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Tribuna:Entre la cesta de la compra y las importaciones (II)
Tribuna
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Política ganadera frente a importaciones agrícolas

En la primera parte de este articulo, publicada ayer, y a la que acompañaba un editorial, se planteaba el tema de los precios agrarios ante su próxima regulación a través de sucesivas campañas. ¿Cómo y cuándo deben subir? La incidencia en el coste de la vida y la dependencia de las importaciones son los límites que señalan los márgenes de actuación. Después de plantear la situación de los precios agrarios españoles y su relación con los precios internacionales se señalaba la incidencia de la dieta alimenticia en las campañas de cereales y en la producción de carnes.

El punto que se plantea es cómo llevar a cabo un cambio de estructura en el consumo de carnes. El precio de la carne de ave en España está excesivamente bajo con relación a las de vacuno y de cerdo. Por tanto, es preciso aminorar considerablemente esta diferencia. La dificultad se presenta al realizarlo a través del precio del maíz. Si se eleva mucho el precio de garantía del maíz se entra aún más en el mundo confuso de los derechos reguladores a la importación, ya que la proporción entre producción nacional comercializada e importación se encuentra en torno a la proporción de uno a seis. En cuanto a la vertiente interior se provocaría un aumento artificial de la superficie dedicada a maíz, superior a la que sería aconsejable dada la productividad de este cultivo en nuestras tierras. En otro aspecto, con estímulos excesivos al cultivo del maíz se entraría en competencia para sustitución de trigo, en el que se ha alcanzado un equilibrio razonable en producción-consumo.Con todo es imprescindible elevar suficientemente el precio de garantía de la cebada (incluso de la avena y centeno), ya que este cereal es susceptible de incrementar su rendimiento en condiciones de precios remuneradores tanto por unidad de superficie como rescatando superficies que hoy no se cultivan o recuperando barbechos innecesarios o excesivos. Los precios de la cebada deben acercarse a los del maíz, como sucede en los restantes países.

Sin duda que esto supondrá una elevación del precio de la carne de vacuno, pero, en comparación, puede reducir sustancialmente la importación de Maíz.

Conclusiones

Hace diez años, España importaba en promedio anual dos millones de toneladas de maíz y 500.000 toneladas de soja. En los tres últimos años hemos importado anualmente más de cuatro millones de toneladas de maíz y nos estamos acercando a los dos millones de toneladas de soja. España se encuentra hoy entre los tres primeros compradoresmundiales de maíz y soja. ¿A qué se debe este déficit de productos agrícolas? ¿Es incapaz nuestra agricultura de sustituir total o parcialmente las importaciones de piensos para la ganadería?

La respuesta, desgraciadamente, no es optimista. España, por condiciones de suelo, clima y organización de las explotaciones agrícolas,, no puede, hoy por hoy, abastecerse de estos productos. La política agraria instrumentada hacia la sustitución de estas dos materias primas ha sido totalmente ineficaz. Las subvenciones en forma de semillas, abonos y tratamientos, no han tenido ningún éxito; las ventajas comparativas al precio del maíz sobre los de otros cereales, tampoco. La producción nacional de maíz se encuentra estancada por debajo de los dos millones de toneladas desde 1970. En cuanto a la soja, no se consigue estimular su producción ni con una prima de 5,50 pesetas por kilo.

La solución a la dependencia exterior del maíz y soja no se halla en la sustitución de importaciones. Ese camino ya lo hemos, andado durante años y cada vez empeora nuestra: situación de partida.

En el paso a una estructura de mayor consumo de carne de cerdo y de vacuno, así como en la implantación de regímenes de alimentación ganadera menos intensivos, se encuentra la solución a nuestra dependencia exterior de materias primas agrarias.

Naturalmente que será preciso además, estimular -con una adecuada política de precios- la producción de los cereales pienso tradicionales, cuyas posibilidades son grandes, con incentivos adecuados. Ello supondrá encarecer nuestra dieta alimenticia. Pero la alternativa representa empobrecer nuestra agricultura y al país.

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