (pues no siempre ambas van unidas), entonces todo resulta claro, sencillo. Cuando se enfoca a, Bruckner como lo hizo Liszt, que le llamó el buscador de Dios, y acertó con esa denominación como con tantas otras cosas, entonces todo se hace coherente.

EL PAIS. ¿Y el capítulo de las posibles influencias de la formación? Se ha dicho de Bruckner que no es otra cosa que un Wagner sinfónico.

S. Es una de las mentiras más graves y por la que él tiene que pagar el más caro impuesto. No es así, es más, yo le diría que Bruckner es antiwagneriano.

Bruckner empieza a estudiar música a los cuatro años. También se ha dicho que es autodidacta. Esto es también falso. Es cierto que no concurrió a una institución musical, pero desde los cuatro años de edad tuvo maestros. Los mejores que tenía a su alcance. Primero su padre, después es un padrino que se llama Weiss, gran organista, titular de San Florián, compositor que ha dejado obras importantes dentro de un medio de segunda categoría, digamos. Y a sí sigue formándose con distintos maestros hasta llegar a Simon Secliter, cuando ya tiene cuarenta años y ha compuesto ya obras tan importantes como el Ave María o la mitad de sus misas. Entonces toma contacto con Simon Secliter que es aquel gran profesor de contrapunto a quien Schubert fue a pedir clases días antes de su muerte. Ahí se establece el contacto con la escuela vienesa, que subsiste; por eso Bruckner es infinitamente más schubertiano que wagneriano. Cuando Bruckner conoce a Wagner tiene más de cuarenta años. Ya no es un muchacho que se deslumbra facilmente. El error de Bruckner es que él admira a Wagner y lo dice. En cambio Brahms admira igualmente a Wagner pero no lo dice, hasta que muere Wagner. Entonces se atreve a confesar que sus mayores tesoros son la partitura manuscrita de la Sinfonía 40 de Mozart y la pintura manuscrita del Tannhäuser. Pero esto no lo dice durante su vida, porque era un hombre muy inteligente. En cambio Bruckner, más ingenuo, confiesa su admiración por Wagner y los wagnerianos aprovechan para convertirlo en el paladín sinfónico de su causa política. Y de ahí sale el mito del Bruckner wagneriano. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, no sólo es Bruckner quien admira a Wagner, es toda Europa. En Francia, en Italia en España, en Rusia, en América hay legiones de músicos a quien Wagner cataliza. Es como una hipnosis mundial. Y parece que el único que sufre ese deslumbramiento es Bruckner. Y no es así. Fueron centenares de artistas de la máxima categoría, como el caso de Verdi, que llegó un momento en que se negaba a componer porque todo le sonaba a Wagner. Después, cuando se independiza de esa influencia todopoderosa, vuelve a hacer sus grandes y genuinas creaciones.

EL PAIS. Cuando se habla, en aquella época, de los grandes sinfonistas del momento, siempre se .cita a Brahms, e incluso a autores hoy desconocidos como Raff, pero no a Bruckner, y ese reconocimiento de su genio tarda mucho en llegar ¿por qué?

S. Claro, esto se debe al tamaño de la talla de Bruckner. Si Bach pudo pasar más de cien años en silencio, Bruckner puede pasar cincuenta o cien años en la incomprensión parcial o en un conocimiento de cenáculos. Además conspira en su contra la tradición de los directores de orquesta que no respetan las indicaciones estrictas de Bruckner. Bruckner dice allegro y la tradición directorial germana, de grandes directores, dice allegro ma non tanto, o todavía mejor andante. Y claro, una sinfonía que debe durar 45 minutos dura sesenta. Y esto al público latino le choca, nota que algo no marcha bien ahí. Nadie va a poner en duda la autoridad de un gran director y quien paga el pato es Bruckner. Aparte de esto, ha confundido lo de las diferentes versiones de sus sinfonías. Pero la interpretación correcta de ello sería la de distintas versiones de una misma concepción. Todos los compositores han revisado sus obras y nadie lo ha criticado, como ocurre con Bruckner.

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