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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Iglesia que Franco quiso

La Iglesia española rebosa política por todos sus costados. Política fue la Carta colectiva de los obispos españoles, en 1937, y política llevaba dentro el silencio de los dos obispos que no la firmaron. Luego vino el Concilio, que reconoció que la política es cosa de hombres; la Iglesia debería mantenerse al margen, en lo suyo, que es el anuncio del reino de Dios. Pero hete aquí que el gran pastor conciliar de España, Enrique Vicente y Tarancón, hace de una célebre homilía ante la clase política española un discurso político al estilo del cardenal Cisneros o Richelieu.La política acosa y envuelve a la Iglesia española como un destino fatal que trueca en mentira todas las declaraciones oficiales que la Iglesia hace de su apolitismo. La constatación vale para toda la Iglesia; para que nada falte, esta Iglesia tiene su derecha, su centro y su izquierda. La Iglesia en el franquismo es una Iglesia maldita ya que su profesión de fe no pasa el cerco del interés político. El credo de los españoles es un credo de tierra. Y hoy es opinión extendida que ese interés terrenal es un pecado carnal que ensucia el rostro limpio de la Iglesia.

La Iglesia en el franquismo

José Chao Rego. Ed. Felmar. 557 páginas. Madrid 1976.

Apolíticos

Por eso quizá no esté, de más el preguntarse ingenuamente, ¿por qué la Iglesia tiene que hacer abstinencia política? Curiosamente también el apoliticismo era santo y seña del franquismo; el español bastante tenía con cuidar de sus cosas, que la política la hacían ellos los otros. Algo así ocurre con la Iglesia; el sufrido pueblo de Dios hará bien cuidando su jardín espiritual, que la política la hacen los pastores de Roma. « Me siento más político que pastor» decía el hombre del Vaticano I, Pío IX.Aparte esta desconfianza jerárquica ante las posibilidades del pueblo fiel, hay otra razón de fondo. La Iglesia sabe, por experiencia, que desde la revolución francesa a esta parte, la política de la Iglesia es siempre reproducción de la política civil. Lejos quedan lo gloriosos tiempos del sacro romano imperio. Si se establece una relación íntima entre el evangelio y una determinada política, el resultado es que la esencia del cristianismo se diluye en «Aparato ideológico del Estado». Lo que hay, pues, detrás del apolicismo doctrinal de la Iglesia es la certeza de que el cristianismo es algo original y no un mero apéndice de la política dominante

Herencia

Del franquismo ha heredado la Iglesia, toda la Iglesia española, una evidente politización; de ahí que la pregunta más acuciante sea ¿qué significación cristiana puede tener una Iglesia politizada? ¿devora el condicionamiento político a toda posible originalidad cristiana? Llegados a este punto conviene recordar la ambigüedad del término «política». Primero Hegel y luego Marx distinguieron entre «política» como cosa del Estado y como cosa de la sociedad. La política referida al Estado es el poder o la lucha por el poder de una institución sobre el resto de la sociedad. Quienes mejor personifican este tipo de política son los partidos políticos y los despachos ministeriales. Cuando la Iglesia busca participación en esa política acaba irremisiblemente siendo una segundona del grupo político que controle el Poder del Estado. Es lo que ocurrió a la Iglesia de la cruzada; es el papel que juegan los obispos en las Cortes; y es lo que está ocurriendo a la Iglesia italiana o alemana, tan estrechamente ligada a las respectivas Democracias Cristianas. El Poder del Estado es indivisible; la colaboración es servidumbre.La política referida a la sociedad es la defensa de los intereses de los distintos sectores que componen la sociedad. Esos intereses son distintos y, a veces, antagónicos.

Dominados, y dominantes

Dentro de una sociedad, como la española, hay clases dominadas, cuyos intereses llevan signo de liberación; y otras clases dominantes cuyo interés es, lógicamente, la conservación. Hacer política, referida a la sociedad, es optar por un determinado tipo de intereses. Aquí no valen engaños: el que está de un lado, está de un lado, y no puede pretender estar en todas partes. Ahora bien, resulta que el mensaje cristiano es, en su letra, anuncio de liberación de los oprimidos. Es lógico, pues, pensar que la Iglesia que se le tome en serio, acabe siendo solidaria de la lucha de los grupos dominados que quieren liberarse. Esta solidaridad será efectivamente una solidaridad parcial y crítica, puesto que Jesús promete la salvación a toda la humanidad y no sólo a una clase. Lo que ocurre es que esa promesa universal no se hará al margen de la liberación de los oprimidos, sino a partir de ellos. Por algo son los privilegiados del reino.Sectores hay en España que hacen iglesia desde su solidaridad con los pobres: «es común a estos movimientos (de Iglesia) la conciencia de estar construyendo la Iglesia del pueblo y reconociendo el protagonismo de la clase obrera juntamente con las demás clases populares».

No es lo mismo ser política haciendo el caldo gordo al Poder, que ser política solidarizándose con un determinado sector de la sociedad. La Iglesia española ofrece un rico abanico de ambas modalidades. Entre las dos hay una diferencia cualitativa: ser opio del pueblo o generador de esperanza.

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