¿Será vanguardia?"

¿Qué es lo que se somete a juicio o se confía, a pura expectativa, más en los titulares que en el concierto efectivo de esta pretenciosia exposición? ¿Qué es lo que será o no será vanguardia? ¿La propia vanguardia? ¿La que ellos, los expositores, quieren o dicen representar? ¿Concierne la pregunta al ser o no ser del progreso? ¿Pretenden acaso advertir que ya no habrá más vanguardia?Tentado me he sentido a proseguir la crítica en forma de una interrogación sine díe, que en atención exclusiva al lector trataré de acomodar al lenguaje llano. Si los expositores plantean la incertidumbre de lo expuesto en forma de pregunta, ¿por qué no ajustar al suma y sigue de una pregunta (a la pregunta de una pregunta) la totalidad del comentario? ¿Por qué no preguntar, en vez de responder, a su artificiosa interrogación? .

Por los suelos de la galería se desparraman los cascos de los héroes, convertidos en juguetes o en cascos de bomberos. De bomberos va la cosa. Se trata, en efecto de una propuesta colectiva e interpretativa de un pintor pompier (bombero), denominación que los impresionistas, dada la profusión de cascos y armaduras que había en sus cuadros, asignaron a los más empalagosos representantes del academicismo decimonónico.

Crítica y juego

Ante la obra del pompier, los artistas Cascado, Celis, D'Amico, Niebla e Yraola se han entregado a la libre e irónica interpretación de un ridículo desnudo y el trance mortal de un caballero que acaba de recibir el dardo del amor (el tradicional flechazo) en el ámbito, aún más ridículo, de un palacio convencional, ilustrado con escrituras griegas.¿Supone este imprevisto retorno a la crítica que de los inefables pompiers (denominación incluida) hicieron los audaces impresionistas, una forma de criticar el relamido academicismo pompier a que en vano quieren hoy inducimos los pertinaces hiperrealistas? Si tal es el propósito de los cinco artistas asociados, me creo que su error es mayúsculo, tanto por lo trasnochado del tema a criticar como por la inadecuación del marco y la jactancia misma de quienes voluntariamente ejercen de fiscales.

¿Se trata de un simple juego? Lo mejor, en tal caso, del ejercicio que los cinco artistas- probaron ante la cursilísima escena del decimonónico pompier, sin duda que fue el proceso interpretativo de la dama desnuda, el caballero desfallecido y el telón de fondo del palacio convencional. Lo que no queda tan en claro es la pública exposición de un divertimento cuya gracia transcurrió, por fuerza, en el transcurso de las respectivas interpretaciones.

¿Una forma ocasional de combatir el taedium vítae, o un motivo para pintar algo que echarse a los ojos, según aguda opinión de Barnett Newman? Válidas ambas razones para ellos y para cualquiera, me parece del todo inconsecuente hacer de una y otra público espectáculo y fomentar la visita de los otros con el subterfugio de una pregunta harto injustificada. ¿Será vanguardia? La alternativa, más o menos graciosa, que estos cinco confederados nos ofrecen deja sin responder (incluso sin formular) el pretencioso interrogante.