La democracia según Giscard
No deja de ser una simpleza intentar ahora, una crítica en forma del libro Démocratie francaise del presidente Valery Giscard d'Estaing, cuya versión castellana acaba de aparecer. Simpleza o acto fallido, porque sobre este libro han corrido torrentes de tintá y seguirán corriendo en la medida que aparezca en japonés, esperanto, árabe o sueco. Sin que esas cantidades ingentes de literatura efímera pretendan más que una cosa: dar cuenta del acontecimiento editorial a través de determinados prismas. Y desde los diversos planteamientos críticos, descubrir la ideología del autor.Como parece que está de moda vapulear desde la Inteligencia al poder constituido en Occidente, pues el libro del señor Giscard ha sufrido uno de los más universales, intensos, crueles y tajantes varapa los de cuantos recuerda la historia. Era normal que los sagaces príncipes de la cultura gala, desde sus observatorios, saludaran la aparición del librillo con severas reconvenciones contra este noble altivo y exquisito, llegado a presidente, gracias al sufragio. universal, diabólica invención que cierra el paso desde hace algunos años a las minorías proféticas. Era lógico también que desde las trincheras conservadoras se mirara con suspicacia esta salida de tono presidencial, en un momento en que las inversiones son renuentes y el patronato echa de menos los tiempos del general. Lo que no deja de resultar curioso es que unos y otros no hubiesen guardado sus mortíferos disparos para despilfarrarlos en esta insignificancia, y, hayan guar dado un respetuoso silencio ante esa antología del disparate que era el libro rojo del presidente Mao, o la insulsa meditación que es la pseudobiografía del presidente Carter, titulada nada menos que, ¿Porqué no el mejor?
Giscard d'Estaing, Valery
Democracia (Démocratie française). Editarial Plaza y Janés. Barcelona 1976.
¿Para qué serviría ahora acusar a Giscard a través de su texto, de chauvinismo, autocomplacencia, ambigüedad, autoritarismo, conservadurismo? En su obra, el presidente Giscard no pretende sino decirles a los franceses lo que piensa sobre esto y aquello con una inocencia que raya en el ridículo o con un cinismo definitivamente inocente. Giscard quiere nada menos que buscar la famosa «tercera vía», sueño dorado de los sabios que en el mundo han sido: ni liberalismo ni marxismo, ahí es nada .Como el inventor del motor de agua o del pasahojas automático, he aquí a este autodidacta poderosísimo recogiendo su medalla de destreza en el oficio, entre los aplausos de los naify los silbidos de los mandarines profesionales, ¡Qué pena no asistir en estos pagos a espectáculos tan gratificantes!
Babelia
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