La señora Francis
Los taxistas, con ser un gremio macho y concienciado, le tienen cogido el vicio a la señora Francis, y todos los atardeceres se escuchan el consultorio sentimental de la dama, y me lo escucho yo también, que a esa hora suelo tomar un taxi para ir a la conferencia inevitable o el inevitable cóctel de cada día. La moral más pacata y reaccionaria habla a las jovencitas conturbadas del país mediante ese oráculo radiofónico.Me lo dijo Sartre en París, sentadito en las rodillas de Simone de Beauvoir, cuando estuve en Francia trabajando en la cosa de la vendimia:
-Mon petit, la moral dominante es la moral de la clase dominante.
Y la moral de la clase dominante, en España, es la moral de la señora Francis. Una vez, entre copa y copa, ya tarde, un compañero periodista, al que la priva le había dado llorona y confesional, me dijo:
-Tengo que contártelo, tengo que decirte a ti el secreto de mi vida.
Me lo imaginé. Homosexual. O cornudo no censado por Cela. O defraudador de impuestos. O socio del Atlético. Pero resultó peor que todo eso:
-Escucha, Umbral: la señora Francis soy yo.
Se ganaba la vida redactando el consultorio sentimental como José María García redactando la crónica del partido. La frase me quedó tan reveladora y literaria como aquella otra que le oí a Flaubert cuando fuí a entrevistarle para Mundo Cristiano:
-Joven, Madame Bovary soy yo.
Sólo que el de la radio ganaba más que Flaubert. Me parece revelador que la vieja moral conformista y caduca la imparta un hombre con máscara de mujer, porque todas las leyes sobre la mujer están hechas por hombres, en este país, y Stendhal cuenta que Napoleón entraba a última hora de la tarde al despacho donde le estaban redactando el Código Napoleónico, e introducía modificaciones sobre el trato legal a la mujer según le marchaban sus negocios amorosos, que solían irle mal.
Mientras la señora Francis imparte su moral de moralina a las encandiladas radioyentes del país, la vida va a su aire, en dirección contraria, y el otro día hemos tenido en el Ateneo un coloquio sobre el divorcio, con el salón reventado de personal, y el padre Sobrino desde las alturas, como desde el cielo de Trento, rebatía al padre Aradillas, que estaba abajo, caído, en este valle de lágrimas que es la tribuna del Ateneo.
El divorcio, el aborto, el desnudismo, la sexualidad de grupo, la corriente poderosa de la vida, que nos atraviesa, y la señora Francis predicando en desierto para taxistas aburridos y señoritas de provincias. No es lo malo que sea la señora Francis, sino que la moral oficial es la misma de la señora Francis, y lo que sostienen los textos y se enseña en los colegios está ya muy lejos de la vida real española, de la marcha de los tiempos y de lo que quiere la gente y piensa la juventud. En materia sexual, el Estado y la Iglesia se han quedado a la altura de la señora Francis, que encima es o era un redactor mal pagado.
Vienen a casa unas feministas a entrevistarme sobre el tema. Me llenan el apartamento de humo, porque parece que una está más libe, rada si fuma mucho, y les digo la verdad de la vida:
-El divorcio es el otro lado del matrimonio, un matrimonio del revés la manera de seguir uncidos a las viejas instituciones.
Carlos Ballesteros ha montado un espectáculo sobre Miguel Mihura. Mihura, más que un solterón, es un genio de la soltería. Entre la soltería solitaria de Mihura y la sexualidad de grupo, la pareja tradicional hasta que la muerte nos se pare ya no tiene nada que hacer, salvo aburrirse. La gran teología nacional sobre el sexo y el matrimonio se ha quedado a la altura de la señora Francis. Lope y Calderón, Con su código del honor y la honra; Fray Luis con su perfecta casada la pierna quebrada, han encarnado en mi amigo el guionista de radio. El padre Sobrino nos hablaba desde los cielos ateneísticos, pero las steen-agers contestarias, sentadas en el suelo, le oían con una sonrisa, mascando el chicle del escepticismo.
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