La Edad Media europea

Error gravísimo sería suponer que entre el mundo antiguo y el nuevo hubo una a modo de zanja, o alguna solución de continuidad, como se dice ahora. Nada se pierde completamente en el mundo, y todos los siglos se sueldan y se continúan en su ciencia y en su espíritu por lazos más o menos invisibles o inextricables.Ni las épocasmás bárbaras fueron nunca tan completas que dejaran perder todos los restos de la antigua herencia, ni faltó, hasta en los siglos más oscuros, turbulentos y caliginosos de la Edad Media, quien conservara alguna lucecilla más o menos débil e infiltrara en el ser de las razas bárbaras algo de la gramática de Pisciano,y Donato, de la dialéctica de Aristóteles, de la historia natural de Plinio, y, con más cuidado, algo de la ciencia de los Ambrosios, Agustines y Gregorios.

Especial interés ofrece para nosotros el capítulo que dedica el autor a las monarquicas ibéricas en la plenitud del medievo, ya que el bienio 1212-1213 es decisivo para la trayectoria de los Estados hispano-cristianos. El punto de. equilibrio entre las distintas fuerzas sociales -nobleza, clero y estado llano- tiene su expresión en las Cortes, asambleas que, aunque no siempre funcionalmente legislativas, constituyen el eje de la vida política de los distintos reinos.

Una de las virtudes esenciales de esta obra consiste en el propósito del autor de damos una visión sociológica y política del acontecer histórico. Analizar las causas sociales, las motivaciones políticas, los fenómenos económicos, de cada momento, es más importante que el estricto relato historiográfico.

La Edad Media -según Mitre- ha dejado de ser considerada como un simple puente entre el mundo clásico grecorromano y la eclosión renacentista, para reconocérsele unas características propias. El trinomio romanismo-cristianismo-germanismo ha pasado a constituir la clave de la explicación de este dilatado período.

La Edad Media queda estudiada en cuatro etapas suficien temente definidas: transición al Medievo o temprana Edad Media, que discurre entre los siglos V al VIII. La crisis de la civilización clásica, gestada en el Occidente desde el siglo III culmina en el V. La Alta Edad Media corresponde a los siglos VIII, al XI, con el impacto de la expansión musulmana y las sucesivas oleadas de los «nuevos pueblos». La plenitud del Medievo, que cubre los siglos XI al XIV, representada por el Sacro Imperio Romano Germánico, fuerza aglútina dora de la cristiandad europea; y la Baja Edad Media, siglos XIV y XV, en donde se produce la transformación de la sociedad medieval en todos sus ámbitos. En muchas de las manifestaciones de este período se perfilan ya los gérmenes del mundo moderno.

La obra de Mitre es aleccionadota e interesante porque en ella se explica la génesis de muchos de los problemas actuales, e incluso futuros, de nuestra sociedad.

Escribía Ortega que, «la Historía es un sistema, el sistema de las experiencias humanas que forman una cadena inexorable y única. De aquí que nada pueda estar verdaderamente claro en Historia mientras no esté toda ella clara. E s imposible entender bien lo que es este hombre racionalista europeo si no se sabe bien lo que fue ser cristiano, ni lo que fue ser cristiano sin saber lo qué fue ser estoico, y así sucesivamente. Si la Historia no fuese ciencia del presente, ¿dónde íbamos a encontrar ese pasado que se le puede atribuir como tema? Lo opuesto, que es lo acostumbrado, equivale a hacer del pasado una cosa abstracta e irreal que quedó inerte allá en su fecha, cuando el pasado es la fuerza viva y actuante que sostiene, nuestro hoy. »

Tiene buena mirada histórica Emilio Mitre. Su pupila de humanista va hacia atrás y hacia adelante, porque en su venir del antaño y en su ir al futuro es donde manifiesta sus auténticas dotes de efectivo historiador.