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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Historia de un hombre-bonzo

Por primera vez se publica en España este libro curioso y sorprendente, escrito por uno de los primeros bonzos made in Spain. Joseba Elosegui, el autor, fue aquel señor que el 18 de septiembre de 1970 se prendió fuego y se tiró desde una de las tribunas del frontón Anoeta de San Sebastián durante un encuentro internacional que presidía el general Franco.Al señor Elosegui le salieron mal las cosas, es decir, no se murió ni se quemó completamente como hacían en Saigón sus congéneres budistas. Quedó malherido, fue juzgado y condenado a unos años de prisión, y ahora, si mis noticias son exactas, anda libre por Euzkadi.

En este libro, como en todos los libros, hay que distinguir dos cosas: el autor, cuya peripecia humana es apasionante y cuyo gesto insólito es digno de figurar en la historia de éste país, y el texto, que resulta, por lo general aburrido, reiterativo, desordenado y no siempre

Elosegui, Joseba:

Quiero morir por algoPlaza y Janés, Barcelona, 1977. 272 páginas.

El señor Elosegui se inmoló o pretendió inmolarse porque con aquella acción inusual pretendía recordar la hecatombe de Guernica, que él vivió cuando era «gudari» del ejército republicano. En las primeras páginas del libro hay una especie de diario que, pese a su brevedad, es lo más interesante. El señor Elosegui, antes de rociarse con gasolina y acercarse una cerilla, iba por los montes y los bosques, cogía setas, añoraba la perdida juventud o evocaba con una fuerza literaria insólita la muerte de su hijo. Todos estos hechos, recogidos de forma simple y emocionada, están muy bien. En cambio, cuando el señor Elosegui se mete a historiador del país vasco o a sociólogo, las cosas van incomparablemente peor.

A nadie le cabe la más mínima duda de que para quemarse a lo bonzo hay que tener una dosis considerable de valor, sobre todo si uno ha hecho alguna vez los ejercicios espirituales de San Ignacio y se acuerda del pasaje del fuego eterno.

Ahora bien, para escribir un libro sobre la inmolación patriótica a través de la gasolina hay que tener también cierto valor, y no precisamente físico, porque siempre se corre el riesgo de que lo que es una acción respetable termine convirtiéndose, cuando se expresa literariamente, en una comedia de costumbres. Esto de la literatura testimonial es una cosa muy complicada.

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