Paco Martínez Soria, en el Gran Teatro Cómico
En el sorprendente terreno de las coincidencias teatrales se ha producido una más: Guárdame el secreto, Lucas, comedia de Dionisio Ramos, inspirada, en un tema de Abati y Reparaz, lo está precisamente en Los hijos artificiales, texto que cité hace ocho días como primer dato de presencia de un fresco y, por tanto, como antecedente de Los frescos, de Muñoz Seca, que se mueven ahora, felizmente, en el teatro Fígaro. No sacaré de quicio esta comparecencia por duplicado de un tipo teatral. Pero tampoco es fácil pasar por alto que una revisión de los llamados «tipos clásicos de las situaciones cómicas», es decir: el cesante, el guardia de orden público, el militar, el cómico de la legua, el muchacho, tímido, el chulo, el hortera, el señorito del pueblo, el alcalde y el secretario municipal de la pequeña agrupación local, la pupilera, el estudiante, el inglés, el lego, el torero, el sacristán, el tenorio y otros personajes de la convención, una revisión de los personajes más clásicos de nuestro teatro reidero se fije tan reiteradamente en el fresco, considerándolo, sin duda, más válido, más cercano, más útil que sus compañeros de estereotipo. Lo que seguramente sólo quiere decir que se adjudica al fresco una audiencia contemporánea menos clara con los demás. O O sea, dicho en otros términos, que la presión social que pervive engendra fugas y escapadas cómicas que, de alguna forma, se adscriben al tema de la gran frescura. Al tema y, por supuesto, al tipo. En los dos espectáculos se busca la tolerancia y complicidad del espectador, se renuncia a la sorpresa, se informa rápidamente y, desde ese conocimiento del personaje, se juega con la certidumbre de que el personaje va a obtener una simpática y fulminante absolución. Lo que sucede es que para ello hace falta que el actor se imponga, juege a fondo, tenga, en fin, esa indefinible e inaprensible condición que se llama presencia.Yo diría que la presencia de Paco Martínez Soria, asombroso actor cómico, es tan grande, que ese implacable y matemático artilugio de las comedias de enredo -que los españoles del diecisiete enseñaron a todos los autores del mundo a fabricar- parece construido para su trabajo característico: una clásica y solidísima construcción del personaje modelado con sencillez, gran claridad, simplificación eficaz, amor, inteligencia teatral y absoluta entrega a la ejecución de todo el repertorio de tonos, silencios, maneras y efectos que exige el naturalismo cómico. De ese naturalismo templado no se mueve Martínez Soria. Y en él su maestría no tiene igual en nuestra escena. «Todo personaje -decía Jean Vilar- debe ser compuesto.. No hay buen comediante, sino composición. La composición del personaje es el juego de la creación. Sólo ella emparenta el oficio del comediante con el artista. Pues componer un personaje implica elección, observación, búsqueda, inspiración, control.» Esta cita parece hecha para explicar la clase de actor que es Paco Martínez Soria. Pocas veces, muy pocas, veo en los escenarios a alguien que trabaje con tanto amor a lo que hace. Es su secreto.
Guardame el secreto, Lucas,
De Dionisio Ramos. Dirección: Martínez Soría. Escenografía: Sigfrido Burman. Intérpretes: Isabel Pradas, Carmen Cervera, Concha del Val, Vura Serra, María Isbert, Marisol Gabaldón, Germán AIgora, Paco Martínez Soria, Pedro Hurtado, Eduardo Martínez y Alberto Sola.Teatro Eslava.
Los amigos del teatro suelen simpatizar fácilmente con este tipo de actores. Yo también, por supuesto. Así que tuve la risa fácil y larga. Y no me sentí deprimido por la banalidad o decrepitud de la historia. Tuve delante de mí, en efecto, algo muy viejo: la historia grande del teatro cómico español.
Babelia
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